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Meditación trascendental

La que trasciende lo humano es la efectiva
Octavi Pereña
lunes, 10 de febrero de 2025, 10:17 h (CET)

Blaise Pascal, físico y filósofo francés del siglo XVII, escribe: “Todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre de sentarse tranquilamente solo en una habitación”. ¿Qué hará una persona encerrada sola en una habitación? Se sumergirá en sus pensamientos erróneos porque no sabe pensar correctamente y se dejará llevar por las ilusiones de su propia bondad y de la perversidad del resto de los mortales. El ser humano no puede permanecer solo porque si su alma está vacía y no la ocupa el Espíritu de Dios, el vacío dejado lo ocupa Satanás. Los pensamientos que se producirán vía cerebral no serán buenos.


Una sociedad espiritualmente analfabeta no cree en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, ni en Satanás. Considera mitos ambos personajes, lo cual lo lleva a no entender la realidad cotidiana. ¿Por qué las cosas son tal como son? Por nacimiento de mujer nacemos espiritualmente muertos, lo cual nos impide creer en la realidad de las cosas espirituales. No debe extrañarnos, pues, que la sociedad en general sea incrédula a las realidades espirituales. Si la cosa es así, ¿de qué sirve que una persona se siente sola en una habitación, cerrada la puerta, esperando que sus problemas se resuelvan como por arte de magia? La ignorancia respecto a las realidades espirituales hace que los hombres en las cosas esenciales tomen decisiones erróneas.


La pregunta que tan a menudo nos hacemos: ¿De dónde venimos? La incredulidad nos hace responder: Somos fruto de la evolución. Solamente se puede creer en la existencia del Creador por la fe, que es regalo de Dios. Por medio de ella, los servidores escogidos por Dios, profetas y apóstoles, nos ha hecho llegar todo lo que es necesario sobre las realidades espirituales. El resultado de esta revelación es que además de Dios existe otro personaje, maligno por cierto, que conocemos como Satanás. A éste, el diablo, Jesús le llama “padre de la mentira” y que es “homicida” desde el principio.

Debido al pecado de Adán, del cual todos procedemos por nacimiento de mujer, nuestro padre espiritual es Satanás que por ser el padre de la mentira se encarga de desacreditar la revelación divina que nos ha llegado por medios de los profetas y apóstoles que fueron inspirados por el Espíritu Santo a escribir todo lo que nos es necesario saber sobre las realidades espirituales.


Satanás no desea presentarse a cara descubierta como el personaje maligno y perverso que es. Induce a los hombres a creer que es el comediante mítico que en las fiestas mayores se presenta vestido de rojo, cuernos y cola, tridente en la mano y vomitando fuego, para jolgorio de mayores y niños. El verdadero Satanàs consigue que creamos que él es un bufón de feria. Se frota las manos de satisfacción teniéndonos atrapados en su red.


Encerrados solos en una habitación en espera de encontrar la luz que alumbre nuestro camino y así deshacernos de los problemas que nos aquejan, ¿Qué solución nos va a aportar el aislamiento si el consejero espiritual es el diablo, el padre de mentira y homicida desde el principio?


Jesús que es infinitamente más sabio que Pascal nos enseña qué tenemos que hacer cuando nos encerramos solos en la habitación. No tenemos que imitar a aquellos que públicamente pronuncian plegarias grandilocuentes como hacían los fariseos para presumir de una piedad de que carecían. Jesús nos dice: “Mas tú, cuando ores, entra en tu habitación, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará en público” (Mateo 6: 6). El consejo de Jesús a pesar que tiene cierta semejanza con el de Pascal, es muy distinto. Cuando tengamos la puerta de la habitación cerrada, alejados de miradas indiscretas, oremos a nuestro Padre celestial.

No nos enseña a hacer una mirada introspectiva para sacar algo bueno de nosotros que no tenemos. Nos enseña a dirigirnos a nuestro Padre celestial que es el Padre de la verdad porque es la Verdad. Su consejo será para nuestro bien. De la relación secreta con el Padre de nuestro Señor Jesucristo, lejos de los focos mediáticos saldremos de ella “fortalecidos en el Señor y en el poder de su fuerza” (Efesios 6: 10).


La plegaria en solitario, encerrados en la habitación alejados del mundanal ruido, es imprescindible. Pero no es la única manera de orar al Padre. El apóstol Pablo nos aconseja a “orar si cesar” (1 Tesalonicenses 5: 17). ¿Qué significa eso? Quiere decir que durante el día, en las distintas circunstancias en que nos encontremos, nuestros corazones pronuncien breves oraciones solicitando el favor de nuestro Padre que está en el cielo. Es así como la fortaleza del Señor se mantiene permanentemente lubricada.

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Dicen, y estoy de acuerdo, que el centro es un terreno peligroso electoralmente hablando, y pienso que esto es una realidad, ya que en poco tiempo hemos sido testigos de la debacle de muchos partidos que han apostado por esa posición. También he oído eso de que ser de centro es como todo el mundo dice que se tiene que ser, pero como a nadie le gusta que seas, y también puedo estar de acuerdo.

Ahondando en el pasado de la humanidad, podemos comprobar cómo, desde siempre, las distintas civilizaciones han vivido en la esperanza de otra vida después de la muerte. Por ello han procurado ofrecer a sus difuntos un habitad confortable, al que han rodeado de ese “ajuar” consistente en armas, alimentos, animales de compañía, joyas, ropajes, etc., que les hiciera más llevadero el paso por la “otra vida”.

Blaise Pascal, físico y filósofo francés del siglo XVII, escribe: “Todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre de sentarse tranquilamente solo en una habitación”. ¿Qué hará una persona encerrada sola en una habitación? Se sumergirá en sus pensamientos erróneos porque no sabe pensar correctamente y se dejará llevar por las ilusiones de su propia bondad y de la perversidad del resto de los mortales.

 
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