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Inquietud por el avance de los populismos

José Morales Martín​, Gerona
Lectores
sábado, 8 de febrero de 2025, 11:45 h (CET)

No pocos, políticos pero también ciudadanos, han manifestado estos días su inquietud por el avance de los populismos. No es fácil ponerse de acuerdo sobre el sentido de esta expresión, tan citada y tan maltratada. A veces, es mero recurso semántico para no reconocer que hay una extrema izquierda en Europa menos abierta al diálogo y al pacto democrático que la extrema derecha. En otras ocasiones se trata de manifestar cierto compás de espera, al no saber cómo reaccionar ante la foto de Giorgia Meloni con Donald Trump en Mar-a-Lago, o ante las veleidades europeas de Elon Musk.


Aparte de su inesperada creciente influencia en la Unión Europea, Meloni ha puesto en marcha en Italia una política familiar y natalista, que en cierto modo se anticipa a la búsqueda mundial de soluciones para uno de los más graves problemas actuales: el envejecimiento de la población. El tiempo ha dado la razón a los silenciados, cuando no denostados, intelectuales como Colin Clark o Alfred Sauvy, que en los años sesenta del siglo pasado denunciaron a fondo las consecuencias negativas del crecimiento cero lanzado por el Club de Roma.


La defensa de la seguridad y el orden público ha dejado de ser un objetivo de las derechas. El año viejo ha terminado con no pocas manifestaciones de terrorismo, casi monopolizado por las violencias de cuño islamista. No vale ya la acusación de islamofobia, inaplicable al silencio de las mezquitas o al desprecio de los talibanes destructores de la condición femenina. Pero en occidente será preciso estar atentos para que no sufran las libertades por excesos en la lucha antiterrorista.


No se puede olvidar tampoco la creciente conexión entre terrorismo y narcotráfico, con frecuencia aliados en la lucha ideológica o práctica para subvertir el Estado. Las autoridades públicas, incluidos responsables de agencias de la ONU, tienden a tirar la toalla ante el fracaso de la represión de la oferta. Tal vez ha llegado el momento de apuntar de veras a las causas éticas, sociales y económicas del incremento de la demanda: un gran tema para los años próximos.


Y otros permanentes: la lucha contra la enfermedad –especialmente el cáncer- y las injustas desigualdades en el mundo, especialmente acentuadas hoy en materia de vivienda. Sin caer en el mito de la igualdad, que en la práctica hace crecer las diferencias: pone su esperanza en el Estado, sin abordar las causas de su burocratización e hipertrofia. Sólo una idea, dentro de un campo demasiado complejo: mejorar la gestión del indispensable estado del bienestar, sin renunciar a sus objetivos fundamentales, ni a los avances ecológicos.

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