El próximo viernes 25 de abril llega a Filmin en exclusiva "El idioma universal", segundo largometraje del canadiense Matthew Rankin ("The 20th Century") y una de las películas más singulares y fascinantes de la temporada en el panorama del cine de autor internacional. Estrenada en la Quincena de Realizadores de Cannes, y representante de Canadá en los Óscar (donde se coló en la shortlist de 15 candidatas al premio a la Mejor Película Internacional), la película recrea un universo que solo existe en la mente de su director: en la ciudad de Winnipeg (Canadá) el persa es idioma oficial y la gente se comporta como si hubiese salido de una película iraní de Kiarostami o Panahi. Es aquí donde se cruzan las vidas de distintos personajes: Matthew (interpretado por el propio director), trabajador del gobierno de Quebec que regresa a Winnipeg para visitar a su madre; Negin y Nazgol, dos niñas que encuentran congelado en el suelo helado un billete de gran valor; o Massoud, guía turístico que recorre junto a un grupo de aburridos turistas las calles y monumentos más anodinos de la ciudad.

Es interesante entender de dónde surge esta extraña y excéntrica comedia que el propio director define como "una pizza de piña o un ornitorrinco loco". En primer lugar, algunas de las historias que se relatan en el film tienen una dimensión autobiográfica: "Los eventos de la historia están tomados directamente de la historia de mi familia, numerosas entradas de mi diario durante la época que viví en Irán y varios sueños desconcertantes que tuve sobre mis padres poco después de que murieran", explica el director. Por ejemplo, el episodio del billete congelado en la nieve recrea una vivencia de su abuela, que, durante la Gran Depresión, en 1931, encontró junto a su hermano un billete de dos dólares congelado en el suelo. El padre de Rankin, además, era guía turístico en Winnipeg, igual que Massoud en la película.
Pero no puede entenderse "El idioma universal" sin hablar de la fascinación del director por el cine iraní. "De joven, viajé a Irán con la ingenua esperanza de estudiar cine con los grandes maestros. Esto no sucedió, pero conocí a mucha gente increíble y mi vida ha seguido dialogando con Irán desde entonces, a través del arte, amistades y mi aprendizaje lento y continuo del persa", explica Rankin, que cita como referentes a cineastas como Forugh Farrokhzad, Sohrab Shahid Saless, Abbas Kiarostami, Jafar Panahi, la familia Makhmalbaf, así como las películas para niños producidas por Kanoon en los años 70 y 80.
Podríamos deducir que esta transformación multicultural de Winnipeg, donde conviven los clásicos anuncios de muebles baratos canadienses con el poético cine iraní, supone una defensa de carácter político en un mundo cada vez más polarizado y endogámico. A Rankin no le convence la etiqueta del cine político, pero reconoce que su película está inspirada "por un gran anhelo de conexiones humanas más amplias; por nociones más profundas de familia, pertenencia y solidaridad": "A lo largo del espectro político, ideólogos enloquecidos y gurús de Instagram están construyendo muros de Berlín cada vez más altos y rígidos, organizando celosamente a vastas poblaciones en opuestos binarios. Rechazamos estos modos de oposición. Trabajamos desde una premisa de no fronteras y solidaridad universal", concluye el director.
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