Demasiados cuchicheos antes de empezar. El ambiente apuntaba algo antes de que la Presidenta del Congreso reanudara la Sesión del Pleno nº43. En la lectura de la relación de preguntas, ya se veían algunas evidencias: Rivera había sido desplazado de la órbita presidencial para dejarlo en manos de la Vicepresidenta. A Pablo Iglesias lo habían alejado de las figuras del Presidente y la Vicepresidenta para acoplarlo con la ministra de Empleo y Seguridad Social. Y con Rufián se había hecho un bocadillo oratorio que se ofrecía al Presidente.
En la Tribuna de Prensa, eran noticia dos fotocopias con el texto de la Pregunta que Pablo Iglesias había hecho. En las dos, el texto era el mismo: «¿Qué tiene previsto hacer el Gobierno en los próximos presupuestos en materia de pensiones?». Pero en una de ellas, en la original que se presentó, la pregunta se dirigía al Presidente del Gobierno, mientras que en la otra estaba colocada en el último puesto de las que iba a contestar la ministra Fátima Báñez. Iglesias había sido desplazado sin contemplaciones, aprovechando los usos y las facultades del Gobierno para contestar en la Sesión de Control.
Con Rivera, usando los mismos usos y facultades, el trato había sido distinto: Se le apartaba de la confrontación con Rajoy, «para evitar tentaciones y los malos gestos del nen, no vaya a ser que le dé por mentar la bicha murciana», explicó un periodista; y se le restaba protagonismo dejándolo en manos de una Vicepresidenta que, en función de cómo se portara, optaría por darle mimos o castigo.
Cuando cada diputado se encaminaba a su escaño, una imagen fue motivo de la atención de los fotógrafos de prensa: Joan Tardá gesticulaba, de pie, ante el banco azul, en una conversación con el ministro Montoro y un diputado catalán de la antigua Convergencia. Alguien opinó que el motivo de la conversación podrían ser los presupuestos o algo sobre Cataluña.
«El bocadillo. Han puesto a Rufián entre dos preguntas sobre el Brexit y algo tendrá que decir Tardá» - le contradijeron.
Podía ser. El hecho principal estaba en las tres preguntas hechas al Presidente del Gobierno: Una al principio sobre el Brexit, del portavoz del PSOE Antonio Hernando, («¿Cómo afronta el Gobierno la negociación con el Reino Unido sobre el Brexit)?»). Otra al final, también sobre el Brexit, del portavoz del PNV Aitor Esteban («¿Cuál es la Opinión de su Gobierno sobre el tenor de la declaración oficial del Brexit por parte del Reino Unido)?». Y en el medio, en bocadillo, la pregunta del portavoz de ERC Rufián («Cree que el Gobierno español responde a las necesidades de la población de Cataluña?»)
Rufián se quedó en el centro del bocadillo con su habitual tono. Con un discurso, ya conocido, que fue desmontado por el presidente con la cita de lo hecho en Cataluña (Recuperación de empleo, Mantener Servicios públicos. Pagar facturas. Continuar con inversiones públicas. Solucionar la temporalidad de 30.000 funcionarios interinos catalanes); y con una frase simple que resultó demoledora: «Confunde usted sus necesidades con las de todos»
Pero hubo más en el bocadillo, y más importante que el hecho de colocar a Rufián emparedado: El contenido de las preguntas de Hernando y Esteban sobre el Brexit. Y la forma en que fueron expuestas:
Hernando, agotando el tiempo en una exposición sin réplica, ofreció la colaboración del PSOE en el asunto de Estado que supone la negociación con el Reino Unido. Con ello, colocó al PSOE en una posición que fue respetada por Rajoy en una réplica tan peculiar que cuesta imaginar que no hubiera sido pactada. Para mostrar, y demostrar, a todos que la postura frente al Reino Unido no es una postura del PP o del PSOE, sino una postura nacional. Aitor Esteban, por su parte y acaso como correspondencia a alguno de los pactos que hay entre el PNV y PP, una vez conocida la postura del Gobierno frente al Brexit, que dibujaron entre Hernando y Rajoy, aprovechó el momento para brindar al Gobierno la ocasión de contestar a las declaraciones y maniobras británicas y gibraltareñas evitando formalidades diplomáticas. Puede que como parte del pacto, buscando alguna suerte de disimulo, o por seguir con los hábitos pedigüeños del PNV, también pidió algo para la policía autónoma vasca, un algo tan simple que Rajoy, condescendiente, aceptó.
El resto de la sesión fue como había sido diseñada: Tranquila y con cada uno en su papel. Hasta Iglesias, sumiso, aceptó el papel de orador en momento de audiencia mínima.
Para rubricarlo todo, hubo un hecho insólito en esta Legislatura y en las dos anteriores: Por primera, sin que se divulgara el motivo, Rajoy aguantó en el escaño unos minutos más que la vicepresidenta, que se marchó antes. Acaso pretendiera dar sensación de unión con el PSOE y PNV.
Al término de la Sesión, advertido el ‘bocadillo hecho a Rufián, visto el desplazamiento de Iglesias, y entendido el trato a Rivera, volvió la imagen de Tardá, gesticulando ante las barbas de Montoro, cuando ya todo el mundo conocía el orden de las preguntas al Presidente del Gobierno.
«Rufián en bocadillo. Veremos qué pasa con eso y cómo lo aguanta» - dijo alguien en el Manolo, ante caña y pincho de tortilla.
Al día siguiente se vio: Los insultos de Rufián en el Congreso de los Diputados al ex Delegado del Gobierno en Cataluña eran noticia. Copaban las portadas de publicaciones e informativos. Y eran contestados por algunos de los que vieron el bocadillo.
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