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Pedro Sánchez ha cruzado el Rubicón

Ha meditado durante unos días en Nueva York y al regreso ha decidido finalmente ganar esta guerra
Francisco Morales Lomas
miércoles, 2 de noviembre de 2016, 08:38 h (CET)
Cuando Julio César, en la noche del 11 al 12 de enero del 49 a. C., se quedó contemplando el río Rubicón, sabía que entraba en un ilícito si lo cruzaba. Fue entonces cuando, tomando como guía al dramaturgo griego Menandro, se llenó de temeridad y pronunció la frase de su admirado escritor: «¡Que empiece el juego!» («ἀνερρίφθω κύβος»). Y añadió en latín: «La suerte está echada» («Alea iacta est»).

Pedro Sánchez ha cruzado el Rubicón con un Peugeot y una web. Ha meditado durante unos días en Nueva York y al regreso ha decidido finalmente ganar esta guerra. Susana le ha ganado una batalla y ha colocado a los suyos al frente del fortín de Ferraz, pero no ha ganado la guerra. Es más, creo que definitivamente, la ha perdido y ha quedado invalida para dirigir el PSOE. Se le ha visto el pelo de la dehesa del aparato. Un aparato que conoce perfectamente desde que estaba en COU.

Y, seguramente, la ha perdido también Pedro Sánchez, a pesar de haber regado su derrota con lágrimas y de haber creado en las masas la simpatía del héroe derrotado a traición. Pedro Sánchez quizá sea para esas masas enfervorizadas la nueva Evita Perón de Pozuelo o acaso un aguerrido Rodrigo Díaz de Vivar que gana batallas a los moros de Triana después de muerto.

Pero Pedro Sánchez debió darse cuenta desde el principio que su reinado sería efímero. Fue el tercero en discordia entre Madina y Susana, que entonces no vio su momento. Fue el abanderado de Susana contra Madina. De ahí su éxito inicial en Andalucía. Y Pedro se lo creyó. Si bien, desde el primer día, todos sabemos que la escritora de esta historia es Susana. Pedro era un protagonista de paja, en un esperpento que ha vuelto de nuevo al callejón del Gato en forma de calle Ferraz. Y los espejos no son solo cóncavos sino que tienen cachicuernos y guadañas ensangrentadas. Pedro Sánchez debió darse cuenta que él no era el “mesías” prometido, sino un facsímil de todo a un euro mientras la niña de Triana se hacía mayor. Jugaron con él y él entró en los naipes. Y se creyó que era el predestinado, que las masas del partido lo apoyaban, que era la Evita Perón de Pozuelo. No midió sus fuerzas. Si quiso seguir en el machito debió saber que los virreyes del PSOE detentan el Boletín Oficial en sus virreinatos.

Al principio hocicó y admitió su poder. Después quiso echarles un pulso. Fue entonces cuando apareció el dios Thor y toda la cohorte de diosecillos, renegados, justicieros, reparadores, conjurados y eunucos que se aprestaron a ser la voz de su amo, ese dios todopoderoso de la prensa escrita y el IBEX que nos gobierna.

A César lo traicionaron y asesinaron los suyos en el Senado. A Sánchez lo han asesinado en Ferraz, pero, si a un muerto no lo rematas se acaba convirtiendo en un zombi comprometido con las bases, que quiere conquistar el mundo con su lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.

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