Sr. Director:
Es lo que estamos advirtiendo con nuestro mundo: “Y vio Dios que todo era bueno” nos dice la Biblia. Dios, efectivamente, hizo y hace las cosas bien y nos dejó el mejor mundo posible, pero como administradores, no como dueños absolutos. La naturaleza era bella, lucía en todo su esplendor. Pero el hombre, voluntariamente alejado de Dios, la está corrompiendo bajo el signo de un acendrado egoísmo para provecho de su soberbia, de sus intereses espurios. Tierra, mar y aire; ríos y mares, tierra y vegetación, vida animal y humana, cielos y paisajes, a todo le ha puesto precio el hombre y quiere crear su propia belleza (así con minúscula) y transformar la Belleza (con mayúscula) que Dios nos dejó como herencia, convirtiéndola en una especie de esclava sometida a nuestra propia caducidad.
El hombre, con su orgullo interesado, ha comercializado la creación hasta el extremo de deformarla, de destruirla. Volvemos a las palabras del Papa Francisco: “Cuando el hombre rompe la comunión con Dios, pierde su propia belleza originaria y termina por desfigurarlo todo a su alrededor; y donde antes todo recordaba al Padre Creador y su amor infinito, ahora lleva el signo triste y desolado del orgullo y la voracidad humanas”. Es tiempo todavía de reconsiderar posturas y nuevamente engrandecer la naturaleza para que vuelva a ser digna de Dios.
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