Los
recortes y la falta de liquidez no solo los sufren los colegios de
carácter público. El colegio privado Santa Illa, situado en el distrito
Chamartín de Madrid, fue embargado durante horario escolar.
El embargo se efectuó mientras los escolares se encontraban recibiendo clases en las aulas del centro privado.
El
colegio capitalino recibió una notificación de embargo el miércoles, es
decir, un día antes de que se procediera con el desmantelamiento de
todas las pertenencias.
El centro educativo, con
160 estudiantes de tres a 17 años, arrastraba una deuda con la
Seguridad Social que ascendía hasta los 992.236 euros, según el auto del
Juzgado Contencioso Administrativo que aprobó el embargo el pasado 31
de diciembre.
Pese
a la advertencia recibida, los profesores se asombraron porque el
embargo se ejecutara tan solo una jornada después de recibir la
notificación. Sin embargo, el grueso de la resignación se produjo cuando
observaron como los operarios se llevaban los enseres de la escuela
mientras los alumnos se encontraban en horario escolar.
Durante
todo el día, salieron operarios por la pequeña puerta de acceso
metálica rodeada de yedra con estanterías vacías, pupitres, sillas,
pizarras, el potro, los marcos con dibujos...
Los
encargados del embargo se llevaron también las torres del ordenador,
que según el director del centro, contenía datos de los alumnos
inscritos en el colegio.
Los
operarios recibieron la orden de llevarse todo el material del centro.
No les quepa la menor duda de que el trabajo lo llevaron a la práctica
de manera literal.
Se
llevaron, incluso, la centralita de teléfonos, lo que obligó a los
profesores y personal de dirección a avisar a los padres vía móvil con
el objetivo de convocar una reunión de urgencia con el fin de tratar lo
ocurrido.
Los
profesores y padres decidieron de manera conjunta que durante todo el
día de hoy los alumnos no acudirán a las aulas debido a que el embargo
todavía no ha finalizado.
Los
padres confirmaron que sus hijos sí asistirán al colegio el próximo
lunes, “aunque sea con muebles alquilados” sentenciaba una madre.
Según
cuentan varios padres reunidos en la puerta principal desde que se
enteraron de lo ocurrido, los operarios llegaron a primera hora de la
mañana y primero entraron en las aulas de los de bachillerato.
Uno
de los padres afirmaba que durante ese momento uno de los encargados
del embargo se encaró con los alumnos y les llamo “pijos”.
Otro
grupo de padres que esperaban para recoger a sus hijos mostraban su
irritación ante lo ocurrido. “Se han llevado hasta las tizas”, decía
Juan Manuel Muñoz, uno de los padres. “Esto es una animalada”, bramaba a
las puertas del centro ya anocheciendo Lola Izquierdo, madre de una
alumna de ocho años.
Uno
de los padres acodado sobre la valla bramaba de forma gráfica: “No me
importa nada la deuda del centro ni sus problemas con la Seguridad
Social, es como si un barco tiene deudas y tiran a los pasajeros por la
borda”.
Los padres pagaban una tarifa de 400 euros al mes por llevar a sus hijos al colegio privado Santa Illa.
Los
operarios iban acompañados por agentes del Cuerpo Nacional de Policía y
con responsables de la Seguridad Social. Un portavoz del Ministerio de
Empleo y Seguridad Social señala que “no se ha actuado discrecionalmente
y se le han hecho muchas notificaciones previas al director del
colegio”.
El
director, Iñaki Santa, admite que arrastra impagos con la Seguridad
Social desde principios de los años noventa. Asegura que cerró “un
acuerdo verbal” de aplazamiento “para ir pagando durante estos años”.
Pero
en 2009, prosigue, le rogaron que debía pagar “15.000 euros mensuales
de deuda” y que adelantara el “20% del total” que, según sus cálculos,
ascendía entonces a unos 160.000 euros. “Con la crisis encima es
imposible pagar así y con este embargo no van a cobrar nunca”, señala
Santa.
La ley permite embargos como el ocurrido La
legislación española permite a la Seguridad Social, como ente público,
embargar a aquellos que no le paguen y sitúa sus deudas por delante de
casi todas las deudas de una empresa con problemas económicos a la hora
de cobrar.
En
plena crisis económica, la tasa de morosidad con la Seguridad Social
apenas asciende hasta el 3%. Un dato irrisorio comparado con las
pequeñas y medianas empresas que proveen a las administraciones
públicas.
La
queja de los afectados se centra en argumentar que el centro educativo
no es una empresa cualquiera y que por encima de todo está la educación
de los menores de edad.
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