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Cielo e infierno en la filosofía china

​El relato del samurái y el Maestro Zen Hakuin ilustra de manera profunda la enseñanza de que no son lugares externos, sino estados internos que dependen de nuestra actitud y conciencia
María del Carmen Calderón Berrocal
miércoles, 19 de marzo de 2025, 12:51 h (CET)

El relato del samurái y el Maestro Zen Hakuin ilustra de manera profunda la enseñanza de que el cielo y el infierno no son lugares externos, sino estados internos que dependen de nuestra actitud y conciencia. A través de la provocación y la respuesta del guerrero, -es decir, del uso de la dialéctica-, se muestra cómo la ira y el ego pueden sumergirnos en el sufrimiento, mientras que la calma y la comprensión nos conducen a la paz.


El maestro Zen utiliza un método directo y vivencial para transmitir su enseñanza, apelando a la naturaleza impulsiva del samurái. La transformación del guerrero en un solo instante, al darse cuenta de su reacción y cambiarla, enfatiza que la diferencia entre el cielo y el infierno radica en nuestra percepción y en cómo elegimos actuar.


Este cuento nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras emociones y pensamientos nos llevan a distintos estados de existencia. En la vida cotidiana, cada decisión y cada reacción pueden abrirnos las puertas al sufrimiento o a la paz.


Esta es la parábola de “Las puertas del cielo y el samurai”:


Un guerrero, un samurái, fue a ver al Maestro Zen Hakuin y le preguntó: "¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?".


Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin matemáticas. Sólo conocen dos cosas: la vida y la muerte. El no había venido a aprender ninguna doctrina; sólo quería saber dónde estaban las puertas, para poder evitar la del infierno y entrar en el cielo.


Hakuin le respondió de una manera que sólo un guerrero podía haber entendido.


-"¿Quién eres?", le preguntó Hakuin.


-"Soy un samurái", le respondió el guerrero.


En Japón, ser un samurái es algo que da mucho prestigio. Quiere decir que se es un guerrero perfecto, un hombre que no dudaría un segundo en arriesgar su vida.


-"Soy un samurái, un jefe de samurái. Hasta el Emperador mismo me respeta", dijo.


Hakuin se rió y contesto:


-"¿Un samurái, tú? Pareces un mendigo".


El orgullo del samurái se sintió herido y olvidó para qué había venido. Saco su espada y ya estaba a punto de matar a Hakuin cuando éste le dijo":


-Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta". Esto es lo que un guerrero puede comprender.


Inmediatamente el samurái entendió. Puso de nuevo la espada en su cinto y Hakuin dijo:


-Aquí se abren las puertas del cielo". El cielo y el infierno están dentro de ti. Ambas puertas están dentro de ti. Cuando te comportas de forma inconsciente, estás a las puertas del infierno; cuando estás alerta y consciente estas en las puertas del cielo. La mente es el cielo, la mente es el infierno y la mente tiene la capacidad de convertirse en uno de ellos. Pero la gente sigue pensando que existe en alguna parte, fuera de ellos mismos… El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren…en un segundo se puede ir del infierno al cielo, del cielo al infierno.


Existen varias versiones de esta parábola, ya que es una historia clásica dentro del budismo zen y otras tradiciones espirituales. Aunque la versión con el Maestro Hakuin es la más conocida, hay relatos similares con diferentes personajes y ligeras variaciones en el diálogo.


Otras versiones de la parábola:


  1. Versión con un monje y un samurái:
    En algunas versiones, el maestro zen no es Hakuin, sino un monje anónimo en un templo. El samurái llega con la misma pregunta sobre el cielo y el infierno; y el monje responde insultándolo, llamándolo inútil e indigno. Cuando el samurái, lleno de furia, desenvaina su espada, el monje le dice: "Esta es la puerta del infierno." Cuando el guerrero comprende la enseñanza y guarda su espada, el monje le dice: "Y aquí se abre la puerta del cielo."
  2. Versión con un guerrero y Buda:
    En algunas narraciones más antiguas, se dice que un guerrero le hizo la misma pregunta directamente a Buda. Buda, en lugar de insultarlo, simplemente le mostró con su actitud y palabras que el cielo y el infierno son estados mentales creados por nuestras propias emociones y acciones. Cuanto más antigua sea la versión, más fiel al original de la leyenda entendemos puede ser.
  3. Versión en la tradición occidental:
    En el cristianismo y la filosofía occidental también hay relatos similares. Por ejemplo, se dice que un hombre le preguntó a un sabio dónde estaba el cielo y el infierno. El sabio respondió describiendo cómo las emociones negativas crean un estado de sufrimiento, mientras que la compasión y la paz interna llevan a un estado de bienestar, comparándolo con la idea del cielo y el infierno. En este caso, hay que recordar que el cristianismo adopta simbología y mitos orientales, pero mantiene siempre que el cielo y el infierno son lugares que realmente existen, independientemente de que las conductas del humano puedan sentir felicidad o dolor, tras sus actos.


Todas estas versiones comparten la misma enseñanza: el cielo y el infierno no son lugares físicos, sino estados de la mente creados por nuestras propias acciones y pensamientos. 

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