Si descartamos que el espectáculo de Trump contra Zelenski haya sido un teatro pactado entre ambos y perfectamente ejecutado, hemos de convenir que pasará a la historia por habernos brindado la ocasión de ver a dos presidentes de países diferentes, todavía, diciendo lo que piensan el uno del otro a la distancia de un puñetazo que no se produjo por poco. En definitiva, un evento que debemos agradecer a ambos mandatarios quienes pertenecemos al grupo de personas a las que nos gusta la verdad siempre que, a cambio, no tengamos que sufrir un bombardeo con víctimas tan reales como inocentes.
Tras el rifirrafe, el aún español que más molesta a diestro y siniestro porque el “España antes roja que rota” sigue funcionando y lo de la “democracia, ya, tal…”, Carles Puigdemont, calificó de “vergonzosa y ofensiva” la manera en que Trump trató a Zelenski. El asunto tiene importancia porque el yanki, pescador por excelencia en los ríos que encuentra revueltos y, si no, que el mismo revuelve, podría contribuir a la independencia de Catalunya desestabilizando España, que nada se puede descartar con locos mandando y ante el que muchos de los que siguen a Feijoo y Abascal se retirarían en masa de la política. Y quizás ellos también. Si me ha dado por escribir esto es para contribuir al equilibrio informativo, pues algunos de los que ahora han silenciado las declaraciones del catalán contra Trump nos apabullaron hace unos días con lo de la votación de los concejales de Junts para que Silvia Orriols siguiera en la alcaldía de un pueblo de Girona en el que una célula yihadista organizó los atentados de 2017 en Barcelona, una victoria municipal de la xenofobia sociológicamente comprensible. Aunque también podría ocurrir que la de Ripoll termine siendo más peligrosa para la supervivencia de la especie humana que el propio Trump, y ruego me disculpe esta ironía para terminar.
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