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¿Qué caza de brujas?

La crítica mamporrera a la prensa siempre es una táctica socorrida
Ruth Marcus
miércoles, 9 de noviembre de 2011, 07:54 h (CET)
WASHINGTON -- Herman Cain, reacio a defenderse con hechos de las acusaciones de acoso sexual, ha hecho que su campaña reparta ejemplares del "Código Deontológico del Periodismo" entre los periodistas que se atreven a formularle preguntas en la materia.

La crítica mamporrera a la prensa siempre es una táctica socorrida, sobre todo cuando los hechos no te avalan. Sobre todo entre los electores de las primarias Republicanas. De forma que no es ninguna sorpresa que el candidato presidencial Republicano recurriera a esa defensa durante su debate con el ex presidente de la Cámara Newt Gingrich. "Hay demasiada gente en los medios que es directamente deshonesta", decía Cain. "Hacen un mal servicio al pueblo norteamericano".

Que me ahorre las lecciones de honestidad el caballero que negaba tener conocimiento de algún pago económico para cerrar las denuncias de acoso sexual, que luego lo reconocía, y que después decía que es que él distingue entre "acuerdo" y "contrato".

El "mal servicio al pueblo norteamericano" es realizado por el caballero cuya campaña dijo primero que estaba "remotamente familiarizado" con la denuncia de acoso, y que luego ofrecía una versión evidentemente incompleta relativa a la altura de una mujer. Desde entonces viene intentando -- infructuosamente -- dar carpetazo al debate en torno a un interrogante importante relativo a su aptitud para la presidencia.

Si Cain quiere participar en un debate de deontología periodística, a lo mejor debería de leer el reglamento antes de empezar a repartirlo.

No estaba realmente familiarizada con el documento, redactado por el Colegio de Periodistas Profesionales, y sufro de aversión periodística instintiva a los reglamentos oficiales de conducta. Como destaca el propio documento, el reglamento "no pretende ser un conjunto fijo de 'normas' sino un recurso de consulta a la hora de tomar decisiones éticas. No es -- ni podría ser bajo la Primera Enmienda -- vinculante jurídicamente".

Pero el comportamiento de los medios a la hora de investigar y dar vuelo a las acusaciones relativas a Cain me parece un paradigma de profesionalismo y decencia superviviente de las presiones de la hora de cierre de la edición en la era de internet. Nada de lo contenido en el reglamento que Cain tiene tantas ganas de citar mina esta valoración. Por el contrario, el reglamento consolida la razonabilidad de la crónica.

"Ponga a prueba la precisión de la información a partir de todas las fuentes y ponga atención escrupulosa en evitar el error inadvertido". El Politico pasó prácticamente tres semanas elaborando la noticia y dio a Cain 10 días para responder. El editor del Politico John Harris me decía que sus periodistas pedían con asiduidad declaraciones a la campaña Cain.

"Busque con diligencia a los protagonistas de las crónicas para darles oportunidad de responder a las acusaciones de negligencia vertidas". Cuando no había la suficiente información, Harris dice que decidía reservar la publicación hasta que el periodista Jonathan Martin pudo hacer la pregunta a Cain en persona.

"Identifique a las fuentes siempre que sea posible. La opinión pública tiene derecho a cuanta información sea posible en relación a la solvencia de las fuentes. Ponga siempre en tela de juicio las intenciones de las fuentes antes de prometer el anonimato". Es suficiente. Pero la palabra clave aquí es "posible". Las fuentes pusieron pegas comprensiblemente a ser citadas con nombres. La información -- que las dos mujeres presentaron quejas del comportamiento de Cain estando contratadas por la Asociación Nacional de Restauración, que la patronal les abonó una compensación para cerrar las acusaciones tras las quejas -- ha demostrado tener base.

Y piense en las presiones de neutralidad que plantea el reglamento ético: "Tenga presente que los particulares tienen mayor derecho al control de la información relativa a ellos mismos que los funcionarios públicos y los demás que aspiran a ocupar puestos de poder, influencia o atención. Solamente una necesidad pública imperiosa puede justificar la intrusión en la privacidad de alguien". Y también: "Sea cauto al identificar a sospechosos jóvenes o víctimas de delitos sexuales".

El acoso sexual no se considera delito sexual; citar el nombre del objetivo del acoso no es el mismo grado de intrusión que dar nombre a la víctima de una violación, cosa que la mayor parte de los medios no hacen.

Pero el acoso sexual es también un terreno que exige un trato periodístico exquisito, porque el particular que denuncia el acoso puede considerar humillante la publicidad y porque la propia conducta puede quedar expuesta a interpretaciones diferentes en la misma medida.

Por supuesto que sería preferible poder utilizar los nombres de las mujeres. Pero la decisión de proteger los nombres por respeto a la privacidad de las implicadas es un ejemplo de integridad periodística, no de ausencia de ella. Y la alternativa -- dejar la noticia en un cajón por falta de fuentes para contrastar -- habría sido mucho peor.

Los estadounidenses que se preparan para elegir democráticamente a un presidente tienen el derecho a saber todo lo relevante acerca de aquellos que se postulan al cargo público. El Politico y su competencia no han participado de ninguna "caza de brujas", como dice Cain. Han puesto en práctica periodismo del bueno -- y lo han hecho de una forma que aguanta cualquier lección magistral de deontología periodística.

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