De antemano reconozco que esta columna llega con retraso en 2011. También, es cierto, adelanta el evento para el año próximo y siguientes, de ahí su vigencia y mi excusa por comienzo. El pasado viernes, día 25 de noviembre, se celebró por primera vez el día nacional de las librerías.
Yo conocí la noticia un día antes de disfrutar en mi establecimiento habitual, afiliado a CEGAL (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros), descuentos, actividades lúdicas y un horario extendido hasta las diez de la noche. Emulación de la libertad horaria que los comercios de la zona centro de Madrid tienen a su disposición.
El caso es que había más afluencia de lo normal un viernes por la tarde. Ya sea por la novedad de la iniciativa o por la conjunción del calendario, que permitió que esta primera edición coincidiese con el inicio de un fin de semana. Todo se puso y dispuso para dar un primer paso, que siempre es el más difícil, aunque como añade un proverbio ruso, si el primero es complicado el último es un milagro. Veremos si cala en la población y se sostiene en esta fecha o si baila hasta acercarse a semanas más tangueras como la feria del libro.
Cabe esperar que alguno de los asistentes a esta celebración repita. Y antes de las navidades vuelva a abrir la puerta de su librería de barrio. Si tiene tanta suerte como yo encontrará a un aliado, un confidente entre páginas, que conocerá pormenores y pormayores que sólo se hallan en las lecturas. Confío además que no suceda lo mismo que ocurrió con mi disquero favorito, que cerró su negocio y perdí no sólo a un melómano sino a un amigo.
|