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Sexo duro | |||
El sexo se está convirtiendo en las sociedades modernas no en un aspecto de la vida, sino en el eje de muchas vidas | |||
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Como ya he argüido en este y otros medios que me pareció una genuina bestialidad propia de descerebrados que se considerara legalmente mayores de edad a los niños de 13 años, ahora que son los pedófilos y otras alimañas las que aprovechas esta ingenua edad para perpetrar sus fechorías no puedo sino decir: ¿Lo ven?... Quienes me conocen o me leen saben sobradamente que no oculto en lo más mínimo el que soy de la opinión de que las sociedades deben purgarse y sanearse a sí mismas, eliminando a los individuos que demuestran objetivamente que son enemigos de la sociedad y sus valores, y que no hacerlo condena a las sociedades a podrirse hasta que el propio conjunto social es un verdadero asco y perece en la náusea. Y lo que está pasando con el sexo es absolutamente nauseabundo. El sexo es el motor principal de la humanidad, de eso no hay menor duda. Ningún placer tan efímero ha sido capaz de producir tantos desastres en la Historia, desde guerras a matanzas. Lo que en las demás especies que pueblan el planeta no es sino una llamada de la naturaleza al acto de procrear o una forma de rebajar tensiones (como en el caso de algunos simios), en la especie humana es capaz, debido a su racionalización, de producir los mayores daños no porque el acto coital en sí mismo tenga unas posibilidades ilimitadas, sino porque lo tiene la imaginación, la cual es capaz de multiplicar no sólo las capacidades físicas posturales (Kamasutra, Ananga Ranga, etc.), sino que éstas unidas a la perversidad natural de los humanos en todos los demás casos, elevan los daños a la enésima potencia. Tradicionalmente la pedofilia parecía estar reservada a mentes trastornadas por el antinatural celibato, por esos hombres que sabiendo que han perdido su juventud desean recuperar siquiera sea por un momento parte de ella con un acto tan deplorable de este júbilo de carne, o aún ciertos chicos que, por imitación de sus mayores o por depravación propia, son capaces de hacer algo como esto con un semejante. Sin embargo, ahora no sólo son éstos los pedófilos, sino que el primer puesto lo ostentan en estos tiempos jóvenes a quienes conquistar los favores de un@ par de su edad y condición no le costaría demasiado esfuerzo, dada la permisividad que caracteriza en este sentido a las sociedades modernas. Pero esta barbarie, ¿por qué es así?... El sexo sin afecto, cosifica: no es necesario abundar sobre esto. Convierte a los semejantes en nada más que objetos de placer, de quienes no importan ni sus emociones ni sus sentimientos, sino solamente el gustirrinín coyuntural que pueden producir. Son nada más que carne sola, buena exclusivamente para un regocijo transitorio, por más que a renglón seguido en muchos casos tenga el abrumador costo de tener que decidir qué se hace con la vida probablemente engendrada, en el caso de que no se hayan tomado las medidas mínimas de protección, cual si uno fuera Dios y tampoco importara la humanidad del hijo engendrado. Así la cosa, es absolutamente legítimo plantearse por qué o en base a qué inmunda capacidad los legisladores no han sabido o no han querido proteger a la infancia al igualar legalmente en mayoría de edad a una bestia indigna de ser considera como humana de… pongamos cincuenta años, tal y como ha sucedido en algún caso reciente, y una criatura de trece años. Debieron saber y prever sus señorías, además, que estos casos en los que un pervertido se valdría de su posición de dominio físico e intelectual se darían, sino que la perversidad de estas bestias les facultaría para conocer estas leyes inhumanas tan bien como un letrado y, sirviéndose de ellas, esperarían a que sus víctimas alcanzaran la mayoría de edad sexual legal para perpetrar sus infamias. Dolos, por otra parte, que nunca podrán ser compensadas a las víctimas, por más que cuando esos abominables hechos han sido detectados, policías, jueces y fiscales honrados busquen las vueltas a la ley para penalizarlos por otros delitos. Esos niños abusados sexualmente están, o sí o sí, condenados a arrastrar esta ignominia de por vida, cuando sus depredadores, por defecto tal vez intencionado de la ley, les permitirá en un tiempo corto o muy corto estar libres como los santos pájaros, parece demostrar la realidad que buscando entonces nuevas víctimas para satisfacer su inmunda depravación. La información y el conocimiento requiere de la madurez intelectual necesaria en cada caso, cuestión que parecen desconocer tanto los legisladores como quienes les asesoran -¿o no?-. No todo el mundo puede asumir cualquier conocimiento a cualquier edad, y la realidad está poniendo contra las cuerdas, por una absurda permisividad que algunos consideran libertad, a lo más puro de nuestras sociedades que es la infancia. La pornografía, en este sentido, es uno de los mayores daños de la sociedad contemporánea, especialmente en países como España en la que partidos sin Norte y auténticos descerebrados que no merecen mejor epíteto que el sexópatas han abierto las puertas de par en par de esta cosificación social indiscriminadamente, dinamitando por los fundamentos las relaciones entre personas, las familias y, lo más grave de todo, la infancia. Hoy, a un adulto está claro que la pornografía, usada como consumo habitual, lo deshumaniza y lo empuja a que deshumanice a sus semejantes, porque ésta abarca tanto y tan inmundas variables que siempre puede ofrecer una abominación más, pudiéndose llegar hasta los snuff movies, fondo primero de hasta qué submundos infernales puede llegar el ser humano. Pero es una andadura que no comienza en esos abismos, sino que, como todas las perversiones, se presenta siempre como algo aparente inocuo y excitante, con apariencia de juego inocente o nada más que de curiosidad. Si se presentara de otro modo, en toda su crudeza deshumanizada, sin duda no tendría la menor oportunidad de prosperar, pero esta bestia lo hace travestida de dulce corderito. La consecuencia es que quien se engancha a esta perversión cada día que pasa es más un yonki que precisa de una mayor dosis, precipitándose el individuo por este abismo hasta que llega a odiarse a sí mismo, como cualquier narcodependiente, además, como queda dicho, de haber cosificado a todos sus semejantes, familia incluida. Las autoridades lo saben, y lo saben desde hace mucho, porque todo esto está sobradamente demostrado. Queda preguntarse pues, de la forma legítimamente más acusadora, por qué sus señorías permiten esto, que se hagan los esfuerzos como los que se hacen porque alguien se baje una canción o una película de Internet mientras está al alcance de niños y adultos estas ignominias de la pornografía, pudiendo ser libremente accesibles desde un simple teléfono móvil como el que tiene cualquiera de nuestros hijos, todos ellos, los niños, llenos de curiosidad y de inquietudes que más pronto que tarde les conducirán por sí o alentados por sus compañeros o amigos a meter esas inmundicias en sus almas. Queda exigirles por qué. Sería un error considerar que el sexo es una cuestión exclusivamente genital, que lo es en el caso de la inmensa mayoría de las especies animales. No así en el hombre, porque debido a su capacidad intelectual convierte al sexo, sobre todo, en una cuestión cerebral, donde la sola expectativa sexual, como es la contemplación de imágenes pornográficas, libera importantísimas cantidades tanto de dopamina como de endorfinas, convirtiendo a quienes frecuentan estas prácticas en auténticos yonkis, sólo que éstos pueden necesitar o no de otros, pues que pueden servirse a sí mismos, si bien cuando precisan de otros requieren un sexo que no tiene nada de ordinario, tendiendo cada vez a ser más absurdo y extravagante, si es que no perverso, ya que para lograr los mismo efectos cada vez precisan una excitación o dosis mayor. Lo cierto, es que cada vez son más jóvenes los narcodependientes del sexo gracias a la pornografía libre y gratuita que está al alcance de cualquiera en la ya práctica totalidad de los medios de consumo electrónico. Y todo esto al tiempo que la inestabilidad de las parejas se multiplica, que crecen exponencialmente los casos de violación y pedofilia, y que los jóvenes se muestran cada vez menos interesados en formar familias. Otros casos igualmente alarmantes prefiero no mencionarlos para evitar equívocos. No parece que tenga mucho sentido que se vele tanto por la salud física en estas cruzadas demenciales contra el tabaco, por ejemplo, cuando se promueve por acción las prácticas abortivas (negocio donde los haya, por más que sean perjuicios morales que arrastrarán de por vida quienes los practican, sean mujeres o profesionales de la medicina) o se promueve por inacción –en muchos casos por acción directa también, ¡y cómo!, e incluso en colegios- la pornografía, el onanismo e incluso las relaciones sexuales sin más afecto que la propia experimentación. En este sentido me viene a mientes aquella campaña oficial en que se les decía a las niñas que practicar la felación podía resultarles muy agradable. Con gobiernos y legisladores así, hemos llegado adonde estamos…, y me temo que iremos a más. Seguramente no tardarán en convertir a los bebés en mayores de edad sexual. ¡Al tiempo! Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos) |
La subida de los precios de la vivienda sigue disparada. Un estudio de la Unión Europea (UE) ha calculado que se necesitarían -dedicando el 40% de los ingresos- de 25 a 35 años para adquirir una vivienda mediana. Respecto al alquiler, el mismo estudio calcula que, dedicando un 40% de los ingresos solo sería posible alquilar un inmueble de entre 30 y 50 metros cuadrados.
Permítanme, apreciados lectores, hacer un repaso de Europa desde los inicios del pasado siglo XX después de observar en lo que se ha convertido esta maligna Unión Europea que nos gobierna a todos. A principios del siglo XX los mapas de Europa no se parecían a los de hoy, ya que destacaban cuatro imperios: el alemán, el austro-húngaro, el ruso y el otomano.
Como historiador, mucho me alienta hacerlo con alta responsabilidad; no solo indicando el dato, sino por contribuir a elevar el nivel de conciencia histórica en búsqueda de crear ciudadanía, y así lograr cambios y mejores valores acordes a los legados valiosos de las actividades y actitudes por los personajes que con sus glorias han hecho historia.
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