Como ya todo el mundo sabe desde el pasado miércoles 15F en el que la
policía mal llamada antidisturbios agredió a decenas de estudiantes de
secundaria que protestaban en la calle delante del IES Luis Vives contra
los recortes y los impagos en educación y para disponer de unas mínimas
condiciones de estudio, la población valenciana se ha tirado a la calle
para apoyar a los estudiantes agredidos y mostrar su rechazo profundo y
permanente ante la cobarde, abusiva y desvergonzada actuación policial.
Durante los 3 días laborables siguientes, jueves,
viernes y lunes, todos los ciudadanos que se encontraban en la calle, ya fuera
la calzada, la acera, el interior de los comercios, el mismo instituto o de la
estación de tren han sido el blanco de las persecuciones y agresiones por parte
de cientos de incontrolados vestidos de uniforme, que tal vez eran policías pero
que no puede confirmarse en el 90% de los casos porque al ir sin identificar
podrían ser bandas de delincuentes del este que hubieran robado los uniformes.
La situación que hemos estado percibiendo los miles de ciudadanos que hemos
decidido estar en la calle defendiendo nuestros derechos ha sido de terrorismo
callejero, amedrentamiento, acoso constante y agresiones sin pausa.
Han sido casi 30 horas, en 3 días, de una guerra
de banda (en singular), de una banda paramilitar en contra de todos los
ciudadanos que se encontraban al alcance de su vista: desde 14 hasta 80 años,
todos y cada uno hemos sido atacados como delincuentes, perseguidos, asaltados,
hostigados. Y a pesar del acoso y agresión, durante todo ese tiempo los
ciudadanos en la calle hemos mantenido nuestra seguridad y nuestras convicciones
democráticas, permaneciendo a pesar de todo, porque lo que nos jugábamos son
nuestros derechos fundamentales, justamente los que estaban siendo conculcados y
vulnerados: La liberta de expresión, la integridad física y moral, el derecho de
reunión y manifestación, la presunción de inocencia, el derecho a la libre
circulación.
Miles de personas, durante 3 día, comprometidos
con los derechos de todos, apretando los dientes y aguantándonos el miedo a
recibir golpes, puesto que no había un solo metro cuadrado de calle, acera o
comercio que no pudiera ser vulnerado por esos forajidos. Miles de personas que
hemos creído prioritario estar denunciando primero la incapacidad del gobierno
en materia de gestión económica, y su deriva claramente anti ciudadanos
necesitados de servicios públicos, que le han llevado a perpetrar recortes en
servicios básicos cuando la ruina de la autonomía valenciana no les permite
seguir realizando desfalcos de manera oculta e impune. Miles de personas que
hemos creído también prioritario denunciar con nuestra presencia en la calle las
agresiones a menores por parte de uniformados sin identificar, y que hemos
presenciado esas mismas agresiones (cuando no hemos sido nosotros mismos los
agredidos). Ciudadanos anónimos, personas sensibilizadas contra esta deriva
autoritaria y contraria a las leyes y a las personas que han tomado nuestros
distintos gobiernos. Políticos, sindicalistas, activistas de distintos
colectivos sociales, padres y profesores y, sobre todo y masivamente, alumnos de
distintos institutos de Valencia.
Y durante los siguientes 3 días que respondían a
ese primer día de las agresiones inaceptables: lecciones de dignidad, lecciones
de convivencia, lecciones de convicción firme y pacífica. 30 horas con miles de
personas en la calle y más de 24 lecheras (contadas personalmente) que hacen más
de 170 antidisturbios, persiguiendo a la carrera y empujando, pateando, pegando
puñetazos, tortazos, palos con la porra. No ha habido respuesta, de forma
masiva, más allá de volver una y otra vez a la calle. No nos hemos ido, a pesar
del shock, a pesar del miedo, a pesar de la seguridad de que estar delante de
esta banda ponía en riesgo nuestra integridad no solo emocional, sino
física.
Y al final de un lunes enloquecido y
enloquecedor, de indiscriminada caza al ciudadano con el objetivo de
aterrorizarlo, los estudiantes, profesores y decana en la Facultad de Historia
deciden en asamblea tomar la facultad por una noche y pernoctar en señal de
rechazo firme a este comportamiento inaceptable de la policía. Y se convoca a la
comunidad universitaria para que en manifestación apoye durante el día siguiente
a los estudiantes y ciudadanos atacados … y se consigue que más de 20000
personas llenen la ciudad de fiesta cívica y pacífica. Durante 10 horas, de las
12 a las 22, lo que durante días ha sido una ciudad sitiada se convierte en una
ciudad alegre, cubierta de ciudadanos que la han tomado pacíficamente, como
tantas otras veces pasa en una Valencia que cuando hace fiesta es un río de
gente. Un día sin un solo incidente, en el que las únicas furgonetas de la
policía pertenecían a la UIP nº 7, y en el que no hubo un solo incidente, al no
producirse ninguna acción policial.
Y la ciudad sigue así, el miércoles más gente
aún, el jueves y viernes alrededor de mil se manifiestan de nuevo exigiendo la
dimisión de la Delegada del Gobierno que de manera tan nefasta ha realizado su
trabajo de garantía de cumplimiento de los derechos básicos. Y el sábado 25
todas las previsiones se desbordan y más de 200000 personas llenan de nuevo la
ciudad, en una inequívoca alineación en contra de los recortes y a favor de los
ciudadanos que más necesitan de los servicios públicos. Y una vez más todos al
paso de delegación de gobierno gritando ‘Delegada dimisió’.
Ni el más optimista de los activistas, ni el más
optimista de los observadores sociales podría haberlo previsto. Esta Valencia a
la que se acusa de meninfot, de pasota; estos estudiantes a los que se
acusa de desinteresados, de aprovechados; estos ciudadanos a los que se tacha de
mil maneras: bajo la mayor tensión que hayamos vivido nunca en democracia todos
demostramos un compromiso con los derechos y con los demás, una profunda
convicción pacífica, respetuosa y exigente de nuestra habitual pacífica y
tolerante convivencia. Lecciones magistrales de dignidad.
|