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Con el debido respeto, doña Pilar, ¡no queremos callarnos!

Es obvio que la familia real española está pasando por momentos difíciles
Miguel Massanet
viernes, 17 de febrero de 2012, 07:54 h (CET)
Es posible que el evidente quebranto físico de SM el Rey don Juan Carlos, le ha restado los reflejos necesarios de los que hizo gala en otras situaciones, como en el caso del 23 F, para anticiparse a los acontecimientos evitando que le ocurriera como a su abuelo, don Alfonso XIII, cuando pudiendo evitar que se proclamara la República del año 1.931, ( en realidad en España habían ganado los monárquicos) prefirió abandonar España, en un gesto no precisamente propio de quien está dispuesto a mantener la legalidad, aún a costa de exponerse a las iras del populacho. Claro que, como he dicho tantas veces, las monarquías europeas están todas condenadas a desaparecer desde el momento en que, las nuevas generaciones de las casas reales no están dispuestas a someterse a la razón de Estado, a sus obligaciones como herederos de la corona, asumiendo las servidumbres que necesariamente deben acompañar a aquellos que se deben al pueblo, por encima de sentimientos, deseos, ambiciones o instintos personales, que nunca deben ser óbice para que cumplan con su deber como futuros monarcas.

En el caso de la monarquía española las primeras señales del deterioro familiar se dieron cuando el príncipe Felipe decidió que quería vivir como plebeyo siendo aspirante a rey. Un matrimonio morganático, por muy romántico y populachero que resultase, no fue más que el primer paso hacia lo que después se ha convertido en una serie de sucesos que, no por ser práctica común entre el resto de los ciudadanos españoles, nunca debieran de haber tenido lugar en la casa real. La fracasada boda de la infanta Elena con el señor Marichalar se resolvió con un sonado divorcio que puso en los primeros planos de las revistas del corazón las interioridades y desavenencias de dos personajes que, por su evidente valor mediático, dieron la vuelta al mundo entero. Parecía, sin embargo, que la boda de la infanta Cristina tenía otro tinte, cuando eligió a un deportista, de buena familia y evidentemente muy carismático por su buena actuación en el mundo del deporte, para que fuera su cónyuge. No obstante, el joven Urdangarín no parece que se conformara con aquel matrimonio y, al parecer, se juntó con malas compañías que le introdujeron en una especie de mafia de seudo extorsión ( utilizaban la imagen de la casa real para vender estudios aparentemente copiados de Internet a precios exorbitantes) Los millones empezaron a afluir, con notoria regularidad, en las cuentas corrientes del yerno del Rey sin que sepamos si la infanta Cristina sólo se limitó a firmar los papeles que le ponían delante o si sabía algo de lo que estaba sucediendo detrás de aquellas sociedades aparentemente legales.

La mala suerte o la insistencia de los compañeros de viaje del señor Urdargarín, fiándose de la cobertura que pensaban les proporcionaba el parentesco de don Juan con la casa real, no se supieron para a tiempo y, encelados con el éxito, continuaron hasta que, como tenía que ocurrir en cualquier momento, el escándalo surgió y la Justicia tuvo que intervenir. Esto son hechos, la culpabilidad del señor Urdangarín está sub júdice. Lo que sucede es que hay algún tipo de actividades, evidentemente especulativas, en las que cualquier persona, con responsabilidades públicas y que perciba subvenciones de la misma casa Real para compensar su asistencias a actos protocolarios; por simple cuestión de imagen, por higiene ética y por respeto a su posición dentro de la casa Real, un miembro de la familia del Rey no puede permitirse. Y, en este caso, diga lo que diga la hermana de don Juan Carlos, doña Pilar de Borbón ( por cierto, que también tiene en su caso un caso de divorcio de su hija Simoneta, demostrando que entre la nobleza ya no hay remilgos cuando han de actuar como simple plebeyos), la actuación del señor Urdangarín ha sido evidentemente  temeraria, imprudente y  persistente, como menos, y si debemos guiarnos por las continuas informaciones que van apareciendo en los medios levantando las alfombras de los chanchullos que se llevaron a cabo en las sociedades en las que tenía vara alta del yerno del Rey no se puede decir que las conclusiones a las que se han llegado por la mayoría de los medios de comunicación y los comentaristas, se hayan basado en simples indicios.

Si debemos fiarnos de lo que se está cociendo en los juzgados tampoco puede dar a entender que este joven espabilado sea ajeno a todos estos entramados de sociedades seguramente preparados para eludir impuestos al fisco. Sí, es verdad que los jueces, esperemos que sin presiones y actuando imparcialmente, van a ser los que determinen si hay o no razones para imputar al señor Urdangarín o, incluso, a la misma infanta Cristina. No se puede culpara a doña Pilar de Borbón de salir en defensa de sus parientes, algo perfectamente natural. No obstante lo que no se puede admitir es este ramalazo autoritario con el que ha terminado sus declaraciones cuando, en un gesto altanero propio de pasados tiempos de las monarquías absolutistas, a finalizado con un exabrupto: ¡A callar!

En  España el único que tiene inmunidad absoluta es la persona de SM el Rey. Los demás están sujetos a las leyes del país y, según el artículo 4º de la vigente Constitución, no hay diferencias ante las leyes que discriminen a unos españoles de los otros en cuando a derechos y obligaciones. Lo que sucede es que tenemos a una persona que forma parte de la casa Real que aparece como sospechosa de haber cometido una serie de delitos penados por el Código Penal y otros accesorios de omisión de pago de impuestos que deberá dilucidar Hacienda que también pueden suponer importantes penas para este personaje. Existe la agravante de que se ha valido, para hacer sus especiales negocios, de pertenecer a la familia del Rey lo que, como es evidente, es la llave maestra que abre muchas puertas de personajes importantes, de instituciones públicas, de clubes deportivos etc. a los que, según todos los indicios, se los defraudó mediante simples copias de artículos aparecidos en Internet o mediante el envió de informes que se cobraban como si fueran de oro en los que sólo se incluían una sarta de generalidades sin valor alguno.

Creemos que, en bien de la propia Casa Real, SM don Juan Carlos, debiera de sujetar a su familia y evitar que algunos de los desplantes, como el de la hermana del Rey, se produzcan debido a que, en una democracia parlamentaria, el que un miembro de la nobleza tan, próximo a la Zarzuela, pretenda acallar de una forma tan tajante, la voz del pueblo, la libertad de expresión y la posibilidad de sacar consecuencias de una conducta, evidentemente imprudente, poco edificante y que, al parecer, ha tenido lugar de un modo continuado a través de algunos años ( se habla de que don Juan Carlos ya había advertido a Urdangarín a cerca de los negocios en loso que estaba metido) y con la particularidad de que, fue el mismo monarca quien, públicamente, se desentendió del tema diciendo que la Justicia era para todos. Los que no somos monárquicos somos, sin embargo, sumamente respetuosos con SM don Juan Carlos y con la reina Sofía y, por ello, lamentamos que sean tan frecuentes, últimamente, los casos en los que la monarquía parece que está involucrada de alguna manera. Incluso el que se vaya aireando cierta cena del Rey con sus hijos, en El Landó, sin la asistencia de la reina y la princesa Letizia, en la que, según  Isabel Gonzáles,  y elpulso.es, el Rey explicó a sus hijos su relación con Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la mujer con la que se relaciona al Rey desde hace tiempo.´ ¡Penoso! O así veo yo, señores, este turbio asunto.

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Creo en las sociedades estructuradas y maduras, donde la familia es la estructura básica de la sociedad. La familia es importante, pero siempre tendrá la importancia que los poderes públicos quieran darle. La familia es la célula fundamental de la sociedad y el entorno en el que se desarrollan, aprenden y forman los que primero son niños y luego llegan a ser los ciudadanos que a su vez formarán la sociedad.

 
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