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Lecciones de convivencia, convicciones y dignidad

Durante 4 días de febrero el pueblo valenciano ha demostrado al gobierno, al resto de España y al mundo su profundo compromiso con los derechos y libertades, y su convicción de convivencia pacífica
Luis W. Sevilla
miércoles, 29 de febrero de 2012, 11:50 h (CET)

Como ya todo el mundo sabe desde el pasado miércoles 15F en el que la policía mal llamada antidisturbios agredió a decenas de estudiantes de secundaria que protestaban en la calle delante del IES Luis Vives contra los recortes y los impagos en educación y para disponer de unas mínimas condiciones de estudio, la población valenciana se ha tirado a la calle para apoyar a los estudiantes agredidos y mostrar su rechazo profundo y permanente ante la cobarde, abusiva y desvergonzada actuación policial.

Durante los 3 días laborables siguientes, jueves, viernes y lunes, todos los ciudadanos que se encontraban en la calle, ya fuera la calzada, la acera, el interior de los comercios, el mismo instituto o de la estación de tren han sido el blanco de las persecuciones y agresiones por parte de cientos de incontrolados vestidos de uniforme, que tal vez eran policías pero que no puede confirmarse en el 90% de los casos porque al ir sin identificar podrían ser bandas de delincuentes del este que hubieran robado los uniformes. La situación que hemos estado percibiendo los miles de ciudadanos que hemos decidido estar en la calle defendiendo nuestros derechos ha sido de terrorismo callejero, amedrentamiento, acoso constante y agresiones sin pausa.

Han sido casi 30 horas, en 3 días, de una guerra de banda (en singular), de una banda paramilitar en contra de todos los ciudadanos que se encontraban al alcance de su vista: desde 14 hasta 80 años, todos y cada uno hemos sido atacados como delincuentes, perseguidos, asaltados, hostigados.

Y a pesar del acoso y agresión, durante todo ese tiempo los ciudadanos en la calle hemos mantenido nuestra seguridad y nuestras convicciones democráticas, permaneciendo a pesar de todo, porque lo que nos jugábamos son nuestros derechos fundamentales, justamente los que estaban siendo conculcados y vulnerados: La liberta de expresión, la integridad física y moral, el derecho de reunión y manifestación, la presunción de inocencia, el derecho a la libre circulación.

Miles de personas, durante 3 día, comprometidos con los derechos de todos, apretando los dientes y aguantándonos el miedo a recibir golpes, puesto que no había un solo metro cuadrado de calle, acera o comercio que no pudiera ser vulnerado por esos forajidos.  Miles de personas que hemos creído prioritario estar denunciando primero la incapacidad del gobierno en materia de gestión económica, y su deriva claramente anti ciudadanos necesitados de servicios públicos, que le han llevado a perpetrar recortes en servicios básicos cuando la ruina de la autonomía valenciana no les permite seguir realizando desfalcos de manera oculta e impune. Miles de personas que hemos creído también prioritario denunciar con nuestra presencia en la calle las agresiones a menores por parte de uniformados sin identificar, y que hemos presenciado esas mismas agresiones (cuando no hemos sido nosotros mismos los agredidos). Ciudadanos anónimos, personas sensibilizadas contra esta deriva autoritaria y contraria a las leyes y a las personas que han tomado nuestros distintos gobiernos. Políticos, sindicalistas, activistas de distintos colectivos sociales, padres y profesores y, sobre todo y masivamente, alumnos de distintos institutos de Valencia.

Y durante los siguientes 3 días que respondían a ese primer día de las agresiones inaceptables: lecciones de dignidad, lecciones de convivencia, lecciones de convicción firme y pacífica. 30 horas con miles de personas en la calle y más de 24 lecheras (contadas personalmente) que hacen más de 170 antidisturbios, persiguiendo a la carrera y empujando, pateando, pegando puñetazos, tortazos, palos con la porra. No ha habido respuesta, de forma masiva, más allá de volver una y otra vez a la calle. No nos hemos ido, a pesar del shock, a pesar del miedo, a pesar de la seguridad de que estar delante de esta banda ponía en riesgo nuestra integridad no solo emocional, sino física.

Y al final de un lunes enloquecido y enloquecedor, de indiscriminada caza al ciudadano con el objetivo de aterrorizarlo, los estudiantes, profesores y decana en la Facultad de Historia deciden en asamblea tomar la facultad por una noche y pernoctar en señal de rechazo firme a este comportamiento inaceptable de la policía. Y se convoca a la comunidad universitaria para que en manifestación apoye durante el día siguiente a los estudiantes y ciudadanos atacados … y se consigue que más de 20000 personas llenen la ciudad de fiesta cívica y pacífica. Durante 10 horas, de las 12 a las 22, lo que durante días ha sido una ciudad sitiada se convierte en una ciudad alegre, cubierta de ciudadanos que la han tomado pacíficamente, como tantas otras veces pasa en una Valencia que cuando hace fiesta es un río de gente. Un día sin un solo incidente, en el que las únicas furgonetas de la policía pertenecían a la UIP nº 7, y en el que no hubo un solo incidente, al no producirse ninguna acción policial.

Y la ciudad sigue así, el miércoles más gente aún, el jueves y viernes alrededor de mil se manifiestan de nuevo exigiendo la dimisión de la Delegada del Gobierno que de manera tan nefasta ha realizado su trabajo de garantía de cumplimiento de los derechos básicos. Y el sábado 25 todas las previsiones se desbordan y más de 200000 personas llenan de nuevo la ciudad, en una inequívoca alineación en contra de los recortes y a favor de los ciudadanos que más necesitan de los servicios públicos. Y una vez más todos al paso de delegación de gobierno gritando ‘Delegada dimisió’.

Ni el más optimista de los activistas, ni el más optimista de los observadores sociales podría haberlo previsto. Esta Valencia a la que se acusa de meninfot, de pasota; estos estudiantes a los que se acusa de desinteresados, de aprovechados; estos ciudadanos a los que se tacha de mil maneras: bajo la mayor tensión que hayamos vivido nunca en democracia todos demostramos un compromiso con los derechos y con los demás, una profunda convicción pacífica, respetuosa y exigente de nuestra habitual pacífica y tolerante convivencia. Lecciones magistrales de dignidad.

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