¿Qué está pasando en Granada con el color blanco, símbolo de la pureza, de la nieve del Mulhacén y el Veleta, y… también de la sanidad?
Algo muy grave está alentando los mayores sentimientos de arrebato y desazón entre los granadinos. Una convulsión, que como las metástasis de un tumor primario, —ese es el término que utilizan los oncólogos para diagnosticar un cáncer— ya se ha extendido a las provincias de Málaga, Huelva, Cádiz y ¡Oh, sorpresa! también a Sevilla, corazón del sultanato andaluz, cuya misión es bombear la sangre oxigenada —en forma de presupuesto— a todo el organismo autonómico.
Aquellos que se encargan de la noble misión de conservar en el mejor estado posible nuestra salud, saben muy bien, que entre otros factores beneficiosos, la sangre ayuda a regular la temperatura corporal, preserva al cuerpo de infecciones y transporta el oxígeno desde los pulmones al resto del organismo, una buena parte del cual la necesita para su normal funcionamiento, ese maravilloso y complejo multiprocesador denominado cerebro, que rige todas nuestras funciones vitales.
Pero el cerebro no es inmune a determinadas enfermedades, unas infecciosas, y otras degenerativas. En cualquier caso, cualquiera de ellas, suelen ser muy graves.
En estos últimos tiempos, la materia gris de la sanidad andaluza, sufre una infección motivada por la invasión de las toxinas de varios microorganismos patógenos muy resistentes, que como todos los demás, tienen nombre y apellidos. De momento, se trata de infecciones locales. Pero ¡Cuidado! Porque de no ser combatidas enérgicamente, podrían convertirse en sistémicas y degenerativas.
Granada tenía dos hospitales generales completos: El “Clínico San Cecilio”, fundado en 1952, y el “Virgen de las nieves”, anteriormente denominado “Ruiz de Alda”, fundado en 1956. A ellos habría de sumárseles el Parque tecnológico de la salud, toda una ciudad sanitaria que contemplaría no solamente un hospital general dotado con los últimos avances científicos, apto para el estudio, investigación y tratamiento de las más avanzadas especialidades, consultas externas, Facultad de Medicina, centros de investigación científica y tecnológica, industria auxiliar de la medicina, y todo un complejo sanitario proyectado hace más de treinta años, que habría de construirse con ayuda de la Unión Europea, y que pretendía ser punto de referencia sanitario obligado para los países mediterráneos.
De un proyecto tan ambicioso en el que tantas esperanzas se habían puesto, los enfermos granadinos se han visto sorprendidos con una ramplona chapuza, con la que esa ciudad sanitaria de alta especialización, no solamente se ha convertido en humo, sino que con la fusión realizada de los dos hospitales generales completos que tenía la provincia, ahora se encuentran con dos medios hospitales a varios Kms., de distancia uno de otro, incoherentes, incompletos, y en algunos aspectos, insuficientemente dotados.
Cometen un grave error quienes creen que Granada es una ciudad dormida, apta para el sueño y el ensueño, como decía García Lorca, porque esta ciudad que esconde sus ríos, para que bajo su suelo discurran sus lágrimas, no está indefensa contra las continuas agresiones, que permanentemente, desde el corazón del sultanato andaluz, viene sufriendo.
Los agentes patógenos que han infectado la sanidad granadina, y que con el transcurrir del tiempo, esperan que ceda en su resistencia, bien harían en saber, que en Granada, los tiempos son más sosegados y espaciados que en ninguna otra parte, y que en ella, los crepúsculos, son ensangrentados, agónicos… diríase que parecen no tener prisa, ni ocaso, pero finalmente el sol, por poderoso que sea su brillo, termina por declinar para dejar paso a la oscuridad de la noche.
Menguada clarividencia muestra quien piense, que un día y otro, una ingente muchedumbre compuesta por decenas de miles de granadinos —entre los que se encuentran los propios profesionales de la sanidad— se echan a la calle, manipulados por intereses ajenos a los problemas sanitarios, causados por los actores perniciosos que están poniendo en riesgo el sistema, con los importantísimos recortes, aproximadamente una tercera parte, que en el suministro de oxigeno presupuestario han introducido.
Los granadinos han demostrado sobradamente su civismo y moderación, y pueden ser templados, dolientes y sufridos. Pero que nadie confunda su mesura con la estupidez. Pensar que el hachazo encubierto, que el centro neurálgico-político de la Junta de Andalucía, ha pegado a la sanidad granadina, puede consolidarse con el transcurso del tiempo, es tomarles por necios, ignorantes y mentecatos. Y nada puede haber más lejos de la realidad, en una ciudad, en la que la cultura, es la sangre, que desde hace siglos, alimenta e impregna a sus hijos.
Una sultana, Aisha al-Hurra (La Honesta), la Horra (La honrada), esposa que fue del sultán Muley Hasan, y madre de Boabdil (El Chico), o (El desdichado), que por tal nombre, popularmente era conocido, sabiendo que en su exilio abandonaba para siempre el jardín que conserva las huellas de los restos del paraíso, camino de las Alpujarras, entre las tierras de Otura y El Padul, en el lugar conocido como “El suspiro del moro”, reprochó a su hijo, el que terminó por rendir la plaza a la firmeza de los Reyes Católicos, la pérdida de lo que era uno de los pocos lugares privilegiados de la tierra, con palabras tan duras que aún hoy estremece recordarlas.
“Llora como una mujer, lo que no supiste defender como un hombre".
La tierra que durante siglos, con fascinación, respeto y reverencia han pisado egregios visitantes, y millones de personas de todas las razas y culturas, otra sultana, esposa y madre de ningún sultán, con altivo y arrogante desprecio, la está pisoteando.
1. La tercera acepción que contempla la Real Academia Española de la lengua para la palabra “crepúsculo”, es la que a continuación se detalla:
3. m. Fase declinante que precede al final de algo. El crepúsculo del verano, de la vida…
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