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Cada 15 de abril, el mundo celebra el Día Mundial del Arte, una fecha seleccionada en honor al nacimiento de Leonardo da Vinci, símbolo del ingenio humano y uno de los talentos más estelares del Renacimiento. Este día no solo reconoce su nacimiento, ocurrido en 1452 en Anchiano, Italia, sino que también celebra su impacto eterno en el arte y la ciencia.
Una obra literaria monumental como La Regenta incluye aspectos muy diversos que, generalmente, son desmenuzados, aislados y analizados por los expertos. Pero aparte de los meramente filológicos o históricos, existen otros que no suelen ser objeto de estudio en sí mismos; y si lo son, lo hacen de pasada, como un aspecto menor que no puede competir con los “grandes temas” de los que se ocupan la crítica y el análisis literario.
Tenía apenas catorce años y ya la vida le había servido una copa de hierro. A esa edad —cuando otras soñaban con vestidos de muselina y tertulias— ella dijo que sí. Y se entregó, sin ruido, al moreno de acento peninsular que acababa de llegar a Buenos Aires con la espada envainada y los ojos fijos en una quimera continental. San Martín, lo llamaban. Nadie sabía bien de dónde venía, ni por qué había regresado.
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