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Fallo sistémico generalizado: quejas y soluciones

El verdadero problema que enfrenta el sistema no es el fallo de uno de los órganos del cuerpo social (la Economía), sino del colapso en cadena de todos ellos
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 4 de enero de 2012, 12:39 h (CET)
En todos estos años de descomposición del sistema social, desde que se experimentaron los primeros síntomas allá por el 2006 ó 2007 hasta hoy, no ha habido ni un solo experto, ya Premio Nobel o ya cerebrito económico, que haya dado pie con bola o que sea capaz de entender siquiera qué está pasando. Ni los superpoderosos organismos como el BM o el FMI, ni los grandes bancos, ni los gurús de la Economía mundial o los sabios dicentes de periódicos y revistas del gremio o tertulianos de la oposición en sesudos debates televisivos, parecen tener la menor la idea de qué está sucediendo para que todo Occidente colapse sobre sus propios cimientos, no ya en España, sino en ningún rincón del mundo. Y, lo que es peor, lejos de encontrar una solución a los males que le afligen al paciente, le están produciendo una intoxicación medicamentosa que le está poniendo en una situación terminal que, mucho me temo, terminará con la defunción del corpus.

La sabiduría vertida por la oposición en tertulietas televisivas o radiofónicas de expertos sin responsabilidades, se está traduciendo, ahora que están en el gobierno, en más erráticas y delirantes medidas que, lejos proporcionar una mejoría de los males que nos atenazan, están multiplicando los daños. Así, se ha pasado de una necesidad de reducir el gasto público, y del consiguiente despido de miríadas de trabajadores enviándoles al desempleo, para contener las obligaciones dinerarias del Estado, a una falta alarmante de contribuyentes que proporcionen los recursos imprescindibles para que el organismo social funcione, entrando ya en números rojos incluso aquellos aspectos en los que teníamos superávits. La solución, en fin, ha sido una especie de puntilla al propio sistema que pretenden sanar, y cada nueva acción que se emprende para remediar los daños termina develándose como el desvarío de la desesperación del doctor que mucho más bien proporcionaría al estado de su paciente si se estuviera quietecido. Es lo que suele pasar cuando no se sabe qué hacer y, para que parezca que sí, se hace lo que sea. Ya se sabe que no hay nada peor en una organización que un idiota con iniciativa, y los hechos lo demuestran cada día. Si no sabes qué hacer, lo mejor es no hacer nada, porque toda acción irresponsable complicará la situación. Ya deberían saberlo, pero se ve que no. Lo único que no se debe hacer cuando se está en el fondo del pozo y se quiere salir, es seguir cavando, y aquí no tenemos sino zapadores compulsivos.

Por mucho haya luz donde están buscando las soluciones los gobiernos –despidos masivos, subidas de impuestos, etc.-, no es ahí donde se perdió lo que se busca, sino que objeto que tan afanosamente se persigue –la solución-, se extravió en las tinieblas de un sistema que está fundamentado en la corrupción, la manipulación y la codicia de unos pocos, los cuales, curiosamente, son los únicos que están recibiendo el respaldo de los poderes e inyecciones multimillonarias de los Erarios, debe ser que para que sigan en las mismas. Y siguen, claro, multiplicando los daños y creando más y más dificultades, entretanto el sistema, el cuerpo, agoniza. Creer que beneficiar a los que han producido el daño puede crear las condiciones de mejoría, sólo se les puede ocurrir a los necios, y la prueba del nueve está en que de las medidas tomadas hasta ahora por las autoridades económicas sólo se desprende una inconcebible represión para los que sostienen la sociedad y una carencia de medidas contra los que la han perjudicado. Ni una sola medida, ni una sola de las que ha impuesto el gobierno, va dirigida contra los trush financieros, los desaprensivos banqueros, los choris de la política, los sinvergüenzas empresarios que han aprovechado la crisis para despedir gente sin motivo o que se han llevado sus empresas y sus dineros a paraísos de esclavitud o fiscales. La solución, obviamente, no está ahí ni lo ha estado jamás, porque mientras no se ate bien cortito y se castigue con severidad extrema a los especuladores que han producido el daño, mientras no se apliquen antibióticos legales a esta chusma de bacterias y parásitos, sólo se puede esperar un empeoramiento progresivo, acaso un colapso generalizado, de la vitalidad del paciente.

Toda solución, o sí o sí, pasa por la solidaridad social, pero no de los que menos tienen trabajando más y cobrando menos –o nada, porque son despedidos-, sino precisamente partiendo de los que más tienen, que son los que deben demostrar que las sociedades a las que rapiñan les interesan o que tienen alguna clase de patriotismo de ése que le reclaman a las clases más desfavorecidas. De no ser así, quítense de la cabeza y de la esperanza cualquier solución, porque lo único que podemos tener la seguridad de futuro es que se arrojarán antes al vacío de la guerra, tal y como sucediera en precedentes crisis de la misma índole –como la de Wall Street del 29 o la de la Alemania de Hitler de los años 30-, con el resultado sobradamente conocido de una catástrofe mundial de dimensiones épicas, sólo que en esta ocasión, habida cuenta del potencial armamentístico de las naciones, de unas consecuencias pueda ser que finales.

El problema que vivimos está en el propio sistema en que nos hemos organizado, fundamentado en el acopio ilimitado de bienes (en un orden limitado) y en la codicia exacerbada y la corrupción. Cualquier solución que no ataque a esos males productores de la enfermedad, está condenado al fracaso de antemano. Pero sería un craso error considerar que no tenemos más solución que tratar de revitalizar este sistema, porque hay otros, y son sistemas posibles, viables. Ciertos movimientos sociales contestatarios levantan su voz sin proporcionar alternativas, en algo tan común en nuestros tiempos de quejarnos de los males sin aportar nuevas soluciones con ideas muy específicas y muy concretas. Por mi parte, nada de eso hay. A lo largo de mi obra literaria o intelectual, posiblemente como todos me he quejado de los males de nuestra sociedad y de la injusticia imperante, pero, a diferencia mis contemporáneos, que yo sepa, aporté hace años un sistema alternativo que creo no sólo posible, sino necesario, ofreciendo no sólo una delación de los problemas sino también una solución a los mismos. Una autoridad, el desarrollo de un sistema alternativo –que es más, mucho más de lo que han hecho todos mis demás congéneres- que me permite poder criticar con severidad a mis coetáneos, expertos o no. En mi sitio web pueden visitarlo y leerlo (y criticarlo) gratuitamente. http://angelruizcediel.es//images/DEONTOCRACIA/DEONTOCRACIA.html

En la situación que vivimos no se trata sólo de derribar lo que no funciona, sino de construir lo que puede funcionar, convirtiendo en una oportunidad los fracasos. El futuro, como siempre, está en nuestras manos.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

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