De todos es sobradamente conocida la especial tendencia del papa Francisco a intervenir en los asuntos terrenales de este mundo. Nadie le puede privar de emitir sus opiniones sobre las cuestiones sociológicas que, en cierta manera, pueden llegar a tener mucho que ver con las doctrinas cristianas aunque, como es evidente, sus posibilidades de influir en el poder terrenal de cada país deben ser meramente admonitorias o ilustrativas, ya que es evidente que, en la actualidad ( hubo tiempos en los que, la autoridad de la Iglesia, no se limitaba al orden espiritual de los fieles, siendo el vigilante de sus conciencias, sino también el aspecto terrenal; cuando el papado era poseedor de grandes extensiones de tierra, tenía su propio ejército y ejercía su autoridad sobre las nobles, que le rendían pleitesía, tanto en tiempos de paz como cuando eran enviados a la guerra, contra los enemigos de la Iglesia) la influencia del papado, aun continuando siendo mucha, ya no es la de hace unos siglos, cuando unía a su prestigio en materias del espíritu y teológicas, el poder que le confería la fuerza de las armas de sus propios ejércitos.
En otros comentarios ya nos referimos a esta faceta del Sumo Pontífice y a esta evidente inclinación hacia las izquierdas, seguramente adquirida de sus años de residencia en la Argentina en la que, necesariamente, tuvo que convivir con el peronismo del señor y la señora Kirchner. Choca que cuando, durante siglos, la Iglesia católica haya señalado como una de las peores lacras de la humanidad la existencia de regímenes comunistas y haya sido uno de los enemigos más implacables contra sus doctrinas ateas, laicistas, evidentemente enfrentadas a todos los preceptos del papado y de la Iglesia romana; la llegada del papa Francisco haya significado un cambio de rumbo evidente, de modo que, el acercamiento a las tesis mantenidas por el peronismo y el comunismo, se han demostrado ser, en muchos aspectos de este nuevo papado de Francisco, una de las novedades que, junto a su inquina contra el capitalismo, que no duda en condenar, cada vez que tiene ocasión para ello; han dado un vuelco, en ocasiones difícil de asimilar por una parte, quizá la más conservadora, de los fieles cristianos, que no acaban de entender que, un sumo pontífice, pueda tener puntos en los que apoye a determinados partidos, no precisamente caracterizados por sus buenas relaciones con las religiones y evidentemente ateos.
Últimamente, desde hace unos cuantos meses y, podríamos añadir, que desde que el señor Maduro se autoproclamó el heredero del fallecido señor Chávez, el golpista venezolano que impuso a su país uno de los comunismo más exigentes y dictatoriales de todos los que quedaban, después que la Unión Soviética se desmoronara como la nación del mundo donde el comunismo tenía mayor implantación, para retornar a un sistema de gobierno, si no del todo democrático, al menos con las apariencias externas de serlo, abjurando de sus métodos inquisitoriales para presentarse, ante el resto del mundo, como una nación capaz de respetar los derechos humanos y de convivir “pacíficamente” con quienes antes eran sus enemigos irreconciliables. Y al respeto, resulta muy curioso cómo, los republicanos y los demócratas estadounidenses, parecen estar empeñados en tirar por tierra las posibilidades de acercamiento a Rusia, que parecían existir con el nuevo presidente, señor Trump, debido a sus relaciones menos tirantes con Putin, que se podían entender como un camino para las distensión del enfrentamiento entre ambos países, algo que, seguramente, hubiera sido muy conveniente ante el evidente impacto de las potencias emergentes de Asia, como son la China, la India y no nos olvidemos de la peligrosa y problemática república de Corea del norte, en manos de un peligroso sicópata como Kim-Jong-Un, capaz de iniciar una guerra mundial de carácter nuclear el día en que se levante de mal humor.
El papa Francisco no ha sido capaz de valorar el error de intentar dialogar con un elemento como Maduro, incapaz de recibir consejo de nadie, empecinado en mantener su terquedad de sostener la dictadura que ejerce sobre el pueblo venezolano, a pesar de saber perfectamente que está llevando a su país a la bancarrota; empleando la fuerza, encarcelando a sus adversarios políticos, cerrando la boca a la prensa independiente, violentando las leyes del país para ajustarlas a sus deseos y, finalmente, visto que no podía dominar a la nueva Asamblea venezolana, salida de las urnas; imponiendo a la fuerza la elección, por medios ilegales y antidemocráticos, de una nueva asamblea Constituyente, con la que piensa deslegitimar a la actual y, mediante la nueva, imponer a todo el país, con apariencia de legalidad, la dictadura que subyace debajo de semejante maniobra.
El intento de mantener un diálogo con Maduro propiciado por Francisco y con el grave error de incluir al anterior presidente del gobierno español, señor Zapatero, una persona que no sólo fue capaz, en el tiempo que estuvo como presidente, de llevar a España a la ruina, sino que ( parece que al Papa no le afectó demasiado) de dictar una ley que llevó al exterminio de cien mil fetos al año, con el invento de la ministra Aído de implantar la práctica libertad de abortar para todas las mujeres que quisieran emplear este método criminal para evitar las molestias del embarazo. La realidad fue que, como se podía esperar del señor Maduro, esta comisión enviada por el Papa no sirvió para nada más que para darle árnica a Maduro, que se enrocó en una negociación sin ningún resultado pero que, a ojos del resto de naciones, parecía que tenía posibilidades de tener éxito. Claro que no conocía como se las trae el señor Zapatero cuando se le mete entre ceja y ceja cometer una de sus proverbiales pifias. El fracaso ha sido rotundo y ahora, el papa Francisco, se ha visto cogido por sus propios errores, cuando Maduro ha demostrado que se limitó a utilizar a Francisco para ocultar sus tropelías con los miembros de la oposición, como fueron las detenciones de los señores López y Ledesma, dos de sus víctimas más distinguidas.
El Vaticano se ha visto obligado a rectificar, reconocer su fracaso y, ante la evidencia de la cacicada de Maduro para ningunear a la oposición, ha tenido que admitir su “preocupación” ( no olvidemos que ya tuvo la humorada de visitar al dictador comunista Fidel Castro, que aceptó complacido la cruz con la hoz y el martillo con la que le obsequió Evo Morales de Bolivia y recibió al propio Nicolás Maduro en plena ola de violencia en su país) por la situación en Venezuela, pidiendo evitar “las iniciativas en curso como la nueva Constituyente”. Como era de esperar, Maduro hizo caso omiso del Papa como lo ha venido haciendo del resto de naciones que le han advertido de la ilegalidad de su comportamiento. La Secretaría de Estado vaticana emitió un comunicado lamentando la “radicalización y el agravamiento de la crisis”, al tiempo que anunciaba que Francisco seguía de cerca “sus implicaciones humanitarias, sociales, políticas, económicas e incluso espirituales”.
La Iglesia de Venezuela, a través de su Conferencia Episcopal, ha tenido que salir al paso de la iniciativa de Maduro, advirtiendo que era “peligrosa para la democracia” (resulta casi cómico que sigan hablando de democracia cuando, en las actuaciones del Gobierno, ya han desaparecido por completo cualquiera de los síntomas propios de una democracia y, el lenguaje actual, no es más que el de un tirano que goza de todo el poder para imponer sus barbaridades a todo el pueblo venezolano) y el señor presidente de los obispos venezolanos, Diego Padrón, ha dejado caer que la deriva que se ha imprimido el gobierno de Maduro corre el peligro de acabar siendo “una dictadura militar”. ¿Acaso no lo es ya?
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que, este nuevo papa Francisco, al que respetamos en todo lo que corresponde a su labor de magisterio espiritual de la Iglesia católica; estamos viendo que está siendo sobrepasado por muchos de los problemas que, la institución católica, está arrastrando desde hace siglos y que, por mucho que cueste creerlo, los anteriores papas no tuvieron éxito en erradicarlos como, por ejemplo, el tema, verdaderamente denigrante y gravísimo, de los numerosos casos de pederastia que se están destapando y que vienen constituyendo motivo de gran escándalo para una parte importante de los fieles católicos, que se siente vapuleados en sus convicciones cuando se ven sorprendidos por cuestiones que nadie hubiera pensado que pudieran ocurrir bajo los muros de los edificios vaticanos. Puede que quienes eligieron al papa Francisco no valoraran debidamente sus orígenes y su particular manera de entender el catolicismo.
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