Siglos atrás, la actitud férrea de resistencia a los asedios tras los muros, fue realmente de una efectividad casi total ante los ataques de los ejércitos, unas veces cristianos y otros musulmanes. Sólo hay que mantener el hilo con la realidad, no permitir que el cerco de los diferentes padres falsos de la patria nos cierre por completo, pues será entonces cuando hayamos caído en sus manos, pero en las manos de los sarracenos actuales.
Y escribo ahora de la España que me toca vivir, pero casi estoy seguro que es un calco de otros tantos lugares en el mundo donde existen posibilidades de conseguir un trozo de poder, y desearía que los regímenes democráticos despegasen de la mínima base en la que se mantienen aferrados. Una base mínima, sí, pero real e importante, que no es otra que los derechos constitucionales, algo que no podemos presumir de disfrutar del todo por culpa de la dictadura bolivariana que nos gobierna. Tras la base de todo ello, siento que lo que hay es un mero barniz que se renueva cada cuatro años, nada más, y digo nada más porque no siempre se alza con el poder quien gana en las urnas...
¡Abramos el cerco, y dejemos que entre aire fresco! Es una lucha complicada y difícil, pero de momento, el que suscribe esta columna, sigue frente a ellos con la misma fortaleza de siempre, hasta que se desmorone o se rindan ellos, los orcos de la izquierda y los malos del independentismo.
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