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El Estado 52

España ofrece pañuelos a Siria, mientras tiene a toda su población llena de mocos
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 8 de febrero de 2012, 10:15 h (CET)
Una de las informaciones inevitables de cualquier telediario es, impepinablemente, cuanto sucede en la campaña electoral norteamericana, tal y como si sucedería si fuéramos el Estado 52 de la Unión, que lo somos, ¡vaya si lo somos! Otra cosa, claro, es que eso nos beneficie en algo, pero ya se ve que nuestras autoridades hace mucho ya que renunciaron a cualquier clase de soberanía nacional, y no sólo por las bases extranjeras que tenemos en nuestro territorio nacional, ni siquiera únicamente por la campaña desaforada de “speak the imperial language”, ni aún exclusivamente porque nuestras tropas estén donde se les ha ordenado desde the Pentagon que estén donando sangre, sino por todo el conjunto de acciones de gobierno que, tanto en política interior –ya tenemos a un Mr. Goldman en el Gobierno- como exterior, está  cumpliendo a rajatabla cuanta orden dimane de la White House al marcial grito de “!Sir: yes, sir!”

Naturalmente, a poco que uno esté más o menos enterado de quiénes son los dueños de los medios de difusión y de la cantidad de peones de Trilaterales, Bilderberg y puntos G que tenemos infiltrados en todos los órganos de decisión, gobiernos locales o nacionales, estructura industrial, organizaciones financieras, etc., ¡y hasta en las entretelas de la cultura!, no se extrañaría en absoluto de la que cosa sea como es, y de que estemos para lo que estamos, que es para obedecer… y pagar, claro. Bueno, pues el caso es que ahora le ha llegado el turno a sacar a nuestra legación diplomática de Siria, así, porque lo ha dicho el Jefe. Lo mismo que otros aspirantes a Estados de la Unión, of course. Y si mañana nos mandan…, qué sé yo, lo que sea, pues eso, a por más de lo mismo, igualito que en Iraq, en Afganistán, en Kosovo o donde el Army nos asigne, sin duda preparación y preámbulo de la cosa de Irán que está al caer y va a requerir algunos gorigoris.

Naturalmente, se arguye, y no sin razón, que todo esto se debe a que el gobernante de Siria es un dictador, que lo es; pero sin duda no lo es menos que algunos de los otros “socios” que también se han rasgado las vestiduras y han liado el petate, han cogido el cesto de las chufas y se han marchado de Siria con sus legaciones diplomáticas, no sin antes amenazar al señor Assad con que le van a regalar una corbata como la de Sadam más pronto que tarde. Y tales eminencias de los derechos humanos –no se lo pierdan-, socios de esta España que aspira a ser prontito el Estado 52 de la Unión, son ni más ni menos que Arabia Saudí, por ejemplo, donde una mujer no puede conducir un automóvil, lo más parecido a una democracia es un botijo sin pitorro y los derechos humanos están firmes, ¡ar!;  misma cosa, sangre más, derechos humanos menos, que pueden alegar los muy democráticos Estados de Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar o los Emiratos Arabes Unidos (EAU), todos ellos “socios de andadura” en este sainete. En fin, que dime con quién vas y te diré quién eres. ¿Assad?..., ¡malísimo, oiga usted!

A los EEUU siempre le han preocupado mucho los derechos humanos. Como lo lee. Ahí tiene a toda la población indígena de su propio país, sin ir más lejos, o la excelente labor desarrollada en toda Latinoamérica –Operaciones Cóndor y amores filiales con Pinochets, Videlas, Ströessner y joyas semejantes aparte (¿se creerán que lo hemos olvidado?-, o el buen recuerdo que tienen de sus amores humanitarios en Hiroshima, Nagashaki, Viet.Nam, Iraq –ahora en manos de las multinacionales privadas de la guerra-, Afganistán, Pakistán, etcétera (que es un etcétera muy, pero que muy largo). Un modelo a seguir, vaya, sobre todo ahora que tienen un Premio Nóbel de la Paz que como te descuides te da un matarile global.

Unos, por supuesto, arguyen las cosas de las matanzas, que no están bien, como si en Iraq, Afganistán u otros paraísos del Imperio viviera la población entregada al lujo y la molicie y eso no sucediera ya, y todo esto sin contar con que nos están colando en los telediarios imágenes de matanzas iraquíes, kurdas, libias o de otros lares como si fueran sirias (para ponernos en situación), de modo que, en el mejor de los casos, nos enteramos como realidad de lo que quieren que creamos como realidad. Otros, por supuesto, arguyen la cosa de su ONU de ellos, ésa que dicta las normas que les convienen a sus dueños, y que si no cumples los mandatos, pues, ¡hala!, a la matanza se ha dicho, pero cuyos mandatos pueden ser usados como papel higiénico por Israel, la Gran Bretaña de su simpática majestad y, en fin, los coleguis, que para algo lo son. Y los demás, aducen en deseo global de implantar la democracia, precisamente en un país (como ya hemos visto que han hecho en otros que están tan ricamente) que no saben ni quieren saber cómo se come eso. Francamente bien, de perlas, oiga usted.

Algunos, que a fuer de escépticos con el imperio ponemos todo cuanto viene de él en cuarentena, como poco, sencillamente creemos que no tenemos derecho a intervenir en los asuntos internos de otros países soberanos, salvo para darles una mano por las buenas, sin escopetas ni misiles ni nada, y que ellos tienen tanto derecho a solventar sus problemas de la manera que crean más conveniente como nosotros, por lo menos. Vamos, que ni nos creemos las maldades del régimen ése ni nos las dejamos de creer, como no nos creemos si quienes la están liando parda son los que están animando a los nacionales (o a mercenarios venidos vaya usted a saber de dónde, que también mucho se rumorea de eso) a montar el pollo son de la CIA, MOSAD o qué, o no, porque nos faltan datos.

Algunos, ya digo, bastante tenemos con los líos que hay en casa como para andar metiéndonos en tales berenjenales. Incluso ya nos conformaríamos con saber qué está pasando en nuestra propia casa, y, de ser posible, quién nos está gobernando, si el imperio, si Alemania y Francia, si el Bilderberg, si los tiburones financieros de ya sabe usted dónde, si los del ajedrez o qué. Y ya ve, ni siquiera eso sabemos, de modo que como para nadar arreglando los problemas del mundo. En fin, que lo mejor, tal y como están las cosas, es hacer como Espronceda y decir: allá muevan feroces guerras ciego reyes…

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

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