El trastorno bipolar (TB) es una enfermedad mental grave, episódica, crónica y recurrente caracterizada por el mal funcionamiento de los mecanismos que regulan el estado de ánimo, llevando al paciente a sufrir episodios maníacos, depresivos o mixtos. Se estima que en España la enfermedad afecta a unas 950.000 personas, considerando las distintas manifestaciones de la patología.
“Se calcula que hay unos 450.000 españoles con trastorno bipolar de tipo I y cerca de 500.000 con trastorno bipolar de tipo II. Su diagnóstico ha aumentado mucho en los últimos años, fundamentalmente porque se conoce mejor, pero es posible que también haya aumentado algo su prevalencia absoluta”, afirma el Dr. Eduard Vieta, Jefe de Servicio de Psiquiatría y director de la Unidad de Trastorno Bipolar del Instituto de Neurociencia del Hospital Clinic de Barcelona.
Sin embargo, todavía hoy sigue estando infradiagnosticada en España y se confunde a menudo con otras patologías. En el 40% de los casos el paciente recibe un diagnóstico de depresión, que tiene como consecuencia “un tratamiento inapropiado, con sus efectos adversos, y la demora en la implementación de las medidas psicofarmacológicas y psicoterapéuticas pertinentes, lo que comporta un peor pronóstico y notables complicaciones psicosociales”, como explica el Dr. Eduard Vieta.
Pero, ¿a qué se debe esta dificultad en el diagnóstico? Según el Dr. José Manuel Montes, Jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital del Sureste de Madrid, “el principal motivo de consulta por parte del paciente suele ser la clínica depresiva, la más frecuente y la que le supone un mayor sufrimiento, lo que puede llevar a un diagnóstico de depresión unipolar”. En opinión del Dr. Vieta, también juega un papel importante el hecho de que “esta enfermedad es una gran desconocida entre la población general, los médicos de atención primaria e, incluso, entre algunos psiquiatras y psicólogos”.
Si bien la enfermedad no es siempre discapacitante, cuando el diagnóstico se realiza tarde y mal comporta un peor pronóstico y graves consecuencias psicosociales. En este sentido, como ha puesto de manifiesto el Dr. Vieta en rueda de prensa organizada por Lundbeck, “en un estudio europeo que coordinamos desde Barcelona, sólo el 11% de los pacientes refería que la enfermedad no había tenido ningún impacto en su trayectoria profesional. La manía es socialmente destructiva, y la depresión aísla de los demás y disminuye mucho el rendimiento laboral. Más del 25% de los pacientes tienen una invalidez para el desarrollo de cualquier tipo de trabajo”.
Conocimento y formación, claves para el abordaje de la enfermedad
Pero la depresión no es la única entidad con la que suele confundirse el trastorno bipolar. Tal y como explican ambos especialistas, “otras manifestaciones del trastorno bipolar también pueden confundirse con esquizofrenia, trastornos de la personalidad, trastornos de la conducta, o incluso recibir atención por problemas relacionados con drogas o alcohol”.
Uno de los principales objetivos para el correcto manejo de estos pacientes pasa por reducir el retraso diagnóstico. El doctor Vieta considera clave “facilitar el acceso de niños y adolescentes a centros de salud comunitaria infanto-juvenil donde puedan ser visitados por un especialista en psiquiatría infantil bien preparado, ya que gran parte del retraso diagnóstico se produce en etapas tempranas”. El Dr. Montes, por su parte, cree fundamental “concienciar tanto a los médicos de atención primaria como a la opinión pública de la existencia del trastorno bipolar, de sus características más relevantes y, sobre todo, de la posibilidad de que detrás de una depresión puede existir un trastorno bipolar”.
En este sentido, el doctor Vieta aboga por “promover más actividades de carácter formativo en atención primaria y entre los profesionales sanitarios que están en contacto con estos pacientes, hay que introducir el uso de instrumentos de cribaje, y establecer indicadores de calidad respecto al diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad en los centros públicos de salud mental”.
Llevar a cabo una vida normal, principal objetivo terapéutico
El correcto diagnóstico en el menor tiempo posible abre la puerta al tratamiento adecuado, ahorrando sufrimiento al paciente, con el objetivo puesto en que pueda llevar a cabo una vida normal, lo que se logra en la gran mayoría de los casos.
“El tratamiento del trastorno bipolar debe ser integral, ofreciendo al paciente el mejor de los tratamientos posibles, lo que implica el adecuado tratamiento farmacológico, junto con lo que ha venido a denominarse psicoeducación, que incluye la adquisición de conocimientos por parte del paciente de su enfermedad, sus tratamientos y todas las medidas higiénicas que puede realizar para mejorar su evolución, como evitar las drogas, dormir un número de horas suficientes diarias, detectar los primeros síntomas de recaída, etc.”, explica el Dr. Montes.
En opinión del Dr. Vieta, “somos muy contundentes a la hora de tratar la enfermedad, pero por espacios demasiado cortos de tiempo. Nos iría bien mayor formación y mayor sutileza y continuidad en el manejo de los fármacos. También sufrimos dificultades para integrar los tratamientos psicológicos con lo farmacológicos y problemas derivados de tener dos redes disociadas, una para salud mental y otra para adicciones, cuando muchos pacientes presentan patología dual”.
Asenapina, una nueva opción terapéutica para el trastorno bipolar I
Entre los fármacos empleados para tratar el trastorno bipolar se encuentran los estabilizadores del ánimo como el litio y algunos anticonvulsivantes, y los antipsicóticos. Recientemente, Lundbeck ha lanzado al mercado español asenapina, el primer y único antipsicótico sublingual con la indicación para el trastorno bipolar I en adultos. Los ensayos clínicos realizados ponen de manifiesto su eficacia y rapidez de acción.
Para el Dr. Vieta, “asenapina es un antipsicótico y antimaníaco de perfil multirreceptorial con una eficacia demostrada en la fase maníaca con un perfil de tolerabilidad muy equilibrado. Su administración sublingual y su rapidez de acción son aspectos diferenciales”. En opinión del Dr. Montes, “se trata de un fármaco eficaz en el control de los síntomas de la polaridad maniaca, con un perfil de tolerabilidad muy bueno y mínimo riesgo de inducción de síntomas depresivos, que es la piedra angular sobre la que debe asentarse el tratamiento, evitar la fluctuación y viraje hacia los síntomas depresivos”.
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