Los obispos de Tierra Santa saludaban con “alivio” la tregua en Gaza, al tiempo que adviertían que “una paz genuina y duradera solo se logrará mediante una solución justa que aborde las causas profundas de este prolongado conflicto”.
La afirmación podría compartirla cualquier observador con un mínimo de sentido común, pero cobra relevancia al ser la Iglesia católica probablemente hoy el único actor local de peso que mantiene una postura, si no neutral, sí comprometida estrictamente con la causa de los derechos humanos, sin dejar de mantener una relación de amistad tanto con israelíes como con palestinos.
Los obispos locales y la Custodia franciscana han hecho un llamamiento a trabajar por la convivencia a partir de la "voluntad de reconocer recíprocamente el sufrimiento del otro”. No faltan defensores de la paz en ambos bandos, como familias de rehenes secuestrados por Hamás que, con valentía y realismo, asumen que la lógica de la venganza solo conduce a un callejón sin salida.
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