No basta con hacernos habitualmente la manicura o pedicura en nuestro centro de uñas de confianza, el problema de las uñas escamadas y quebradizas requiere de un cuidado constante y seguir una serie de consejos prácticos, especialmente con la sequedad en interiores y el uso de guantes en estos meses fríos de invierno.
Las razones por las que nuestras uñas se rompen son muchas y variadas, pero uno de los factores más importantes en los meses de invierno está en la sequedad del ambiente, sobre todo en interiores, comenzando la uña a tener pequeñas alteraciones en su forma, color y textura, por lo que se vuelven más frágiles, al borde de la rotura por su escasa fuerza y elasticidad: “Es importante que las uñas estén siempre cortas e hidratadas al igual que las manos, entre los ingredientes que deben estar presentes en los productos que utilicemos: los aceites de oliva, argán y coco, la manteca de karité y para reforzarlas, fortalecedores con base de calcio” – recomienda Ana Aguilar, manicurista deTwenty NLB (Avenida Menéndez Pelayo, 53). Usar esmaltes de buena calidad, también es esencial para evitar que aparezcan las tan poco deseadas escamas: “En el momento de tratarlas, debemos pulir con cuidado las uñas con un buffer e insistir en la zona que se vea más dañada, hidratando cutículas y las propias uñas cada día con un buen aceite especificamente indicado. Para las escamadas y abiertas, recomiendo un potente protector que evite que el esmalte salte antes de tiempo así como un top coat que lo fije. Debemos ser pacientes con aquellos cosméticos para fortalecer y nutrir las uñas con calcio en gel, pues crecen de manera lenta, no más de dos milímetros en un mes, y tenerlas perfectas puede llevarnos un largo tiempo”.
Otros consejos
Masajear regularmente las cutículas y uñas con movimientos circulares para que estas crezcan de una manera sana y fuerte, acudir de vez en cuando a que nos hagan envolturas hidratantes y nutritivas de manos y pies, sin olvidar que podemos hacer mucho si llenamos la nevera con grasas buenas como el salmón, las nueces o los aguacates, la vitamina A que aportan los huevos, las zanahorias o las acelgas, y cómo no, el calcio de la leche, el brócoli, las espinacas o las almendras.
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