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Así sí os dejamos, taurinos

El aire no sufre. Dadle cuantos capotazos queráis
Julio Ortega Fraile
miércoles, 24 de mayo de 2017, 00:02 h (CET)
Se cierran plazas de toros mientras los taurinos lloriquean un día ante sus dueños y al siguiente los insultan en un intento de que por pena o por coacciones vuelvan a ofrecer espectáculos de tortura en ellas.

Pero esos propietarios, que carecen de toda empatía con el sufrimiento del animal, a los que no les importa hacer negocio con la violencia y que no se han convertido de pronto en abolicionistas estúpidos no son, lo que más les preocupa como empresarios es su cuenta corriente y saben que la #Tauromaquia ya no es una inversión productiva, así que lo de "la tradición por encima de todo" pasa a estar por debajo del recuento de beneficios, y si maňana les proponen convertir el albero en una feria vegana y ven la reconversión rentable, sin duda lo harán.

Van perdiendo subvenciones directas o indirectas, las mismas que siempre juraron no recibir, que eran invención de los antis, y que ahora a ratos mendigan y a ratos exigen, para acto seguido descabellar a los gobiernos municipales o autonómicos que se las reducen o niegan. Cáceres es uno de los últimos ejemplos.

El número de festejos taurinos disminuye año tras año (lo dice, entre otros, Antena 3 en sus informativos) y aun así, con mucha menos oferta no consiguen llenar los ruedos ni contratando a figuras de primer orden, a las que por otra parte ponen de vuelta y media los propios aficionados por atreverse sólo con toros borregos, no llenan es que ni dejando entradas para regalar entradas en panaderías de los aledaños de La Misericordia o en colegios.

Y como duele tanto admitir esa debacle como fea queda la foto con tanta grada sin culo aposentado en ella, las fotos que luego publican tienen sumo cuidado de encuadrar únicamente la parte de los tendidos ocupada para que parezca que la plaza estaba a rebosar.

Agonizan sin remedio (ni pena por la mayor parte de la sociedad) y ellos, que tanto hablan de la muerte, que le ofrecen culto y pagan por verla (la de otros, claro) ni morir saben como espectadores con un poco de dignidad. Superadas por el progreso ético y científico sus razones, desenmascaradas sus mentiras y conscientes de su tufo a cadaverina, rezuman rabia e impotencia que, en manos de quienes se saben a un paso del matadero en la Historia suelen transformarse en chulería y ridículo, mucho ridículo.

Y llegados a este punto ahí los tenemos, exultantes (o más bien intentando aparentarlo) porque Antonio Banderas da capotazos toreros en un festival de Cine o Sergio Ramos lo hace en un estadio de fútbol.

¿Eso os hace felices, taurinos? No hay problema, si os sirve de consuelo adelante. Mientras sean pases al aire, mientras una víctima inocente no sufra ni la violencia se presente ante la infancia disfrazada de cultura o heroicidad, como si un exRodríguez se arranca por chicuelinas sobre una montaña de harina o un exRey hace el salto de rana encima de un barril.

Mientras sea así sí os dejamos, para que luego digáis que somos unos intolerantes.

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