A la boca de Trump hay que ponerle aranceles. Porque cada vez que la abre desafina más. Si quiere decirnos algo, que pague un impuesto. Pongámosle un infinito por cien sobre el valor destructivo de cada discurso. No olvidemos que en su boca se pierden millones. Y se ganan jaquecas. Cada país puede ponerle a su boca el arancel que crea conveniente. China, Vietnam y Lesotho le pondrán el infinito por cien. Europa también el infinito por cien en cada discurso. África, infinito por cien del valor en la bolsa de cada arenga de Trump. Groenlandia, ni se sabe cuánto. También sería recomendable apagar los micrófonos de Trump para que sus mensajes no lleguen a ninguna parte. Ya que los americanos son tan amigos de las Sentencias, que la ley tape alguna boca.Trump también puede hacer trabajos sociales como barrer el desierto de Arizona y convivir con migrantes hondureños. Y darles trabajo y vivienda en Mar-a-Lago. Pero pongámosle pronto un arancel infinito a cada palabra que salga de su boca.
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