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Opinión
Etiquetas | Animalista

¿Qué por qué soy animalista?

Lapregunta sería, ¿cómo no serlo?
Julio Ortega Fraile
domingo, 1 de abril de 2012, 07:40 h (CET)

Porqueprefiero la empatía al desprecio que nace del ignorante o del cruel.

Porquesi me declaro no racista y no sexista, ¿cómo ser un especista?

Porquelos principios que rigen la dominación de los hombres sobre loshombres, son idénticos a los que determinan la de los seres humanoshacia los animales.

Porqueno es suficiente con “no causar daño” mientras se permite queotros lo hagan y utilizar la responsabilidad ajena como coartadapropia para lavar la conciencia.

Porquemi miedo y mi dolor son como los suyos, y los leo en sus ojos aligual que se leerían en los míos si fuese yo quien ocupase sulugar.

Porquenada tengo en común con el verdugo salvo la especie. Ni tan siquieraesa mirada que sí me hermana con las víctimas de su infamia y susaña.

Porquehe aprendido que el crimen siempre encuentra justificaciones en laboca del criminal. Derecho, se llaman, cuando emanan del Sistema.

Porquemientras al asesino se le permite expresarse, a sus víctimas sólose les concede el silencio.

Porqueel silencio en ellas es imposición y en mí, capacitado para hablary sabedor de su sufrimiento, significaría cobardía o complicidadcon el sayón y sus métodos.

Porqueno comprendo que sea la ley de la oferta y la demanda la quedetermine la licitud o la ilegalidad de la violencia sobre un servivo.

Porquela fecha, el lugar, la luz o la música no otorgan belleza ni éticaal terror y la agonía de una criatura.

Porqueacariciar con ternura a un gato o introducirlo en agua hirviendo vivoy comérselo después sólo es una cuestión geográfica.

Porqueun cerdo sufre en España del mismo modo que un perro lo hace enChina.

Porqueel negacionismo de los campos de exterminio del ayer, fue igual demiserable y letal que es el de los que existen hoy para aquellos quepermanecen presos en su interior a la espera de su ejecución.

Porquesoy un animal y me importa, y mucho, el ser humano.

Yporque sé que no estoy loco. Y si así fuese, escojo la demenciaantes que una cordura cuyo precio sea la sangre de otros.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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