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Antonuo de la Rosa y su hijo

Rafael del Barco Carreras
Redacción
lunes, 24 de mayo de 2010, 07:47 h (CET)
LIX. JUICIO A LA CORRUPCIÓN EN LA DELEGACIÓN DE HACIENDA DE BARCELONA.

Semana 20-05-10. Una semana cargada de sustos para todos los funcionarios públicos, víctimas de la Gran Corrupción. En el juicio se menciona un ramillete que vivían y se enriquecían con el cargo y les hubiera importado un rábano un descuento del 5%, o todo el sueldo. Vivían del cargo, no de su sueldo. Esta semana, acabado el informe final del fiscal con palabras como impúdico y obsceno, se inició el abogado del Estado. Y como ellos debo repetirme, y mucho.

Quién aprovechó vida y muerte, y hasta las creó y recreó a su beneficio, el hijo Javier de la Rosa, aguantó del abogado del Estado la cita del paradigma y compendio de la gran corrupción en el sector público barcelonés franquista y posfranquista. Su padre Antonio de la Rosa, abogado del Estado, Secretario del Consorcio de la Zona Franca de Barcelona, y más cargos, entre ellos en la propia Hacienda, capitán y condecorado de guerra, y hombre del Movimiento. ¡Toda una figura!

Me perdí la referencia a quien en si mismo abarca las corrupciones posibles y al uso en la política y administración de Estado. Y no solo enriqueciéndose a base del cargo público, sino una vez descubierto, acabar la faena, salvándose él, hijos, y demás íntimos, añadiendo a su corrupción la de abogados, fiscales, jueces y policías, que se encargarían de enmarañar y culpar a otros del gran desfalco.

Podría asegurar que se enriqueció, como escribo en “Barcelona, 30 años de corrupción”, durante treinta años, y tras jubilarse, vivió otros veinticinco la gran vida de multimillonario, en busca y captura, pero ni buscado ni menos detenido. ¡El no va más de la Corrupción! ¡El crimen perfecto!

Tras indagar llego a la conclusión que Antonio se hubiera jubilado rico, sin más, de no haber tenido un hijo como Javier, que nombrado director de la minúscula filial de Banesto, la Banca Garriga Nogués, se metió de lleno en los “negocios” del padre hasta convertir el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona en la primera de sus grandes estafas, 1974-79. En principio 10.000 millones de pesetas de entonces. En 1984 añadiría la propia banca, ya trasformado en mediano pero muy activo banco, con 100.000 mil millones, y KIO 500.000 mil millones, más otras de menor cuantía, Gran Tibidabo 30.000 millones. Dinero en efectivo, desaparecido (calculo que en cada estafa quedaría un 10% de activo, más o menos real), repartido, añadiendo una corrupción tras otra a su alocada huida hacia delante.

Por lo que le juzgan ahora se puede afirmar que son los refritos de esas estafas en su relación con la Hacienda de Barcelona (temas de impuestos, al igual que Al Capone), que si sienta en el banquillo a los segundones debería alcanzar la cúpula del Poder entonces. Todos se librarán como se libraron los prohombres del Movimiento cuando el escándalo Consorcio, o quienes después se enriquecieron con el caso a base de “estrujar” o con prebendas de Javier.

No debe ser agradable (por muy rostro curtido que se tenga y mucho alcohol y otras sustancias en las venas, lo firmaron los médicos de Brians), y a pesar de poseer enormes saldos camuflados por los paraísos fiscales, oír las excelencias del padre, y máxime cuando gran parte las llevó a cabo él mismo, y hasta las inventó para culpar a otros. Lo de las orgías, insisto y repito, formó parte de sus inventos para convencer a su mundo que Serena y yo habíamos pervertido a su padre. Los más célebres e influyentes periodistas y periódicos salían convencidos de su despacho de banquero, pero también con sobres en efectivo, créditos y campañas de publicidad del banco. Y si añadimos lo que cobraron los socialistas de Narcís Serra, abogados, jueces y policías, tenemos el cuadro completo.

Lo de la segunda y real muerte que el periodista Félix Martínez publica en El Mundo en 2004 (wer www.lagrancorrupción.blogspot.com) cierra el capítulo de fantasías creadas por Javier en cuanto a su padre. Su publicada primera muerte en 1995, que no creí (aunque fuera muy posible) precisamente porque la anunciaba Javier en un momento que si hubieran atrapado al padre (que vivía entre Cadaqués, Barcelona, y el sur de Francia), no prescrito el Caso Consorcio (porque, contradiciendo lo que cuenta el periodista en ese artículo, no fue juzgado en rebeldía) se le añadiría a sus problemas judiciales la reapertura de su primera gran estafa. Uno de mis frustrados objetivos entonces, reabrir el caso, con la detención de Antonio.

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