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El silencioso estruendo del meteorito

Los cambios sutiles son los que más daño hacen por inadvertidos
Manuel Rebollar Barro
miércoles, 19 de marzo de 2025, 13:11 h (CET)

Entro a la sala de espera del hospital. Un muchacho le comenta a otro: “Fui a su casa, literal”. Arqueo la ceja. ¿Literal? Qué cansinos. Cada vez que relatan algo, lo adornan con esa coletilla, que es un uso muy ridículo del término, porque en la vida, normalmente, el lenguaje lo utilizamos de manera literal, con lo que carece de sentido que se remarque este hecho cuando en el fondo quieren decir "tal cual". Lo que suele causar problemas es el uso del lenguaje en su sentido metafórico, ahí sí que podemos encontrar dificultades, pero no en la literalidad. Las metáforas sí que nos obligan a tener la mente abierta al relacionar dos realidades y rozar la verdad inalcanzable con las imágenes que la recrean.


Metáforas. Me acuerdo entonces de Antonio Skármeta, escritor chileno que murió en octubre del año pasado y que alcanzó la popularidad por la adaptación cinematográfica que se hizo de su novela Ardiente paciencia, llevada exitosamente al cine como El cartero y Pablo Neruda. En ella se narra la relación que se establece en 1969 entre Pablo Neruda y Mario Jiménez, el cartero encargado de llevarle la correspondencia a Isla Negra. Si bien, en la película de Michael Radford, la acción se sitúa en 1952 cuando el poeta se encontraba exiliado en una pequeña isla italiana, el trasfondo es el mismo: el descubrimiento por parte de un pescador semianalfabeto del mundo de la poesía a través de Neruda. Uno de los momentos álgidos de la misma – y tiene muchos– es cuando Mario reflexiona sobre el concepto de metáfora y, en una conversación intensa, pregunta: “¿Entonces, el mundo entero es la metáfora de otra cosa?”, dejando al poeta sorprendido por la profundidad de la pregunta y abrumado por la respuesta que se le abría: somos metáforas.


Sigo en la sala de espera, observando. Compruebo cómo todo el mundo está enfrascado en su teléfono móvil, ese pequeño dispositivo, ese anillo de Sauron que llama continuamente para asomarse a él, con sus ruidos, su abducción, su incapacidad para comprender lo que hay a su alrededor y, sobre todo, su enganche a un dispositivo que anula su tiempo de humanidad. En el libro de Tolkien el portador del anillo se volvía invisible, pero, en la actualidad, el proceso se invierte y lo que logra es volvernos invisibles a los demás. Ahí están, zombis que habitan realidades paralelas ajenos a la realidad.


Salgo de la consulta y veo por los pasillos del hospital a algunos enfermos paseando en bata con sus goteros portátiles. Literal.


Salgo a la calle y veo por las aceras a una sociedad enferma deambulando con sus goteros portátiles. Metáfora.


El meteorito ya cayó. Metáfora. Los cambios sutiles son los que más daño hacen por inadvertidos. Vamos hacia el ocaso. Literal. Se acaba la columna. Literal y metafórico.

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Entro a la sala de espera del hospital. Un muchacho le comenta a otro: “Fui a su casa, literal”. Arqueo la ceja. ¿Literal? Qué cansinos. Cada vez que relatan algo, lo adornan con esa coletilla, que es un uso muy ridículo del término, porque en la vida, normalmente, el lenguaje lo utilizamos de manera literal, con lo que carece de sentido que se remarque este hecho cuando en el fondo quieren decir "tal cual".

 
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