“Es el lugar”, decía el mensaje para la Jornada de la Sagrada Familia que celebramos el pasado día 29 de diciembre, donde “renace la esperanza, donde podemos aprender a buscar la verdadera felicidad”. Y es que la familia es la escuela “donde experimentamos el amor incondicional” y aprendemos a no cansarnos de “perdonar” y a comenzar de nuevo una y otra vez. Pero resulta iluso pensar en la familia como una isla inmune a lo que sucede en el entorno. Recordar que la familia es frágil. Necesita ser acompañada, sostenida. Esta es una labor que corresponde a la sociedad en su conjunto, porque no hay sociedad sana sin familias sanas. Especial mensaje dirigían los obispos a “las familias que pasan por momentos de prueba”, a “quienes sufren la enfermedad, la pérdida de seres queridos, la pobreza o la incomprensión”. Como desafío para 2025, Año Jubilar, nos han propuesto redescubrir la belleza del amor familiar y fortalecer la vocación al matrimonio, una vocación que a menudo se ha dado por supuesta, pero que hoy sabemos bien que también necesita cuidados.
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