Es necesario y sobre todo, imprescindible tener un trabajo que sustente todas nuestras necesidades diarias. Las tareas laborales nos dan utilidad y también prestigio, porque tener la obligación de realizar algo de forma permanente nos da estabilidad y nos va formando como personas.
Existen trabajos que son más fáciles y otros en los que hay que tener cierto conocimiento para poder desarrollarlo de forma correcta, pero hay un denominador común en todo ese asunto y ese es el de la imagen que proyectamos cuando estamos trabajando.
El día a día es como una función de teatro donde cada persona cumple su cometido, donde existen una serie de personajes con los que nos rodeamos y en ocasiones, aparentamos. Nos levantamos temprano y comenzamos nuestras tareas de forma casi automática, tareas que hemos interiorizado de forma progresiva. Tanto es el caso que si a algunos de nosotros nos dijeran que detalláramos todo aquello que hacemos, nos sería bastante complejo especificarlo porque lo vamos desarrollando sin apenas darnos cuenta.
Y es en nuestra casa cuando somos uno mismo pero es fuera, en el trabajo, donde nos ponemos una máscara y actuamos como nos dicen que debemos hacer porque por eso nos pagan. Damos la imagen que debemos dar porque es lo que se espera de nosotros. Aguantamos determinadas situaciones y hasta, a veces, humillaciones o desprecios en según qué trabajos porque pagan bien y lo excusamos con que era lo que había que aguantar. Nos degradamos hasta niveles bastante inferiores por no saber poner límites a la situación y todo eso, con el tiempo, nos puede mermar por dentro.
Trabajos en los que pasamos 10 horas o más acompañados de compañeros de los que, muchas de las veces, desconfiamos y que se mueven por dinero como lo hacemos, también, nosotros. Empresas en las que los cargos jerárquicos están bastante marcados y sólo queda besar por el suelo por el que sus accionistas pasan porque así lo piden. Sonrisas falsas ante situaciones nuevas que hacen que la visión de aquellos que te pagan se caiga totalmente… Pero es que los que te pagan son los que mandan. Hay que hacerles la pelota para que no crean que es mejor que otra persona ocupe tu puesto y pueda hacer lo mismo por menos dinero.
Existen multitud de trabajos, todos ellos honrados pero es cierto, que aquellos que tienen ocupaciones más inferiores son los que deben tragar más. Luego saldrán de su entorno laboral y probablemente, expulsen toda esa rabia que llevan almacenada. Aceptamos normas disparatadas en un trabajo por dinero, damos la razón a nuestro jefe porque es lo que debemos hacer, admiramos a los socios de una empresa porque han llegado hasta ahí, tragamos con las injusticias por no molestar y resultar incómodos, fingimos llevarnos bien con aquellos que sabemos que tienen mano para así lograr más favores, somos leales a superiores sin valores, aceptamos las críticas solo por permanecer, hablamos cuando sabemos que podemos hacerlo y sobre todo, actuamos y soportamos la carga mental y emocional por dinero.
De cada uno depende aguantar o no todo lo que supone estar en un trabajo encerrado la mayor parte del día. De cada uno depende, abrir los ojos y ver que todo es un negocio y que cada persona que está en una empresa, es sólo una pieza más del conglomerado donde puede parecer que importa su labor, pero que en el momento en el que ya no seas rentable, todo aquello que parecían prometer se desvanecerá. Por lo que, hay que tener claro que todo trabajo funciona como un intercambio; un trabajador que realiza su labor y por eso se le paga y un empresario que asume que puede exprimir a su subordinado por tener el control de su situación.
Y esto es algo que, quizá, en muchas empresas no suceda pero que, en el sector privado suele darse mayoritariamente. ¿Por qué tanta rotación hoy en día? ¿Por qué tan poco aguante? ¿Por qué tantas bajas continuas? ¿Por qué tanta desmotivación? ¿Por qué tanto jefe con carencia de empatía y exigente de respeto? Y es que somos capaces de aguantar por dinero, por supuesto, pero de cada uno dependerá el establecer las marcas que no deben sobrepasarse a pesar de la retribución económica que pueda recibir a final de mes o como incentivo tras algunas tareas encomendadas.
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