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Del dicho al hecho

A pesar de que las autoridades dicen querer solucionar los problemas ciudadanos, las evidencias demuestran todo lo contrario
Ángel Ruiz Cediel
jueves, 12 de enero de 2012, 10:05 h (CET)
De forma demostrada, los que crean empleo en las sociedades –y además suelen permanecer en ellas- no son las grandes empresas (éstas suelen estar cuando les conviene o marcharse a otros países cuando no, porque su único fin es la obtención de beneficios como sea), sino las pequeñas empresas. Lo lógico, pues, y dado que está constatado que las grandes empresas usan y usarán las crisis para enriquecerse, es que los gobiernos apoyen y beneficien a estas pymes y penalicen a las grandes; pero las evidencias demuestran que sucede exactamente lo contrario.

Las crisis en las sociedades, lo mismo que en las personas, son realmente oportunidades de cambio que se presentan para que se abandonen los postulados equívocos en que se asienta la realidad para evolucionar hacia formas o sistemas más positivos. Adempero, las autoridades, lejos de evolucionar hacia formas mejores de estabilidad, justicia social y progreso, cambiando lo que no funcionó o modificando los objetivos sociales, concentran todos sus esfuerzos en volver a cualquier costo a lo mismo que ya fracasó, sólo que beneficiando a quienes produjeron el daño y forzando a que paguen los desperfectos las víctimas, que es conjunto de la sociedad trabajadora.

No importa quién o qué partido gobierne: los políticos siempre sirven a los mismos poderes y legislan sólo para su beneficio; no se quiere establecer ninguna clase de justicia social, sino convertir a toda la sociedad en negocio de esa elite de menos del uno por ciento de la población que acapara más del noventa por ciento de la riqueza del planeta; no importa cuánto avance la ciencia, porque si no se puede cobrar por la implementación de un progreso, jamás será aplicado (energía libre, fusión fría, tecnología del hidrógeno, motor de agua, vacuna contra la caries, etc.); y no importa con qué palabras digan lo que dicen los políticos, en su fondo siempre subyace la advertencia de que harán lo que les convenga a sus señores por las buenas o por las malas, sea en democracia o no (Grecia o Italia son buenos ejemplos de que la democracia es nada más que una artimaña de los poderes económicos, Guantánamo o los asesinatos selectivos una incontestable evidencia de sus creencias en los Derechos Humanos, y Túnez, Libia, Egipto, Yemen o Siria de cómo son capaces de jugar con los países soberanos. De Irán, vamos a verlo muy en breve.)

Dicen que les interesa el medioambiente, pero no es verdad; y dicen que les interesa el ahorro de combustible, y que por eso reducen los límites de la velocidad en el tráfico e investigan para mejorar el rendimiento de los motores, pero mienten. Podrían solucionar el problema implementando la energía libre o la del hidrógeno o la fusión fría, viables ya y a punto, y aún aplicar medidas simples mucho más que posibles, como obligar a las empresas que sólo contraten trabajadores de los pueblos o ciudades en que están ubicadas. Sin embargo, prefieren invadir países para quedarse con su petróleo porque es más barato y ya tienen montado su tinglado, o sostener que los trabajadores de una ciudad lo hagan en otra para que consuman más recursos, porque su beneficio (de las multinacionales, y de los gobiernos por los impuestos a las gasolinas o a los automóviles) es mayor. Ni les importa el medioambiente, ni les importa la economía o la racionalidad de la movilidad, porque si hubiera menos desplazamientos, si cada quien trabajara en su propia ciudad, habría menos necesidad de autopistas e infraestructuras, y eso no les conviene a las grandes empresas.

Dicen que les interesa la educación y la cultura, pero faltan a la verdad: les interesa el adoctrinamiento de la población en unos valores consumistas, sumisos y falaces (falsos paraísos), y sólo difunden o promueven a aquéllos artistas o autores que cumplen con el anterior postulado de idiotizar a la sociedad (musiqueros ta-ta-chundas, autores de entretenimiento, peliculeros de realidades lejanas que distancien al respetable de la realidad, industria del adocenamiento y el nihilismo, etc.). Dicen que velan por la Justicia y la transparencia, y dicen que son servidores del ciudadano, pero se sirven del ciudadano y viven como maharajás, son impunes a cualquier despropósito que perpetren, las filas políticas están infestadas de corruptos (protegidos y amparados por sus partidos), y, aunque les pillen en un atraco de miles de millones y sean condenados, se quedarán con lo robado y pagarán una pena mínima, si es que por un aquél llegaran a ser condenados, que son pocos los casos y sólo han servido para indignar aún más al ciudadano.

Dicen, dicen, dicen, pero sus verdades siempre enmascaran fines ocultos, haciéndose necesario, y con urgencia, la creación de los Ministerios de la Desinformación y la Corrupción para esto pueda estar igual de jodido, pero al menos algo organizado que por cada teta que uno toca le rompen seis veces el culo. Ya sé que parecen buenos chicos y da la impresión de que se muestran compungidos cuando nos anuncian que sin mantequilla ni nada se van a marcar un Último Tango con nosotros (patriotero, eso sí); pero, después de todo, y aunque no tengan lagrimales, poca credibilidad pueden tener los llantos de los cocodrilos cuando devoran a sus presas (nunca mejor dicho).

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

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