En una mañana, hace unos días, Puigdemont perdió a dos de los que fueron firmes puntales del presidente en el exilio: Toni Comin y Laura Borràs. El primero se presentaba al cargo de presidente del Consell de la República, y la segunda estaba pendiente de la respuesta del Supremo al recurso contra la sentencia del TSJC que la había condenado por unos hechos ocurridos mientras presidía el Institut d'Estudis Catalans. Ambos hacía tiempo que habían perdido el cobijo del paraguas de Waterloo, el propio Puigdemont había pedido a Comin, tras unas acusaciones de mal uso de los fondos económicos del Consell y una acusación de agresión sexual, que no se presentara a las elecciones para presidir el organismo republicano, éste no hizo caso y los resultados de la votacion le descabalgaron haciéndole saber que, en política, no se puede perder el favor del líder.
El Supremo ha ratificado la condena que el TSJC impuso a Laura Borràs de cuatro años y medio de prisión, 13 años de inhabilitación y 36.000 euros por el fraccionamiento de contratos cuando estaba al frente de la Institució de las Lletres Catalanes, para favorecer a un amigo. En ocasiones la prepotencia está detrás de estas actuaciones, te crees con poder para transgredir la ley, y más cuando esta práctica del fraccionamiento de contratos suele ser habitual. Laura Borràs no ha sido condenada por independentista, los hechos han quedado probados y nada tienen que ver con el Proceso Y, por tanto, Borràs no puede, por mucho que los suyos lo proclamen, acogerse a la amnistía. Hay unos hechos probados constitutivos de un delito establecido en el Código Penal, hasta aquí todo correcto, no hay fake law dónde aferrarse. Otra cuestión es si los jueces han apuntado a Borràs para conseguir un trofeo de caza mayorpor su carácter de icono independentista. Es muy posible, tanto como lo es que la pena impuesta en relación al delito es excesiva, y por estimarlo así el TSJC en su sentencia pedía el indulto de una parte de la pena para evitar el ingreso en prisión de Laura Borràs. Ahora, después de la ratificación de la condena por parte del T.S. alguien debe pedir el indulto al Gobierno, indulto que desde Madrid concederán sin ningún problema, a no ser que desde Waterloo estiren tanto la cuerda de los acuerdos que esta se rompa. Pero a Laura Borràs, entre o no en prisión, el favor que le hizo a su amigo le ha costado su corta carrera política.
La alcaldesa independentista y ultraderechista de Ripoll sale reforzada del reto que lanzó a sus opositores y continúa como alcaldesa gracias a Junts, los mismos que en el 2023 la dejaron acceder al cargo al negarse a votar contra ella para contentar a los empresarios de la Comarca que no querían un gobierno municipal de coalición donde estuviera la CUP. Entonces fue Laura Borràs, presidenta de Junts, quien salió en su defensa excusándose en que era la lista más votada y nadie tenía derecho a arrebatarle la alcaldía. Ahora ha intervenido el Sant Crist Gros de Junts, el propio Puigdemont, para descabezar, con excusas banales, un acuerdo de toda la oposición municipal de Ripoll para echar a la extrema derecha de la alcaldía. ¿A cambio de qué? ¿Veremos dentro de dos años gobiernos municipales JUNTS-Aliança Catalana? Junts teme qué una parte de sus votantes les abandonen trasladando sus votos a las urnas de Aliança Catalana, la ultraderecha amparada en la barretina y la bandera cuatribarrada. Los comentarios en las redes sociales así lo hacen pensar así como el trasvase de algunos políticos hacia las filas de Silvia Orriols a quien las encuestas le son favorables augurando un considerable aumento de votos en los próximos comicios electorales. Pero JUNTS se ha equivocado al negarse a descabalgar a la ultraderecha de la alcaldía de Ripoll. A no ser que en su hoja de ruta aparezca un atajo para llegar al poder en el que le tienda una mano esa ultraderecha catalana que el pasado domingo estaba, junto con VOX, en Alemania invitada en el cuartel general de la extrema derecha alemana celebrando su éxito en las elecciones germanas. El mismo Jordi Pujol se ha mostrado contrario a la actitud de sus antiguos correligionarios manteniendo que se ha de mantener la exclusión de Aliança Catalana porque “con la política y mentalidad etnicista Catalunya hoy no existiría”, también Pujol es consciente del peligro para Junts de no aislar a la extrema derecha y se muestra preocupado porque los votos de Junts puedan ir a parar a la extrema derecha independentista “En las próximas elecciones, una de las víctimas será lo que había sido Convergència, porque alguno de nuestro mundo, lo que ahora es Junts, podría pasar a Aliança Catalana”. Parece ser que en la Casa de la República en Waterloo no piensan como el que durante más de veinte años presidió la Generalitat catalana, tal vez por ello, y pese a que hace meses se anunció a bombo y platillo su afiliación, y la de Artur Mas, a Junts, ninguno de los dos ha dado el paso de solicitar el carnet del partido de Puigdemont. Tal vez son más partidarios del diálogo que de ir estirando la cuerda, con el peligro de romperla, o de tener que envainarse propuestas, como ha pasado hace pocos días con la cuestión de confianza que exigían a Pedro Sánchez.
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