Ante múltiples situaciones conflictivas, una actitud amable puede ser la llave para resolver un enfrentamiento o desacuerdo pacíficamente. La presencia de gestos amables invitan a un dialogo sereno y a la comprensión mutua, propiciando la búsqueda de soluciones beneficiosas para todos.
Además, la amabilidad eleva el estado anímico de las personas al hacer que se sientan mejor consigo mismos y con los demás. Lo que es muy importante en el ejercicio y motivación de algunas profesiones como la medicina, la educación o aquellas profesiones con una carga alta de servicio a los demás.
Si el principio activo de la amabilidad es tan poderoso, a todos los niveles, deberíamos practicarlo con nosotros mismos. En este caso, este principio se reduce a ser comprensivos con nosotros mismos, a tener confianza en nuestras capacidades y en definitiva a ser nuestros mejores amigos. Para ser amables, solo hace falta pensar en los demás, lo que nos ayudará a tener un trato amable y a evitar actitudes negativas con las personas que nos rodean.
Al hilo de estas pocas ideas, puede decirse que la amabilidad es más que una mera cortesía; es una acción con un impacto grande y visible en los ambientes donde se practica. Es un principio activo porque no solo depende de la buena voluntad, sino que es una práctica continua que genera beneficios inmediatos personales y colectivos, de tal manera que poco a poco se va generando una atmósfera de respeto, cooperación y bienestar general.
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