En el restaurante Blue Canalla de Valencia, un miércoles de octubre compartí la sobremesa con el escritor José Calvo Poyato. Café, botellín de agua, grabadora, lápiz, papel, en fin, esas cosas que se usan para estos menesteres.
| José Calvo Poyato (Cabra, Córdoba, 1951) es catedrático de Historia, especialista en el tránsito del siglo XVII al XVIII. El periodo centrado en el reinado del último Austria, Carlos II, y del primer Borbón, Felipe V, constituye la parcela más importante de su labor investigadora, con numerosos libros en su haber. En el terreno de la ficción, cultiva con maestría el género de la novela histórica habiendo publicado las novelas ‘El hechizo del rey’, ‘Conjura en Madrid’, ‘La Biblia negra’, ‘Jaque a la Reina’, ‘El manuscrito de Calderón’, ‘El ritual de las doncellas’, ‘La dama del dragón’, ‘Vientos de intriga’, ‘El sueño de Hipatia’ y ‘La Orden Negra’ con la que se proclamó finalista del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja en el año 2005. Como político fue miembro del Partido Andalucista, Presidente de la Comisión Permanente del Congreso del PA, de la Comisión de Garantías y Diputado provincial y autonómico. Entre los años 1991 y 2000 fue alcalde de Cabra, su ciudad natal. Es miembro de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. |
| El motivo fue la publicación de su nueva novela, ‘Sangre en la Calle del Turco’, editada por Plaza&Janés. En sus más de quinientas páginas, el autor cordobés reconstruye los acontecimientos sucedidos en España que condujeron al atentado sufrido por el general Prim el 27 de diciembre de 1870, mientras se dirigía desde el Congreso de los Diputados hasta el Ministerio de la Guerra, donde vivía. La berlina en la que viajaba fue asaltada por un grupo de pistoleros que tirotearon al político reusense, que perdería su vida tres días más tarde. Sin embargo, el atentado parece envuelto en la bruma del misterio, ya que nunca se supo quiénes fueron los autores. El diputado Paúl y Angulo, el duque de Montpensier y algunos más pueden encontrarse en la lista de sospechosos, sin que nada haya podido demostrarse nunca a ciencia cierta.
José, ¿el siglo XIX, en el que se produce la Guerra de la Independencia y las Cortes de Cádiz, es el gran desconocido de la Historia de España?
Creo que es un siglo que tiene un principio y un final que ha atraído mucho la atención de los historiadores. El principio, porque contiene la Guerra de la Independencia y las Cortes de Cádiz, y el final, porque nos habla de la guerra contra los Estados Unidos y del Desastre del 98, un hecho este último especialmente relevante y del que terminó acuñándose una frase popular muy célebre: “Más se perdió en Cuba”. Y lo cierto es que en Cuba sólo perdimos aquella isla, porque el imperio lo habíamos perdido antes. El XIX es un siglo complicado y esa complicación quizá sea lo que ha hecho que pasemos de puntillas sobre sus páginas.
¿Hay mucho trabajo de documentación detrás de esta novela?
He tenido que documentarme mucho, porque soy especialista en el tránsito de los siglos XVII al XVIII y esta época no ha sido nunca objeto de mi investigación. Me costó bastante trabajo encontrar ciertos detalles, por ejemplo, conocer el importe del Premio Gordo de la lotería en 1870, aunque al final pude averiguarlo. Pero este es sólo un detalle, porque una novela histórica ha de ser muy fiel a los datos para que nadie te pille en un error. Con relación al proceso de Prim, que me interesaba mucho, he bebido del libro escrito por Antonio Pedrol Rius titulado ‘Los asesinos del general Prim’. Creo que Pedrol Rius ha sido una de las pocas personas que se ha leído los más de dieciocho mil folios de que consta el sumario y que ha obtenido sus propias conclusiones al respecto.
| Jose Calvo con su libro.
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En ‘Sangre en la calle del Turco’ hay guiños a la literatura y por sus páginas podemos encontrarnos en la librería Hachette de París o con Emile Zola y Pérez Galdós. ¿Galdós es quizá el escritor más importante para conocer el siglo XIX español?
Indudablemente. Creo que los episodios nacionales que arrancan en 1805 con ‘Trafalgar’ y terminan en 1875 con ‘Cánovas’ son un espléndido friso de cuarenta y seis libros para conocer esos setenta años. Las obras de Galdós, además, siguen leyéndose con una facilidad extraordinaria ciento cincuenta años después de que las escribiera. Por otro lado, este guiño a Galdós posee también el componente de que, en el siglo XIX, la vida pasaba por ir a Madrid, algo que ahora no ocurre porque disponemos de una gran cantidad de información a nuestro alcance sin movernos de casa. Galdós se marchó a Madrid, igual que Fernando Besora, protagonista de la novela, abandona Reus para irse a la capital.
También entonces, como ahora, el periodismo era una llave para acceder a la literatura, ¿no?
Efectivamente, el periodismo es el camino para llegar a convertirse en escritor. El problema de los artículos periodísticos es que tenían una vida muy corta, porque al día siguiente iban a la papelera. Ese era el drama del periodista. De ahí su aspiración a convertirse en literatos, porque los libros, lógicamente, pervivían mucho más.
En la época en que transcurre ‘Sangre en la calle del Turco’, ¿sucedían las cosas muy deprisa o es que se trataba de un momento muy convulso?
El Sexenio Revolucionario, 1868-1874, que es el marco histórico en el que se desenvuelve la novela, creo que es el periodo de mayor agitación y en el que a mayor velocidad se han producido los acontecimientos de toda nuestra historia. Siempre he dicho que la Historia sería como un movimiento uniformemente acelerado. Cuando estudiábamos Egipto, parecía que nada cambiaba y hoy nos encontraríamos en la antítesis de este planteamiento. De todos modos, aún con la situación de cambio continuo actual, pienso que el Sexenio lo supera: destronamiento de Isabel II; gobierno de Serrano: búsqueda de un nuevo rey e implantación de una dinastía distinta; Primera República; vuelta de Serrano a un gobierno provisional y restauración de los Borbones. Y si hablamos de cambios de gobierno, la Primera República bate todos los récords, porque en once meses hubo cuatro presidentes. Dado que todos estos movimientos llevaban aparejada la intriga, constituyen un campo extraordinariamente atractivo para cualquier escritor. Lo que no entiendo es cómo no se han escrito más novelas sobre esta época.
De la novela podemos colegir que Prim era muy querido por las tropas y por el pueblo. Sus apariciones en actos públicos eran acogidas con enorme entusiasmo, pero ¿cómo era en realidad el general?
Prim es un personaje poliédrico, un militar que se hace a sí mismo, que controlaba al ejército y al que, por eso mismo, no le preocupaban los rumores de golpe de estado. Entre los militares, tras haber vencido al moro, perdóneseme esta frase políticamente incorrecta, era considerado un héroe. Pero ha de quedar bien claro que el pueblo aclamaba y quería al militar, no al político. Como conspirador, Prim estuvo metido en todas las conspiraciones: contra Espartero, contra Narváez, contra Isabel II… Pero yo no quisiera dejar sólo de él esta imagen de intrigante, porque Prim tenía un concepto muy moderno del estado. Quería instaurar una monarquía al modo moderno y asentada en una dinastía con pedigree. Por eso buscó en una casa reinante en Europa al futuro rey de España.
Prim, nacido en Reus, era catalán, pero en el libro no dice ni una palabra en esta lengua.
Creo que en privado hablaba catalán – risas tras un gesto elocuente del escritor –, pero Prim siendo de Reus y sintiendo Cataluña como su tierra, en el libro se habla de ello en algunos pasajes, sólo pensaba en construir un estado para toda España. Estaba muy volcado hacia la política española que es la que se hacía en Madrid.
A este respecto, ¿existía ya en el siglo XIX esa sensación de que lo que ocurre en Madrid es lo que pasa en España?
Creo que un estado, como el que construyó la monarquía isabelina, es centralizado y centralista y lo que pasa en Madrid es lo que ocurre en España. La red de carreteras de entonces, que comunicaba la capital con la periferia, es la misma que usamos actualmente. Y hoy seguimos igual: se sigue identificando lo que ocurre en Madrid con lo que ocurre en España.
¿Se respiraba animadversión hacia Cataluña en aquellos años?
Hacia 1870 no hay una sensación de antagonismos hacia Cataluña tan marcada como la que puedo percibir en este momento, algo a lo que no ayuda nadie, ni de un lado ni de otro.
Al escribir, ¿te interesaba más la trama que la identidad de los posibles autores del atentado contra Prim?
Lo que me atrajo hacia este tema fue el hecho de que, al menos de modo judicial, no se haya podido averiguar quiénes fueron los asesinos de Prim. En España se han asesinado cinco presidentes de gobierno, además de Prim, y en los otros casos, menos en este, han sido apresados los autores. Probablemente quienes andaban metidos en el asesinato eran gente muy importante, que pudo entorpecer las investigaciones. En Historia las fechas son importantes. En 1877 el fiscal que llevaba la investigación del asesinato de Prim recibió órdenes de sobreseer los cargos. Y así lo hizo. La pregunta es qué estaba pasando entonces en nuestro país para que esto ocurriese. Y en España reinaba Alfonxo XII, que se había enamorado de María de las Mercedes de Orleans, hija del Duque de Montpensier. No parecía correcto que el rey se casase con alguien, cuyo padre era sospechoso de haber participado en el complot para asesinar a Prim. Y por eso mejor echar tierra por encima.
En ‘Sangre en la calle del Turco’ se puede atisbar una ciencia negligencia en la atención médica prestada a Prim, ¿fue así en realidad?
Estoy convencido que si no hubo negligencia, al menos Prim no recibió la atención adecuada. He visto los partes médicos emitidos por la propia Presidencia del Gobierno y en ellos no se calificó nunca como mortales las heridas de Prim, que había recibido cinco impactos. Uno le hizo perder un dedo; otro le afectó el codo y tres más se incrustaron en el hombro, pero ninguno alcanzó órganos vitales. El médico más importante de Madrid, el doctor Sánchez Toca, fue avisado el día 30 de diciembre, cuando el general llevaba ya tres días herido. Debía de ser un poco bruto porque nada más llegar, se dirigió a la mujer del general para decirle: “Señora, me han avisado ustedes para que venga a ver un cadáver”. Cinco horas más tarde, Prim dejó de existir.
Concluimos la entrevista. Como historiador no hubieras podido escribir este libro, ¿has escrito la novela ‘Sangre en la calle del Turco’ para poder especular?
Has dicho una cosa importante – silencio, inspiración profunda –, soy un historiador, un historiador que se divierte escribiendo novelas. El escritor puede permitirse decir lo que le está vedado al historiador. La novela histórica puede tomarse ciertas libertades que un estudio riguroso no podría. Cuando me planteé ‘Sangre en la calle del Turco’ decidí que la quería escribir en primera persona y me metí en la piel de un periodista del siglo XIX. Al no haber narrador omnisciente, me he visto obligado a tomarme algunas libertades y por eso en ésta, como en otras novelas, he incluido una nota de autor en la que explico a los lectores qué es ficción y qué realidad.
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