Detrás de un fenómeno tan complejo como el que los jóvenes españoles no se plantean ser padres, nunca hay una única causa ni una causa simple. Está claro que la tendencia no engaña y que, especialmente Europa, se ha ganado a pulso el invierno demográfico por el que está atravesando. La actitud de algunos celebrando esto como un triunfo de emancipación y progreso es signo de una crisis de civilización y también una crisis de sentido. Para algunos será incómodo constatarlo, pero una sociedad que no reconoce el sentido radicalmente positivo de la vida humana termina por ser una sociedad sin hijos. Y una sociedad sin hijos es, simplemente, una sociedad sin futuro.
|