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2024, un año de pérdidas irremplazables

El maestro compositor Manuel Lillo Torregrosa partió de este mundo el pasado 21 de noviembre de 2024
José Luis Ortiz
martes, 21 de enero de 2025, 10:12 h (CET)

Esta año ha sido especialmente complicado, pero especialmente triste por los que nos han dejado, aunque si bien se han ido muchos han dejado un legado que perdurará eternamente, personas como Dº Federico Mayor Zaragoza, el doctor Bartolomé Beltrán, la actriz Marisa Paredes, la escritora Rosa Regás o el gran maestro compositor Manuel Lillo, y me gustaría dedicarle este artículo a ese gran compositor.


Manuel Liilo


Si bien se escribiera un artículo para él bien podría llevar el título de «la eternidad en una partitura». El Maestro Manuel Lillo Torregrosa partió de este mundo el pasado 21 de noviembre de 2024, minutos antes de las 20:30, en un hospital madrileño. Aunque su cuerpo se apagó tras una larga lucha contra la enfermedad, su espíritu vibrante, su sonrisa y su música permanecen como un legado eterno.


Lillo no solo fue un compositor brillante; fue un arquitecto de emociones, capaz de transformar notas en puentes hacia el alma. Durante sus últimos años, mientras luchaba contra la adversidad, continuó creando, ofreciendo al mundo nuevas piezas y a su equipo médico en el Hospital Clínico San Carlos, pequeñas composiciones que hablaban de gratitud y esperanza. Su respuesta recurrente, "Estoy bien", era más que una afirmación: era su manera de recordarnos que, incluso en los momentos más difíciles, lo importante era la música, la vida, la belleza.


Un hombre que vivió en clave de Sol


Manuel Lillo fue más que un músico; fue un maestro de vida. A lo largo de su carrera, su talento innato y su creatividad infinita lo convirtieron en una figura imprescindible en la historia musical de nuestro país. Su obra no solo deleitó a miles de seguidores, sino que formó parte de la banda sonora de épocas y momentos clave en España.


Sus composiciones como Plaza de las Ventas y sus seis Conciertos para Requinto son ahora parte del repertorio universal, piezas inmortales que trascienden generaciones. Con cada partitura, Lillo imprimía una rúbrica única, un estilo inconfundible que lo hacía eterno.


Manuel nació el 26 de septiembre de 1940 en San Vicente del Raspeig, Alicante. Desde pequeño, la música corrió por sus venas. Su formación con maestros como Joaquín Chicano y Julián Menéndez marcó el inicio de una carrera que lo llevó a ser solista de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid y a colaborar con agrupaciones de renombre como la Orquesta Nacional de España y RTVE.


Su legado se traduce en más de 700 obras registradas, de las cuales más de 100 son sinfónicas y el resto reflejan la riqueza de la música popular. Su amor por el requinto, ese clarinete pequeño pero poderoso, se convirtió en su sello personal, y sus composiciones para este instrumento se estudian y ejecutan en todo el mundo.


Hasta el último de sus días, Manuel Lillo mostró una generosidad inquebrantable y una entrega absoluta. Su vida y obra son un recordatorio de que la verdadera grandeza no radica solo en el talento, sino en el amor con el que se entrega al mundo.


Hoy, sus notas siguen resonando, no solo en auditorios y escenarios, sino en los corazones de quienes lo conocieron y de quienes, a través de su música, lo conocerán por siempre.


Manuel Lillo no ha muerto; simplemente ha cambiado de escenario. Ahora, sus composiciones forman parte de un concierto eterno, y nosotros, los que quedamos, somos los privilegiados que podemos seguir escuchando su voz en cada acorde.


Maestro, gracias por regalarnos tu música. Gracias por enseñarnos que la eternidad se escribe en pentagramas y gracias a todos los que nos han dejado este año y han dejado un legado que perpetuará una eternidad.

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