De “aburrido, fofo, insultante y dormilón”, hasta más no poder, se ha calificado en los medios el batiburrillo en que se convirtió la intervención de la podemita, Irene Montero, portavoz de la formación podemita y barragana de Pablo Iglesias. La ciudadanía ha comprobado que no domina el lenguaje parlamentario ni el escenario que, dicho sea de paso, le queda muy grande.
En algunos momentos su exposición ha resultado una adormidera, como lo prueba el hecho de que algunos parlamentarios de sus filas se quedaran dormidos, tal y como se puede apreciar en las imágenes que han distribuido los medios de comunicación. “¡Aquí se duermen hasta las ovejas!”, según han manifestado parlamentarios de todos los grupos. Hasta el líder de la casi extinguida Izquierda 'Hundida' ha dicho que "lo de esta tipa es insufrible". ¿Acaso alguien esperaba más de la 'Yoko Ono' podemita? Pues yo, no. Doy fe.
Creo que a muchos nos pareció que comenzaba con pinceladas que parecían tener interés, pero se ha perdido en la hojarasca del monte y ha tropezado con decenas de piedras en el camino, además de demostrar que no domina el Parlamento y mucho menos el discurso parlamentario; en esta ocasión, un discurso que dejó mucho que desear en su estructura y donde las ideas se amontonaban, sin más. Su teatral actuación puede servir para utilizar un megáfono y dar gritos en la esquina, pero nunca para hacer política seria. El tono y el volumen aplicado al discurso me sonaron a sindicalismo barato y trasnochado. "El manifiesto de la portavoz de Podemos en el Congreso fue perdiendo intensidad e interés y se convirtió en tan monótono que aburrió hasta a los periodistas allí presentes", dice un digital nada sospechoso.
A la muchacha le está cayendo la del pulpo en las redes sociales. Ahora ya no tiene escapatoria: esa formación política no sirve ni nos sirve; la ciudadanía no puede consentir que se siga perdiendo el tiempo en el parlamento. Desde mi punto de vista es el momento idóneo para regular de otra forma lo que debe ser una moción de censura; se ha caído tan bajo en ‘Podemos’ que un acto serio como es una moción de ese tipo, se ha utilizado para salir en los ‘papeles’, hacer propaganda populista y que se hable de esa formación durante unos días; es la típica actitud, el mismo truco y la misma vía que inició Venezuela y que hoy lo ha perdido todo, como bien dijo la diputada canaria, Ana Oramas, al ‘macho alfa’ podemita.
Ha quedado suficientemente demostrado que el sector podemita es incapaz de articular una propuesta seria y una solución digna a los muchos problemas que sufren los españoles. No se puede consentir que esta señora siga engañando a los votantes, como no se debe consentir que el diputado, Iglesias, haga perder el tiempo a los demás con burdos y mediocres antojos como la moción de censura en la que ha quedado como lo que ya se sabía: un desastre político y una contradicción personal. Tal vez el discurso de Iglesias y su ‘Yoko Ono’ sirva en Venezuela, pero en España es cada vez más denostado: recuerdo a los lectores la opinión de Garzón, de Izquierda 'Hundida', para que nadie se llame a engaño.
El aburrimiento y el sacrificio al que ha sometido a los parlamentarios la ‘Yoko Ono’ podemita se reflejaba en la cara y en la actitud de los diputados. Toda una ceremonia del desinterés ante tanta vulgaridad, desorden intelectual, populismo barato y proselitismo cavernícola. ¡Manda huevos, hasta dónde hemos llegado! Repasen las imágenes donde aparece el ministro de Educación, Iñigo Méndez de Vigo, y entenderán cuanto digo; ni siquiera este ministro, modelo de caballerosidad y elegancia, ha sido capaz de aguantar el esperpento de Montero. ¿Se acuerdan ustedes del Conde de Romanones? Pues eso: “¡Joder, qué tropa!”.
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