El tema de la regulación emocional y el control de las emociones está de actualidad también en el siglo XXI, al igual que en el anterior. Vivimos en la realidad social del espectáculo y la diversión. Algunos pensadores, como es el caso de Mariana Alessandri, hablan de una sociedad enferma que solo quiere la alegría vital sin sombras y sin ningún dolor, sufrimiento o problemas, algo absolutamente imposible. Solo se quiere el sol, pero no la sombra. Es cierto que existe una especie de positividad tóxica, porque se considera que hay que sentirse siempre eufórico, sin reconocer que puede haber momentos mejores y peores en el transcurso de la existencia. El desarrollo de lo cotidiano es la manifestación de lo imperfecto de la convivencia y de los problemas que todas las personas tienen, si bien es cierto que también es necesario poner en valor las cosas positivas e incluso maravillosas, que conforman el existir humano. Las emociones oscuras son constitutivas de los avatares vitales, que son la expresión de la imperfección de la sociedad y de todo lo real en el que estamos inmersos. La mentalidad social y los estereotipos, prejuicios o falsas ideas están presentes en una considerable parte de la sociedad. Es innegable. Lo que se sustancia, por ejemplo, en la gerontofobia o desprecio a los mayores. Es preciso respetar las emociones oscuras, como indica la filósofa Mariana Alessandri.
Esto no significa que no se deba buscar superar todas las adversidades de la mejor forma posible. No todo tiene que ser positivo a la fuerza, algo que se nota en el ambiente social predominante. Lo positivo se despliega también cuando se lucha con toda la fuerza e intensidad, aunque las personas sienten presión, por el esfuerzo que están sosteniendo. La ira, tristeza, ansiedad, angustia y miedo son emociones que son muy frecuentes actualmente y que no pueden ser infravaloradas o negadas. Pueden ser reconducidas o superadas, pero forman parte de los procesos vitales de los seres humanos. Las personas mayores pueden sentir emociones positivas y negativas, como todo el mundo, y es algo absolutamente normal. La vejez, es un periodo que también puede ser muy feliz, aunque también es verdad que el paso del tiempo deja huella, algo que le ocurre a todas las personas que llegan a una edad avanzada. El no estar bien no es culpa del propio sujeto. Como dice Alessandri “Hay mucha presión en las personas mayores, una positividad tóxica: parece que es culpa suya no estar bien”. No se puede admitir, que en el mundo actual se considere, que la gente mayor ya no vale para nada y tiene que ser apartada de la sociedad. Vivimos en una realidad llena de máscaras y no se valoran las sensaciones y emociones, con empatía y sensibilidad.
Desde el análisis de Alessandri es evidente que, de forma general, no se respeta a los mayores en Estados Unidos, y se puede decir que en ninguna parte del planeta. No se tiene que sentir vergüenza de ser mayor, todo lo contrario, orgullo y alegría, por numerosas razones y motivos. Es como si todos los individuos tuvieran la obligación de ser siempre jóvenes o de parecerlo, casi en la totalidad de la duración de su existencia, lo que es realmente imposible y absurdo.
El envejecimiento forma parte de la condición humana y empieza desde la juventud. Es el simbólico precio por pagar, para vivir más tiempo. El elixir de la eterna juventud no existe. Como decía el gran psiquiatra Jung hay que vivir, da igual la edad, como si nos quedaran cientos de años de existencia, sin miedo a nada y con entusiasmo, alegría y pasión.
La lucha con los problemas, forma parte de la esencia de la realidad humana y hace crecer a los sujetos, ya que son capaces de resolver cuestiones que, a priori, pueden ser muy difíciles o casi imposibles, pero que se pueden solucionar. Nadie se debe dar por vencido nunca. Como decía Napoleón, la palabra imposible no está en mi vocabulario y lo demostró sobradamente. Mientras hay vida la esperanza se mantiene con toda su fuerza. Una actitud resiliente, activa y entusiasta es lo mejor para superar o relativizar los problemas, y esto es aplicable para cualquier persona.
Lo que también sucede es que vivimos en una sociedad, en la que predomina la superficialidad en las relaciones sociales, y esto causa como consecuencia un debilitamiento de la fraternidad, humanidad y comprensión. El individualismo y la competición feroz, por todo tipo de bienes, pone de manifiesto que existe una lucha de todos contra todos, con algunas excepciones, algo que empeora la convivencia en muchos aspectos. Es también el resultado de un egoísmo extremo, que desprecia todo lo que no sea el beneficio inmediato.
Hace falta un ambiente social más humanizado y empático para todos. El dinero no lo es todo. Estamos entrando en una nueva era, la de la Inteligencia Artificial y los avances de la genética, que podría servir para mejorar sustancialmente las condiciones de la vida humana de todos.
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