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Marruecos regresa a la ingrata Cuba

Cuba fue el primer país que demostró interés en relacionarse con el gobierno cubano nacido de la revolución en 1959, pero no hubo reciprocidad por parte de la isla
Luis Agüero Wagner
martes, 25 de abril de 2017, 00:00 h (CET)
Cuando supe hace unos días que la diplomacia marroquí volvería a tener representante en La Habana, recordé lo conversado con un profundo conocedor de la historia de las relaciones entre Marruecos y América Latina, mi amigo el periodista Hassan Achahbar.

Estoy hablando de la misma persona que narró en sus artículos cómo el Reino de Marruecos fue el primer país en manifestar interés por entablar relaciones con Cuba, tras el triunfo de la guerrilla de Fidel Castro.

Precisamente fue también Hassan quien me obsequió una miniatura de un ilustre antepasado suyo, un guerrero marroquí cuyo genio militar sobrevoló la victoria rebelde de año nuevo en la mayor de las Antillas. En el triunfo de las guerrillas de Fidel Castro habían sido decisivas las estrategias que aplicara Abdelkrim en la guerra del Rif, que los barbudos de la sierra Maestra aprendieron de un militar republicano español que combatió en Marruecos.

Marruecos también había sido el primer estado en reconocer a Estados Unidos, en tiempos en que el imperio británico abarcaba el mundo y nadie tenía las agallas para hacerle semejante desafío. Lo recordó el mismo presidente John Kennedy en su discurso de bienvenida al Rey Hassan II, cuando éste visitó Washington en marzo de 1963, leyendo la carta de agradecimiento del general Washington al Sultán Mohammed III por tal gesto.

A pesar de que un país poderoso como Estados Unidos tuvo la honestidad de reconocer sus deudas históricas con Marruecos, la pequeña isla de Cuba no tuvo la misma grandeza.

El mismo año que Kennedy recibió a Hassan II en Washington, Cuba decidió tomar partido por Argelia en la guerra de las arenas solo para hacer méritos ante los ojos soviéticos.

De acuerdo a las mismas fuentes cubanas, que consideran esta traición una epopeya homérica, en la madrugada del 22 de octubre de 1963 llegó un mercante cubano al puerto argelino de Orán, el mismo que hoy recibe la ayuda humanitaria internacional que se malversa en la ruta a Tinduf. En ese mercante se transportaba el refuerzo bélico caribeño para agresión argelina a Marruecos.

Cuba se sigue ufanando hasta hoy, como lo hace recordando su papel como “consolidador” de la independencia de Angola y “libertador” de Namibia y Zimbabwe, de haber enviado en ese entonces un batallón de tanques con veintidós T-34, un grupo de artillería con dieciocho obuses de 122 milímetros, un grupo de morteros con dieciocho piezas de 120 milímetros, la misma cantidad de piezas de artillería antiaérea de 14,5 milímetros y una batería de cañones antitanque de 57 milímetros.

Nada de ello pudo usarse, pues los cubanos llegaron tarde a su cita con la gloria. Del plan de invadir Casablanca, mejor no hablar.

Lo cierto es que la cruzada anti-marroquí de Cuba fue otro más de los errores históricos de Cuba, precipitados por sus compromisos ideológicos con Argelia.

Tan grave como haber olvidado que habían sido andaluces con mucho de magrebí en la sangre quienes habían colonizado la América otrora española, y que ya Cristóbal Colón había transportado un contingente de músicos moros en sus carabelas. O que traicionar a Marruecos es traicionar el mismo camino a la misma hispanidad americana.

Este fin de semana trascendió que las misiones que representan a Cuba y Marruecos en la ONU dieron a conocer el restablecimiento de relaciones interrumpida hace cuatro décadas, debido al reconocimiento de la fallida república del Sahara Occidental por parte de Fidel Castro.

Esperemos que las traiciones y desencuentros que hoy terminan, en una historia de amor y odio entre pueblos hermanos, nunca más vuelva a repetirse.

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