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Etiquetas | Crítica literaria | “Königsberg” | Mariano Veloy

Imaginación absolutista

“Königsberg” es como aquellas narraciones repletas de surrealismo inconsciente en las que mezclábamos sin control aventuras y tebeos
Luis Borrás
jueves, 8 de marzo de 2012, 10:05 h (CET)

Mariano Veloy, “Königsberg”
“Königsberg” de Mariano Veloy.


Puedo jurar (aunque quede feo) que este libro es el disparate más sorprendente que he leído últimamente. Sí, soy de los que se toma muy en serio la literatura, pero también de los que a veces le gusta irse de copas con los malotes. Porque en algunas ocasiones (como en ésta) resultan mucho más entretenidos que esos tipos que entienden la literatura como tierra sagrada, una cripta en la que ponerse cursis y caer en un éxtasis místico. Si estuviera en una isla desierta y tuviera que elegir me iría con los gamberros. Quizás corrieran peligro mi equilibrio mental y mi hígado, pero seguro que sería mucho más divertido.

Esta novela es como aquellas redacciones de nuestra última infancia. Esos años en los que tenías un pie en cada lado. Uno en el niño que todavía juega a las chapas y otro en el pre-adolescente que empieza a mirar con desasosiego las tetas de las chicas de su clase. Sí, “Königsberg” es como aquellas narraciones repletas de surrealismo inconsciente en las que mezclábamos sin control aventuras y tebeos.

Pero nos hemos hecho mayores y Pez de Plata lo sabe. Sabe que con un libro como este somos adultos con suerte porque nos gusta el papel verjurado de la cubierta, las guardas en azul, el tacto suave de las hojas y las ilustraciones deMarc&Bernat M. Gustà. Sabe que nos gustan esos detalles que hacen de un libro un objeto con alma. Sabe que todavía nos gusta beber, pero que ahora lo hacemos con criterio y paladar. Que nos gusta emborracharnos, pero no nos gusta el garrafón ni los licores insípidos o empalagosos.

Y quiero creer que Mariano Veloy, de niño, escribía surrealistas redacciones que hacían reír a toda la clase. Y que ahora, de adulto, ha urdido una trama coherente entre multitud de disparates. Hacer lo heterogéneo homogéneo mezclando -descarado y subliminal- realidad y desvarío, crítica y carcajada; literatura con música, teatro, historia, teología y cine; latín con inglés y francés;La Regenta con los Beatles, Joyce, el doktor Kellogg, Julio Verne, un cuento deAndersen y un cameo de Psicosis. El testamento de un muerto que es una carta de amor correspondida con el desdén. Un papel legible en el bolsillo de un ahogado. Una reconstrucción verídicamente falsa. Un cardenal padre de hijos bastardos -como aquel Farnesio del siglo XVI- hermanos incestuosos, engaños, extorsiones, venganzas, asesinatos y un secuestro. Folletín, periodismo de investigación, filosofía, delirio andergraun. Insultos entre corchetes, biografías contadas en un vinilo que se escucha en un pick-up, un capitán vestido con unsmoking amarillo y una escafandra, un Ford T, un submarino (amarillo, claro) y una bomba de relojería. Una amada promiscua, un intelectual pusilánime, tirillas yfrígido histérico y su antagonista canalla, seductor y príapo procaz.

Talento, ingenio, gamberrismo, capacidad y lenguaje. Humor de escenografía, situación, carnaval y personajes. Recursos, estructuras, posibilidades, diálogos, forma y materia de la literatura. Todos explotados, manipulados, ordenados, puestos al servicio del poder absoluto de su imaginación.

Mariano Veloy. “Königsberg”. 157 páginas. Editorial Pez de Plata. Asturias, 2011.

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