Ya nadie duda que el largo período de paz que hemos disfrutado en el mundo, a pesar de algunas escaramuzas o guerras muy localizadas en los últimos años, como las de Vietnam, Afganistán, Irak, Yemen o Gaza, ha llegado a su fin. La invasión de Ucrania por el zar Putin y la llegada del supermillonario Trump al poder de la nación más poderosa de Occidente, como son los EEUU, han desorientado no solo a los grandes países que hoy más influencia tienen en el conglomerado de los intereses económicos, comerciales y políticos del conocido como mundo global, sino que ha provocado un caos financiero y comercial en el mundo de consecuencias inimaginables.
El presidente Donal Trump ha desatado una guerra comercial universal sacudiendo a su propio país y al resto del mundo como lo haría un terremoto de 9,5 de la escala de Richter. Juan José Toribio, ex director ejecutivo del FMI, cree que “lo peor de estos aranceles proteccionistas es que suponen la ruptura de un régimen que se ha ido creando laboriosamente desde el fin de la II Guerra Mundial y que ha traído grandes beneficios: el iniciado con el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) y que finalmente llevó a construir la OMC. Y se hace sin negociar, sin debatir”. Todo un torpedo contra el libre comercio “que es la forma de garantizar la prosperidad global”...
Pero a quien creo que ha desestabilizado más estas medidas arancelarias ha sido a la Unión Europea que contempla con estupor la displicencia con la que es tratada por el nuevo gobierno trampista, aliado fiel de los EEUU desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Existe con los norteamericanos un permanente intercambio comercial, una presencia militar de 70000 soldados en las 38 bases militares en suelo europeo y una presencia también nada despreciable de multinacionales como Apple, Coca Cola o Intel.
¿Estamos ante el fin de una era y el comienzo de otra en el papel que le toca jugar a Europa en el tablero mundial? ¿Debe desprenderse de la tutela americana en ámbitos como la defensa de su territorio, el desarrollo tecnológico e investigar nuevos mercados de capitales y productos? ¿Debe desideologizar sus políticas medioambientales, agrícolas, energéticas para incrementar y garantizar su propio desarrollo productivo? ¿Debe dar un paso más decisivo en la unión política transfiriendo soberanías y competencias para organizar su política de seguridad y defensa como hizo con el euro?
Hasta ahora Pedro Sánchez ha sorteado con sus armas seductoras y su enfermizo narcisismo los avatares de la política internacional. Se le ha visto amenazar a Rusia desde la misma Ucrania, entregarse a un incompresible compadreo con Mohamed VI en sus ensueños de anexionarse el Sáhara - sin descartar Ceuta y Melilla- o abrazarse a Macron y a Ursula von der Leyen para liderar virtualmente el castillo de arena que hoy es la Unión Europea. Todos estos pasos que ha dado en el tablero internacional, incluido los compromisos que viene adquiriendo en organismos como la UE o la OTAN, los ha hecho con absoluto desprecio hacia el Parlamento y la oposición, en especial a la del partido mayoritario como es el PP.
España no puede ni debe soslayar este debate como la cuarta potencia europea que es. El Gobierno no puede ni debe tomar decisiones a espaldas del Parlamento ni del principal partido de la oposición. Ni la guerra de Putin contra Ucrania, ni la comercial de Trump contra Europa y el mundo, pueden afrontarse desde un despacho de la Moncloa, asediado por escándalos de corrupción o por la histriónica actitud de sus socios comunistas y la voracidad independentista de quienes quieren fracturar el Estado.
Es la hora de la verdad para Pedro Sánchez y también para su única alternativa, Núñez Feijóo; ¡Dialoguen y pónganse de acuerdo en lo esencial, aunque sea con el arbitraje del Rey! Se lo demandamos los españoles que necesitamos el sosiego, la tranquilidad y la paz que en estos difíciles momentos no tenemos….
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