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¿Si pudiésemos nos cambiaríamos el cuerpo?

Me pregunto si esta obsesión por la imagen es un síntoma más de la decadencia de Occidente
Jesús Millán Muñoz
lunes, 17 de febrero de 2025, 09:03 h (CET)

Hace décadas ya se percibía en el ambiente que la imagen y el cuerpo iba a ser esencial, uno con deformación cultural, siempre pensaba el culto al cuerpo de los griegos antiguos. Pero debemos reconocer que se ha llegado a una situación, y, parece que no ha tocado techo o suelo, que jamás podríamos imaginar. Literalmente, se silencia o se margina o se le ningunea a casi toda la población con el cuerpo. A unos, por ser obesos, a otros por no estar suficientemente musculazos –aunque no se exprese-, a otros por falta de cabello, aquellos por cualquier otra característica. Esta es la realidad, la estética se ha desmadrado o hipervalorado o hiperinflado como valor. La estética que debería aplicarse a la naturaleza, o a las obras creadas por el ser humano, se aplica, día tras día, fehacientemente, al cuerpo y al cuerpo y a la carne de los seres humanos…


Nadie pregona que las personas no vayan lo mejor posible, pero sin exageraciones, creo que volver a la austeridad de la estética en el cuerpo-carne de cada persona, es absolutamente una meta necesaria, casi de urgencia. Creo, estimo, valoro que es una pendiente o una ascendente que parece no ha terminado todavía. Es más, se ha instalado una estética de la belleza, y, de la belleza con unos cánones tan precisos que uno, no sabe si hemos perdido la civilización occidental la cabeza, si hemos llegado con una supuesta racionalidad de la belleza, a una irracionalidad del comportamiento en torno a la belleza.


Si te falta un diente, enseguida parece que estás cometiendo un mal enorme, hay que irse corriendo a implantárselo. No niego que una boca sana es esencial, igual que es mejor tener terminado el bachillerato que la ESO, y, no es lo mismo disponer de mil valores positivos que no disvalores o desvirtudes. Pero volvamos al sentido común y a la racionalidad de la vida y de las costumbres y de los usos… Volvamos a la racionalidad moral de la existencia. Si no queremos llegar a puntos sin retorno…


Es verdad, que ciertas voces, a semejanza de mi modesta pluma, de vez en cuando te encuentras en los medios de comunicación que nos indican volvamos a tener sentido común. Todo es necesario pero con limitaciones, moralidad, corrección, equilibrio. Este amanecer me he encontrado con un artículo titulado: La obsesión por la imagen: del “body positivity” al “body shaming”, […], firmado por Elena Escobar Gil, publicado en Aceprensa, el día 26 de diciembre del 2024. En la que como todo artículo comenta varios aspectos de dicha situación o cuestión.


Un artículo, hay que ser consciente, una columna de opinión, es como una conversación con un conocido o con un amigo en la calle. Él o ella expone sus puntos de vista, y, el interlocutor, está de acuerdo en algunos aspectos y no en otros. Creo que los artículos de opinión personales o literarios cumplen esa finalidad. Creo que la principal es que nos sitúan delante de los ojos, un tema, que quizá hayamos olvidado, o, una realidad actual, y, nos dispensa otro punto de vista. De decenas de miles de artículos de opinión que haya leído en mi existencia, ya va siendo larga, no puedo decir, que hayan existido cientos que haya estado totalmente de acuerdo, en la mayoría existían puntos de desarrollo que no estaba de acuerdo, en otros les faltaba un punto esencial para mí. Aquellos utilizaban un lenguaje demasiado soez, los otros, no tenían contenido, los de al lado poca belleza, en otros demasiada, el articulista estaba ebrio de metáforas, sin saber, muy bien lo que quería expresar. Etcétera. Expreso este párrafo, porque le recuerdo al lector/a en qué campo de juego está enhebrando la aguja.


Estoy de acuerdo con la autora del artículo, que indica que si tuviésemos o pudiésemos cambiarnos algo del cuerpo todos haríamos algún cambio o recambio. Creo que ese dato, no lo tendrían que indicar los sociólogos y estadísticos, creo que muy poca proporción de personas, se quedarían con su cuerpo. Unos querrían ser más altos, otros con menos sobrepeso, aquellos con un cuello más corto, aquel con unas piernas más esbeltas, los otros disponer de un cuerpo de veinte años menos, aunque tuviesen cincuenta, aquel otro y aquella otra, hasta el infinito de posibilidades de cambio…


Me he preguntado alguna vez, quizás demasiadas, en esas cuestiones, que siempre tienen un entronque con algunos temas de filosofía y metafísica, porqué y por qué existen pocas personas que estén contentas con su cuerpo, o al menos se conformen… Una cosa, es que alguien tenga un defecto de la visión y le gustaría pues ver mejor. Eso es una cuestión, y, otra es la obsesión irracional, que todo el mundo se cambiaría algo de su cuerpo o apariencia, para parecer y aparentar otra cosa. No niego, que siempre hay que seguir los criterios de la salud, de la correcta y ortodoxa y científica salud. La salud, pero salvo la salud, echarle más horno al horno de la vida, creo que es un error por exceso. Quizás y sin quizás sea malo la obsesión por el cuerpo-carne el ser humano hemos arribado.


Quizás, me pregunto si tanta desesperanza, una de las raíces, es que casi nadie está de acuerdo con su cuerpo. Da lo mismo, el estrato social o ideológico o cultural o étnico o metafísico en que se mueva, al menos, al menos en Occidente, ha entrado un huracán, que lleva ya décadas, que pocas personas están de acuerdo con su cuerpo. Pocas personas, eso parece, quieren a su cuerpo, aunque sepan que tiene ciertos límites. Que saben lo que hay que mejorar por salud y algunos otros temas, pero con racionalidad y sentido común y prudencia y saber ortodoxo…


Me pregunto si esta obsesión por la imagen, en exceso, es un síntoma más, de la decadencia de Occidente… Pienso, en estos temas, como en otros, mucho en los griegos y en los romanos. Me acuerdo ahora, no sé porqué cuándo el primer emperador, de hecho, el primero entre los primeros, Augusto, tiró y rompió una vajilla de vasos de cristal natural, de un valor enorme, porque fue invitado a una casa, y, el dueño de la casa, a un esclavo que se le cayó uno, y, se le rompió lo castigó con la muerte inmediata, en un estanque lleno de peces hambrientos.


Ante esta realidad y hecho, Augusto, con sus virtudes y sus defectos, se levantó y todos los vasos de cristal natural, los dejó/tiró para que se rompiesen… ¡También, sé que es hoy, un parámetro esencial en el sistema económico…! ¡Quién, nos puede decir, si en Occidente estamos desnudos como el cuento, por vestirnos de demasiada belleza, demasiado culto y religión al cuerpo…!

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