WASHINGTON -- Hasta el pasado fin de semana, el espectáculo dolorosamente público de la esposa humillada junto a su marido-político pillado de picos pardos y abandonando una campaña o dimitiendo de un cargo público parecía, gracias a Dios, estar al borde de la extinción.
Jenny Sanford abandonó la rueda de prensa -- y el matrimonio -- después de que su marido, el ex gobernador de Carolina del Sur Mark Sanford, encontrara a su alma gemela argentina. Huma Abedin, esposa del ex congresista Anthony Weiner, parece que va a intentarlo, pero se tuvo el respeto de ausentarse mientras él confesaba sus juveniles tuiteos de fotografías eróticas.
Por desgracia, tenemos a Gloria Cain, puntal humanitario. Comparecía en el estrado detrás de su marido el sábado, aplaudiendo y jaleando mientras Herman Cain anunciaba que suspendía su campaña presidencial. Cain abandonaba como consecuencia de las múltiples acusaciones de acoso sexual y la revelación de una relación de 13 años que la otra mujer dice fue una aventura y que Herman Cain dice que era una amistad.
Pero escuchándole, habría pensado que fue un triunfo -- y a lo mejor lo fue, en términos que parecen importar sobre todo a Cain. "Ahora mismo soy como el 99,9" decía, sonriendo de oreja a oreja.
La mayoría de los sinvergüenzas en la tesitura de Cain tienen al menos la decencia de disculparse con sus esposas por exponerlas a una humillación así. Cain utilizó a la suya como escudo, testimonio de las glorias de su tema favorito de discurso: Herman Cain. "Estoy en paz con Dios", entonaba. "Estoy en paz con mi mujer", se volvía solicitando aplausos de aprobación a ella. "Y ella está en paz conmigo". Una pausa para que Gloria Cain sonriera y señalar con apoyo a su mujer y presunta víctima mientras el público coreaba: "Gloria. Gloria. Gloria".
A mi torció el gesto
Cain, a diferencia de la mayoría de sus compatriotas infieles, no suplicó un perdón por lo que insiste son "acusaciones falsas e infundadas".
Dejemos aparte el hecho de que tres mujeres sin relación entre ellas acusaran de acoso sexual a Cain. Dos llegaron a acuerdos de tipo económico y una mencionó el problemático comportamiento a un amigo de aquella época.
Dejemos aparte los comentarios públicos de los que hay constancia realizados por Ginger White diciendo que tuvo una aventura extramarital de 13 años de duración con Cain. Centrémonos mejor exclusivamente en los hechos que el propio Cain ha reconocido: que mantuvo una amistad íntima con esta mujer, lo bastante íntima para incluir SMS a las cuatro de la mañana. Que le daba dinero. Tan inocente como era todo esto, por alguna razón nunca se lo mencionó a su mujer.
En su libro "This Is Herman Cain!", el excandidato recurre al lenguaje empresarial para describir sus 43 años de matrimonio. "Todo esto se reduce a que mientras que Gloria y yo somos presidentes por cuenta propia, también somos vicepresidente y vicepresidenta, respectivamente, de los consejos de administración del otro", escribe. En esos términos, hay algo que salió tremendamente mal en la gestión corporativa del matrimonio Cain.
A lo mejor Gloria Cain es de las que tienen más tragaderas, pero si mi marido me hiciera eso -- y se quedara ahí -- yo no iba a estar aplaudiéndole.
¿Es Gloria Cain una panoli humillada o una colaboradora dispuesta en la conspiración de autopromoción de su marido? No lo sé, tampoco estoy segura de lo que sería peor. Sí que sé que la presencia en público de Gloria Cain junto a su marido resulta preocupante, de cualquiera de las formas. Si las intenciones de Herman Cain fueran, como dijo al periódico Manchester (N.H.) Union Leader, "ponerla a ella antes que nada", no la habría subido al escenario a satisfacer sus intereses. Ya metidos en harina, si realmente quería poner a Gloria Cain por delante de todo lo demás, para empezar Herman no se había postulado a la presidencia.
The Washington Post Writers Group
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