Si algo han puesto de manifiesto las revoluciones árabes además de la firme voluntad de sus pueblos por cambiar de vida, ha sido el alto grado de corrupción de sus dirigentes. Y no sólo de una corrupción financiera, mafiosa, sino también moral. La monstruosa manera que ha tenido el presidente sirio, Al Assad de aferrarse a su poltrona, ha dejado a las claras la verdadera condición de su naturaleza y la de quienes le rodean.
Con más de cuatro mil muertos a sus espaldas desde el marzo pasado, el régimen de Al Assad ha demostrado que no se anda con chiquitas cuando ve peligrar sus intereses. Hasta ahora el régimen había vivido en la comodidad que le proporcionaba ser punto de referencia obligada para mantener la estabilidad del estado de Israel en la zona. Con ese papel de “mediador” ha conseguido hacer negocio con todos, manejando el tráfico de influencias para lucrarse y acumulando para los adeptos al régimen(altos cargos militares y oligarcas) grandes fortunas. Un negocio demasiado suculento para dejarlo perder por unas cuantas protestas.
Al contario que su homónimo en Yemen, el general Shaled, un militar metido ha hombre de negocios que ha decidido poner pies en polvorosa y abandonar el poder refugiándose en la familia Saudí, Assad se resiste a capitular.
Así, con Al Assad a la cabeza, el gobierno sirio ha perseguido, torturado y asesinado a los disidentes, ha amenazado a la Comunidad Internacional con más represión si decidía intervenir en su territorio y ha hecho caso omiso a cualquier exigencia de la Liga Árabe.
Con todas estas actuaciones lo que se ha conseguido es que parte del ejército haya desertado al comprobar las masacres que se estaban ordenando contra los ciudadanos y haya constituido el Ejército Sirio Libre. Esta escisión actúa a modo de guerrilla desde las vecinas Líbano y Turquía para desestabilizar el régimen de Al Assad. Asimismo, también se ha formado el Consejo Nacional Sirio(CNS) que ya empieza a ser reconocido internacionalmente como alternativa política al régimen actual.
Las horas para Al Assad y los suyos parecen estar contadas. Queda por saber hasta qué punto la Comunidad Internacional se preocupará en perseguir a estos criminales y juzgarlos por los crímenes contra su propio pueblo. Resulta muy alto el número de víctimas que va a acabar por poner el punto final al régimen sirio.
Precisamente para el reconocimiento a las víctimas de la revolución tunecina se ha firmado una resolución por la que el nuevo gobierno del país, deberá reconocer y compensar a las familias de los más de 300 muertos y 1200 heridos que entregaron sus vidas por cambiar el destino de su país.
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