Los avances científico-técnicos son siempre ambivalentes. Son el fruto de la capacidad humana de hacerse preguntas y avanzar en el conocimiento. Desde el punto de vista práctico plantean un dilema moral relacionado con sus efectos. La llamada “inteligencia artificial” no es, en este sentido, un desafío menor. La Iglesia católica quiere afrontarlo desde dos aspectos: el antropológico y el ético. El primero, porque afecta a la conciencia de identidad humana; el segundo porque implica cierto grado de autonomía a los “artefactos” creados por la inteligencia artificial que comprometen la noción de responsabilidad ética. Un adecuado discernimiento implica preguntarse por la naturaleza de la inteligencia artificial, el propio uso del término inteligencia y su alcance, su relación con la tradición filosófica y teológica, y, su relación con la identidad humana.
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