Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios. Y, con un poco más de lluvia fina, nos harán decir que la culpa ha sido nuestra “por vivir por encima de nuestras posibilidades”.
Ciertamente, los mercados, los políticos a su servicio y los agentes económicos en general son unos auténticos maestros. El 2025 será un año de concienciación, y aquí no pasa nada. La masa de votantes ya ha votado y hasta 2027 no volverá a hacerlo, así que ese sentimiento de culpa, que nuestra educación católica nos ha inculcado a fuego en nuestra forma de ser, hará el resto del juego.
Los culpables somos nosotros si algún díscolo piensa que las cosas pueden ser de otra forma: que se les pueden incautar sus fortunas a los ladrones que se hincharon con la corrupción. Si se luchara contra la economía sumergida para sacarla a flote o si se actuara verdadera y eficazmente contra el fraude, las administraciones se gestionarían eficientemente. Una gran parte de esos esfuerzos “inevitables” que se nos piden se podrían mitigar, y otra fórmula es decir que los discrepantes estamos locos, que no sabemos lo que decimos: es una fórmula que siempre le ha ido bien al poder para acallar las voces que se salen de la doctrina general.
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