Todos los Santos y la peculiaridad de San Guinefort
El 1 de noviembre, el cristianismo occidental celebra la festividad de Todos los Santos, mientras que en la tradición ortodoxa esta celebración tiene lugar el primer domingo después de Pentecostés. La Iglesia Católica Apostólica y Romana instauró esta solemnidad para rendir homenaje a todos los santos, incluidos aquellos cuyas virtudes permanecen desconocidas para los hombres, pero que son reconocidas por Dios. Además, busca conmemorar a todos los que alcanzaron la santidad sin un día particular en el calendario litúrgico. Curiosamente, esta fecha coincide o sigue al 31 de octubre, víspera de Halloween, una celebración ampliamente difundida en la cultura estadounidense con raíces en antiguas costumbres paganas.
La vastedad del santoral católico
La última actualización del Martyrologium Romanum, realizada recientemente, enumera alrededor de 6650 santos y beatos, junto con 7400 mártires. Este compendio oficial de la Iglesia Católica es testimonio de la riqueza de su tradición hagiográfica. Todos los Santos, que últimamente ha quedado eclipsado por la popularidad de Halloween, nos recuerda que el cristianismo ha sido, a lo largo de la historia, una fuente inagotable de modelos de altruismo y entrega al prójimo.
San Guinefort: el perro santo
La veneración cristiana de los santos combina genuina devoción, relatos fabulosos, cálculos políticos y, en ocasiones, superstición. Estas características han dado lugar a historias singulares, algunas de ellas mucho más extraordinarias que las leyendas asociadas con Halloween. Un ejemplo notable es el de San Guinefort, un perro venerado en Francia durante más de 700 años.
San Guinefort vivió en el siglo XIII y, según la tradición, fue injustamente asesinado tras ser acusado de intentar dañar a un niño. Sin embargo, la verdad era que había salvado al pequeño de un peligro mortal. A pesar de los esfuerzos de la Iglesia por suprimir este culto, Guinefort fue venerado como santo y mártir hasta bien entrada la década de 1930 en ciertas regiones rurales de Francia. Su condición como perro, sin duda, era un elemento discordante para la ortodoxia eclesiástica. Pero el alma no tiene ni sexo ni especie.
La Historia de San Guinefort: El Santo Perro
San Guinefort es una figura fascinante dentro del cristianismo, aunque no es reconocido oficialmente por la Iglesia Católica. Su historia, profundamente arraigada en la tradición popular francesa, se desarrolló en el siglo XIII y es un claro ejemplo de cómo la devoción y las creencias populares pueden trascender las doctrinas oficiales.
La leyenda de San Guinefort surge en la región de Lyon, Francia. Guinefort era el perro de un noble que vivía en una finca rural. Un día, el noble salió de su casa dejando a su hijo pequeño al cuidado de Guinefort. Durante su ausencia, una serpiente venenosa entró en la habitación del niño. El perro luchó valientemente contra la serpiente, logrando matarla y salvando al bebé. Sin embargo, cuando el hombre regresó, encontró a su hijo rodeado de muebles caídos y al perro con el hocico ensangrentado.
Creyendo que Guinefort había atacado al niño, enfurecido, mató al perro acto seguido. Poco después, descubrió al niño sano y salvo, junto con el cadáver de la serpiente. Afligido por su error, el noble enterró a Guinefort en una tumba que hizo para él y la rodeó de piedras, convirtiendo el lugar en un pequeño santuario.
El culto a San Guinefort
Los campesinos locales comenzaron a venerar a Guinefort como un santo en lo sucesivo y así fue hasta el siglo XX. Lo consideraban un protector de los niños y llevaban a sus hijos enfermos al santuario, realizando rituales que combinaban prácticas cristianas con elementos de superstición popular o tradiciones ancestrales de la zona. Estas ceremonias incluían dejar ofrendas, encender velas y realizar oraciones para pedir la intercesión del "perro santo".
El culto a San Guinefort fue notablemente persistente y en el siglo XX, hay constancia de personas que visitaban el santuario en busca de curaciones y protección para sus hijos.
La posición de la Iglesia
La historia de Guinefort aparece en el libro De Supersticione, escrito a mediados del siglo XIII por el dominico Étienne de Bourbon, hasta el momento es el documento más antiguo donde consta esta historia. Este dominico fue uno de los primeros inquisidores y redacta una larga lista de supersticiones, de leyendas y de herejías; y también fábulas moralizantes, entre las que se encuentra la de Guinefort, el perro santo.
La Iglesia Católica, sin embargo, se opuso al culto a San Guinefort. En el siglo XIII, el inquisidor Étienne de Bourbon documentó la existencia de este culto en la región de Dombes, cerca de Lyon y lo condenó como herético porque consideró que venerar a un perro como santo era incompatible con la doctrina cristiana. A pesar de la oposición del eclesiástico por erradicarlo, la devoción al perro continuó durante siglos en las comunidades rurales pues Guinefort se había convertido en un símbolo de devoción popular.
San Guinefort es un ejemplo emblemático de cómo las tradiciones populares pueden dar forma a creencias espirituales y prácticas religiosas, incluso cuando estas desafían las enseñanzas oficiales. Aunque no figura en el santoral oficial de la Iglesia, su historia sigue siendo un recordatorio de la conexión entre lo humano, lo animal y lo sagrado en las creencias populares. No olvidemos nunca que el hombre es animal también, pertenece al reino animal, que los perros son otra especie de la Creación y que el alma no distingue entre sexos ni entre especies, lo que pasa que el humano se ha obstinado desde el principio de los tiempos en cargarse de sobervia y considerarse la joya de la Creación, teniendo mucho que aprender de los animales y otros reinos de la Creación.
Hoy en día, la historia de San Guinefort se ha convertido en un tema de interés académico, estudiado por antropólogos e historiadores de la religión como un caso único de un animal venerado como santo. Aunque su culto ha desaparecido en gran medida, su historia sigue viva como una curiosidad cultural y un ejemplo de la riqueza de la tradición popular cristiana.
Otros santos con historias curiosas
San Guinefort no fue el único caso peculiar en la tradición cristiana. Según ciertas fuentes orientales, San Cristóbal fue descrito como un ser con cabeza de perro. Este detalle, probablemente, se originó por un error de traducción: el término latino "canaáneo", habitante de Canaán, fue confundido con "canineus", derivado de "canis", que significa perro. Más allá de esta confusión, el bautismo de San Cristóbal en los relatos legendarios transformó a este "hombre-perro" en un mártir y santo venerado.
En ocasiones se combinan aspectos de lo divino y lo humano, dando lugar a figuras que, aunque a veces están envueltas en relatos extraordinarios, representan virtudes universales de sacrificio y generosidad. En días como Todos los Santos, se pone en relieve este legado espiritual, que se mantiene como una fuente de inspiración, incluso frente al auge de celebraciones más seculares como Halloween.
Hay historias parecidas en otras partes del mundo e incluso recientemente hemos tenido ocasión de ver noticias similares en las que el perro de la familia defiende con su vida a un miembro de la familia y termina pagándolo con su vida. Está también uncuento popular en galés: El sabueso fiel, cuyo protagonista es Gelert, el perro del rey Llywelyn El Grande, este suceso es de la misma época que Étienne de Bourbon. La historia ya circulaba por el lugar cuando el dominico llegó y pudiera ser que coincidiesen ambas historias con el mero cambio del nombre del perro, quizás el religioso decidiera dejarla por escrito como historia moralizante que habla de los peligros de quien actua movido por la ira, que es uno de los pecados capitales.
Casos aceptados por la religión oficial
En Nepal, los perros tienen un lugar especial en el festival Kukur Tihar, una celebración dedicada a honrarlos como mensajeros del dios Yamaraj y guías hacia la vida eterna. Durante este evento, se veneran a los perros con guirnaldas, alimentos y muestras de respeto, reconociendo su vínculo espiritual con el mundo divino y el papel que desempeñan en la transición entre la vida y la muerte.
En contraste, dentro de la tradición judeocristiana, no solo los perros sino todos los animales son objeto de bendición en días especiales. Uno de los momentos más significativos es la celebración de San Francisco de Asís, considerado el patrono de los animales y el medio ambiente. En su honor, muchas comunidades organizan ceremonias donde mascotas y animales de granja reciben la bendición divina en los atrios de las iglesias, simbolizando el cuidado y respeto por toda la creación.
Asimismo, en la fe relacionada con San Lázaro, venerado tanto en el cristianismo como en la santería, donde es conocido como Babalú Ayé, se destaca la leyenda de los perros que lo acompañaron y ayudaron a sanar sus heridas lamidas mientras sufría de lepra. Por esta razón, San Lázaro es considerado no solo un santo curador de enfermedades graves, sino también el protector de los perros callejeros y de quienes sufren abandono.
Estas tradiciones reflejan el profundo vínculo cultural y espiritual que diversas civilizaciones han cultivado con los animales no humanos, reconociéndolos como compañeros y símbolos de lo divino. No sólo está Dios en los hombres, animales humanos sino en los no humanos también, en la misma medida, aunque espiritualmente podamos incluso considerar a los animales por encima de los humanos, siempre parecen estar un peldaño por delante de nosotros en ese camino de perfección que es la VIDA.
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