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Eunice, Yolanda, Victoria, Carmen y Chavela, ¿malinchistas? Después de “María Musgo”: Costa Rica y su actual filosofía postmoderna 'woke'

Yordan Arroyo, Salamanca
Lectores
sábado, 1 de marzo de 2025, 10:40 h (CET)

Capta mi atención que a raíz de mi reciente propuesta sobre el fenómeno cultural “María Musgo”, como parte de algunos de los modelos recientes de poesía (comúnmente de muchas ventas y difusión), aunque queden muchísimas interrogantes por resolver, surjan cada vez más actos y actores desmoralizados y se asuman cada una de mis palabras como si mediaran resentimientos y asuntos personales. No, ni resentimientos ni asuntos personales como tales. Inicié una investigación con ciertas ideas y con datos que fueron cambiando y asimismo me fueron impactando. Al final en eso consiste una investigación, y más si de sociología literaria y experimental se trata.  


No es que falte calle o haya deseos de chisme, como aseveran algunos, quienes han llegado a celebrar, extrañamente, una supuesta investigación sobre los Premios Aquileo, publicada en Facebook. Así opinan las personas con ideologías sectarias, según intereses personales. No es de asustarse. Estoy acostumbrado a ver este tipo de reacciones y otras como decir que “estoy desorientado”. ¿Por qué?, ¿Acaso por destapar controversias que nos corresponden a quienes sentimos y cuestionamos los cambios que estamos viviendo?, ¿y qué sucedería si fuera un hombre quien utiliza tales términos para referirse a una mujer?, ¿le vetarían por misógino?


En fin, estamos en el siglo XXI y como lo dijo Jorge Chen Sham en una de sus recientes publicaciones en Facebook, vivimos una batalla contra el mundo mediático. Hemos llegado a tal punto de ver personas reaccionando a su publicación y a su vez celebrando la burla al sistema universitario tras el “Honoris Causa” que la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en España acaba de otorgar (sin importarles lo que el Departamento de Clásicas opinara) no por capacidades de investigación, sino por marketing, al percibir cómo en las estructuras semióticas de la más reciente cultura se logra pasar de ser divulgadora a gran ensayista y ahora se supone que investigadora, cuando lo que incrementó fue su potencial de divulgación. Todo apunta a que ya no existen los límites y los propios seres humanos están permitiendo este tipo de dinámicas al homogeneizar el pensamiento para responder y calzar dentro de las masas.


Esas mismas personas son, también, quienes apoyan y festejan, por espectáculo, género y marketing, publicar a una ya conocida divulgadora modelo neoliberal [1], con fondos públicos costarricenses, a quien en distintas ocasiones, grandes maestros de la filología clásica en España han atrapado, con sus debidas pruebas, incurriendo en plagio con sus investigaciones y sus traducciones (como yo mismo llegué a constatarlo, el 19 de enero de 2025, con unos nuevos versos de Eurípides traducidos al castellano únicamente por el helenista Luis Arturo Guichard) y a su vez se ha atrevido a recomendar entre otros, por asuntos de marketing, La clase de griego de Han Kang, novela bastante plana y seca que tanto ha decepcionado a varios de sus lectores, y me incluyo. De eso tratan las dinámicas divulgativas en el imperio cibernético de las masas: yo te doy-tú me das (no importa la calidad).


No esperaba perder mi tiempo leyendo una aparente excelente novela de una Premio Nobel de Literatura. La etiqueta de excelencia fue una fantasía creada por el mercado cibernético postmoderno neoliberal en la que muchas personas caímos seducidos, tal cual sucedió con María Musgo. Cada quien puede animarse a tener su experiencia y preguntarse qué está sucediendo. Pero aquí entramos en problemas de recepción lectora, pues hay cierto público del siglo XXI consumiendo un perfil de obras que responden a ciertos patrones ideológicos, de velocidad y mercadeo, sin importar el grosor de su contenido, sesgos, ausencia de referencias y citas o que incurren abiertamente en el plagio, protegidas por sus grandes éxitos en la sociedad mediatizada. Con este asunto es bastante difícil lidiar, aunque ignorarlo y autocensurarse para no opinar no es para nada una solución al problema.


Las variantes de investigación a las que me refiero, según pueden verificarse, han sido objetivas y las que no son preguntas que irán resolviéndose a su tiempo, por eso, en el trayecto me he tropezado con personas de cuyas identidades nunca había dudado, pero por una u otra razón me hicieron ver que parte de mis perspectivas estaban limitadas, sea por sentimientos/emociones o por carencia de un estado crítico de la cuestión alrededor de un acontecimiento que, según parece, debía explotar con la magnitud que lo ha hecho, incluso salpicando a quienes quizás sólo entraron al proceso de dictadura de las agendas woke y la 2030 (sigo el criterio de Fernando del Pino Calvo-Sotelo) sin darse cuenta, sólo para intentar ayudar a los más jóvenes, ya sedientos de granadas, rifles y hemoglobina. 


Cada uno de los detalles analizados hasta el momento refiere con precisión a sus responsables, partiendo de lo que han expresado por medio de la tinta. De nada sirve enviar a otros individuos de cierto cenáculo, capilla o quién sabe si mafia, a atacar, amenazar o expulsar odio y censura, cuando quien escribe firma siempre con nombre y apellidos, de frente y solo, no a través de perfiles falsos como lo han hecho algunos ciudadanos y lo siguen haciendo otros, como si fueran sus discípulos (extrañamente no es así). Tampoco expulsar de grupos a quien se le contactó para verificar un supuesto plagio y terminó en un posible más allá de un hecho que hoy muchas personas consideran “común y corriente”, mientras otras callan, quizás por tráfico de influencias o simplemente por miedo. Eso es censura, no existe otra palabra, y por esto estamos legitimando una cultura del pánico. Mucho menos creo que sea válido tomar frasecitas sueltas del libro Archivo Dickinson de María Negroni para sugerir dudas sobre mi proceder y por qué vivo en otro país, gracias a que soy un malinchista y por eso resido en otro sitio, según aseveran algunos, intento de argumento común, entre quienes padecen el síndrome de Procusto.



Aunque me considere ciudadano del mundo, amo el país donde nací con la mirada llena de asombro y lo amaré siempre; por eso, nunca he dejado de trabajar, gratuitamente, a favor de sus literaturas, de leer y rescatar/apoyar autores locales y estar al tanto de la situación política del país. Estoy constantemente compartiendo mis opiniones con quienes merece realmente la pena hacerlo. No viene al caso insinuar malinchismo, intentando asumir el concepto de manera ofensiva-degradada, o presentarse como supuestos semióticos para atreverse a plantear miradas anacrónicas del mito de Medea, que ni siquiera conocen a fondo porque no son más que farsantes divulgadores.


¡Pobre princesa de la Cólquide al tener que soportar tantas ocurrencias por parte de ciertos jasones, quienes intentan ser expertos en todo y al final no lo son en nada! ¿Por qué? Porque a pesar de los fuertes deseos de mostrarse eruditos a la velocidad de la luz no sólo no leen, sino que no saben leer, lo cual es todavía peor. La línea entre divulgación e investigación es amplísima y no la podemos recortar. ¡Ayyy de estos supuestos pseudosemióticos neoliberales postmodernos que ya no saben ni qué inventar para acribillar las neuronas de las masas! Es esta la caída de la Ciudad Letrada, como lo dice Martín Rodríguez Gaona, sí, y cuánto sufrimiento provoca en quienes todavía luchamos por ella intentando mantener su dignidad y respeto al pie del cañón, aunque algunos insinúen que la guerra ya acabó y la ganaron los totalitarismos fascistas. Claro, es eso lo que anhelan desde hace varios años.  

A ver, unas clases de historia, literatura griega e interpretación textual nunca le vendrían mal a nadie, mucho menos a quienes se presentan como críticos de arte, según apuntan en su falso, sin vergüenza alguna, currículum, pero no tienen ni un solo trabajo serio, sino autopublicaciones dudosas y sin una sola cita o referencia. Porque sí, de eso va mucha gente hoy no sólo en Costa Rica, sino en diferentes partes del mundo: de abultar biografías con datos falsos, de crear/creer en instituciones muy poco serias y de sostener que las ideas son de todos y que por eso los plagios/ciberplagios/autoplagios son un invento capitalista, así como también lo dicen del calentamiento global, del patriarcado y de tantas tonterías que retuercen a su conveniencia, porque el “pensamiento” es de “todxs”, es democrático, tal cual se convirtió el arte polarizado que hoy atosiga diferentes espacios cibernéticos, porque ahora todo mundo es pintor, poeta, músico, tallerista, ensayista, investigador y experto en astrología, medicina alternativa, cáncer, guerras, pandemias y cuanta cuestión se les ocurra. Y si les dices algo, te convertirán en un clasista. ¡Arriba la “democratización” de la cultura! Sí, pero con sensatez.


En fin, quien empezó siendo un joven de izquierda, luchador, a sus 17 años, en las calles, en las huelgas de la Universidad de Costa Rica (UCR), formado entre aulas que van y vienen de San Ramón de Alajuela a San José, hoy libre pensador, debe admitir que el postmodernismo woke llegó a los extremos y seguir tales paradigmas es sentir placer por ciertas ideas de tipo nazi (aquí concuerdo con Miguel Pérez Pichel), así como lo leen, si se me permite, teniendo claro el genocidio que eso representó, la metáfora para referirme a los extremismos.  Por eso hay quienes no soportan que tengan un aire acondicionado encendido en una reunión porque se atreven a gritar que lo apaguen porque eso es patriarcal. ¡Por favor!


Ningún nacionalismo, feminismo, decolonialismo, si se quiere “inclusivismo” general es sensato si se lleva a los excesos, porque todo extremismo (ya aquí ni es prudente hablar de derechas o izquierdas, porque muchas cosas se difuminaron, se mezclaron y ya cada quien busca sólo cubrir sus intereses) conduce a la pérdida de la cordura, al sesgo crítico, que es lo mismo. Sin pensamiento crítico estamos ausentes como seres humanos, perdidos como sociedad, pues es de los pocos asuntos que nos distancian de la especie animal. La ideología postmoderna woke está logrando un efecto inverso a la Ilustración, que lucha por la igualdad de los derechos de los seres humanos, y está logrando una fragmentación pendular en las identidades culturales. Por eso algunos se atreven a decir que la “buena” poesía ya no existe y que ya no hay que leer a los clásicos porque todo está comprimido en los demás autores. Bueno, ya no citemos porque el conocimiento es de todos. ¿Y los derechos intelectuales y de autor dónde quedan? ¿Es eso fomentar la lectura? ¿o acaso el consumo para distanciarnos de la comprensión lectora y del pensamiento crítico?   


Recibir insinuaciones de malinchismo por parte de algunas personas que se supone viven en la poesía me permite notar la pobreza de argumentos a la hora de intentar quitarle mérito a mis hallazgos alrededor del fenómeno cultural “María Musgo”, el cual no expuse pretendiendo “fama” ni “inmortalidad”, lo cual poco me importa (contrario a otros), mucho menos en una cultura de la cancelación y de identidades impostadas, sino para destapar un asunto que nos compete a todos o dejar claro que quizás hay fondos públicos en juego y no es tiempo de estarse burlando de nadie. Mucho peor aún atreverse a decir que Costa Rica no ha sido patria/matria conservadora, atravesada por favoritismos y acciones dudosas en ciertos aparatos de poder. Al mencionar tales batiburrillos sólo denotan un tremendo sesgo histórico y crítico, propio de divulgadores (sin obviar que también hay niveles de divulgadores: “inteligencias” artificiales de carne y hueso, diría).


 Es necesario preguntarse ¿Por qué razón Eunice Odio murió en México en condiciones desafortunadas? ¿Por qué mujeres como Victoria Urbano, María Isabel Carvajal (Carmen Lyra)[2], María Isabel Anita Carmen de Jesús (Chavela Vargas) o Yolanda Oreamuno tuvieron prácticamente que huir del país?[3] ¿Por qué personas como José Ricardo Chaves o poetas relativamente jóvenes como David Cruz han hecho un mejor camino lejos de la tierra que los vio nacer? ¿Qué fue de Roberto Brenes Mesén cuando vivió en Estados Unidos, por qué se fue de la ciudad de los monos, como nos lo dice más o menos Iván Molina Jiménez? A su vez, ¿por qué cancelar a Joaquín Gutiérrez de manera desmesurada?, ¿por haber sido comunista?, ¿por convertir Cocorí en una fábrica de interpretaciones muy propias de los totalitarismos fascistas del siglo XX?, ¿o será para hacer de la Universidad Nacional (UNA) un remedo de la universidad “gringa” con estudios culturales en la tendencia de moda? ¿El pensamiento crítico, objetivo y científico dónde queda? Y, ¿dónde queda la poesía con estos remedos? Claro, ahí sí que no existe.


Me marché siendo ya joven profesor universitario y con varios proyectos que vinculaban al país, como lo sigo haciendo hoy; hice mis maletas, con lágrimas en mano y cicatrices de vértigo en el pecho, buscando mejores condiciones de vida profesional, creativa e intelectual, decisión de la cual no me arrepiento, porque lo que me permitió llegar a Europa fueron mis propios atestados académicos, hechos con honestidad y muchísimo esfuerzo, de eso tienen fe la Universidad de Costa Rica (mi antigua casa), el Banco Santander y la Universidad de Salamanca, mi actual centro de estudios, quienes creyeron en mí, pero principalmente esta última institución educativa, la tercera más antigua del mundo, por extender mi pensamiento crítico y seguir abriéndome puertas, eso lo agradeceré siempre.


Yo nunca necesité ni tuve que arrodillarme para tener padrinos mágicos ni arrebatar de su sitio a personas que con honores ocuparon cargos de instituciones que ellas mismas crearon y hasta aquella fecha podíamos considerar dignas (al margen de carnicería cultural barata, para ganar “likes” en las redes sociales). Tampoco tuve que recurrir a un grupito para dañar personas en específico (más bien me alejé de colectivos), poner en práctica el arribismo cultural y académico, hacer oscura y acrítica propaganda para que ciertas personas obtuvieran a la fuerza el Magón (Premio Nacional de Cultura en Costa Rica) y lanzarlas así a la nueva era del espectáculo, escribirle a jurados para que me dieran premios, quedarme callado para complacer a ciertos “dioses sagrados (más bien diría sobrevalorados)”, ser parte de jurados impostados cuyos premios ya están asignados para los amigos, cometer alguna especie de fraude en un concurso, entre otras cuestiones, para llegar hasta aquí. En mi caso, necesité esfuerzo, lucha, pasión, sacrificio, valores, honestidad y creer mucho en mi trabajo y en sus frutos. Nada de eso ha sido inmediato, me ha implicado años.


También, a mí, Telémaco, me fue útil contar con un Ulises que nunca salió de Ítaca y siempre me apoyó para que fuera yo quien saliera de la mítica isla. Asimismo, me sirvió contar con otras cuántas personas que siempre me han brindado su amor y su apoyo cuando lo he necesitado y conocer poetas honestos y de corazón puro. Y me dio mucha fuerza la memoria-compañía espiritual de mis abuelos humildes y luchadores. Mi abuelo Chalo, quien participó en la Guerra Civil de 1948, según me lo contó cuando yo apenas era niño. ¡Cuán importantes han sido para mí! Por ellos creo en la poesía y en la ética, porque me la enseñaron y me guiaron para ponerla en práctica. Por ellos levantaré siempre la voz al ver, entre otras cosas, cómo ciertas instituciones, entre pleitos y violencia, se están destruyendo, cómo ciertas instituciones se han convertido, por algunos gánsteres, en fábricas de piratería cultural y no en centros de enseñanza universitaria y cómo ciertas organizaciones están siendo tomadas, a la manera de una dictadura, por ciertos sicarios culturales, fanáticos de la cultura woke.


No puedo ignorar el hecho de que asignen premios e incumplan sus normativas, una y otra vez, como sucede con el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría, desde mucho antes de terminar una convocatoria, para “canonizar” ciertas ideologías y modas que siguen pretendiendo imponer a la fuerza y a como dé lugar, más allá de si es o no una obra de calidad. No hablo por mí, por asuntos de ego como lo hacen muchas personas, hablo por casi todo un país de poco más de cinco millones de habitantes. O todavía más cuestionable, pretender callarme luego de ver cómo alguien, no a partir de méritos, lo cual sería lo ideal y lo aplaudiría, sino por arribismo (te doy esto y tú me das aquello [compra y venta cultural]), por hablar de/en lenguaje así llamado inclusivo y por poner en práctica el famoso tráfico de influencias obtiene un puesto en la Academia Costarricense de la Lengua (ACL), que todos los costarricenses deberíamos proteger con orgullo. Y aun así, se atreven a publicar este nombramiento en redes sociales, con postureo y falsedad, asunto íntimo de la palabra fraude. ¿Este tipo de hechos los detendrá el lenguaje inclusivo? ¿No es equidad y un mejor mundo lo que se supone buscamos? ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¡Menudos golpes al país! Se busca humanismo y desarrollo y yo lo que veo es una dictadura de la cancelación contra el pensamiento crítico y un intento de homogenización abismal.


Quienes no se pronuncien al ver cómo a un país tan reconocido internacionalmente como lo es Costa Rica se le caen el pelo, las uñas y el cuerpo entero a pedazos no sé con qué fuerzas, valor y ética podrán ir a solicitar que en su pasaporte y en su cédula de identidad les asignen el “costarricense” (acaso del que hablaba Constantino Láscaris), porque ese orgullo no se gana sólo sabiendo decir “PURA VIDA MAE” ni mucho menos, como se hace hoy, diciendo “soy TIC(X)” o haciéndose selfies en marchas, con pulseras y collares. ¿Y ahora qué sigue?, ¿intentar cancelarme por ser un hombre, tener piel blanca y ojos claros desde mi mestizaje irrenunciable? Debido a los totalitarismos postmodernos woke a los que hemos llegado ya todo lo creo posible.


El fenómeno cultural “María Musgo” tocó el mundo de la poesía, sus vértebras, para demostrar esto y muchas cosas más, y por eso ya cada vez menos asuntos me asustan. Lo mínimo que puedo hacer es preguntar ¿Y la libertad dónde quedó? ¿Acaso estamos frente a un liberticidio totalitarista y un aumento de la misantropía, proyección de una cultura mundial en estado de pánico? ¿Acaso la metáfora perfecta del enfrentamiento entre Rusia, China y Estados Unidos? ¿De cuál de esos tres países somos, que los ticos corremos a tomar partido? ¿Libertad, dónde, cómo y cuándo? Es necesario dejar que las aguas fluyan sin que nadie pretenda cancelarnos. Apenas es febrero y yo prisa no tengo…


Bibliografía


Del Pino Calvo-Sotelo, F. (23 de marzo de 2024). “La verdad sobre la agenda 2030”. Confilega. https://confilegal.com/20240323-agenda-2030/


Láscaris Comneno, C. (1975). El costarricense. Editorial Universitaria Centroamericana.


Molina Jiménez, I. (2001). La ciudad de los monos Roberto Brenes Mesén, los católicos heredianos y el conflicto cultural de 1907 en Costa Rica. Editorial de la Universidad Nacional (EUNA).


Pérez Pichel, M. (23 de agosto de 2024). “El alma fascista de la ideología woke: «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad»” El debate. https://www.eldebate.com/cultura/20240823/alma-fascista-ideologia-woke-mentira-repetida-mil-veces-convierte-verdad_221498.html


Rodríguez Gaona, M. (2023). Contra los influencers. Corporativización tecnológica y modernización fallida (o sobre el futuro de la ciudad letrada. Editorial Pre-textos.



[1] Yo mismo llegué a leerle con altas expectativas e ilusión, dejándome llevar por lo que el público decía. El sistema está creado para absorbernos. Esto me llevó a la conclusión, como se ha dicho en otros sitios, que no es lo mismo formar lectores a formar consumidores, y cabe hacerse la pregunta ¿consumidores de qué tipo? En este caso, consumidores fanáticos que no cuestionen varios sesgos visibles en sus libros y en caso se hacerse surge, sorprendentemente un fenómeno de cancelación a partir de argumentos comunes como “es envidia”, según lo han apuntado algunas personas con valentía y objetividad.



[2] Esta autora fue perseguida en Costa Rica y exiliada en México, donde murió.


[3] Ni siquiera me sorprendería que aparezcan personas con ideologías sectarias a reclamarme por haber puesto a tres mujeres costarricenses como ejemplo, aunque igual lo hubieran hecho, tratándome de misógino, si no las agregaba. El problema es cultural y aunque eso no lo cambie un artículo de esta índole, por lo menos muestra una parte de la tela podrida. 

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