Y al final, las predicciones de Guardiola, aquellas que decían que el Barça no ganaría la liga, se cumplieron. O al menos, eso es lo que parece con lo acontecido el pasado sábado en la ciudad condal. Como si de un auténtico adivino se tratase, de esos que aparecen a altas horas de la madrugada en la televisión buscando explicaciones a los problemas cotidianos, el de Santpedor adivinó el futuro de su equipo. Un mañana que se tiñe de un color en la competición doméstica, el blanco. Pero por mucho que se empeñase el técnico blaugrana, al final nadie, salvo ellos mismos, tuvo la culpa. O mejor dicho, el Real Madrid se convirtió en el responsable directo de que los mensajes que mandaba la bola de cristal del entrenador catalán se hiciesen realidad.
Y eso que el encuentro del Camp Nou, el clásico de los clásicos, el enésimo partido de la historia, o como quieran llamarlo, llegaba precisamente donde había pronosticado el propio Pep. Es decir, a que la Liga se disputase en Can Barça. Sin embargo, esta vez, las cuentas no salieron. Sobre todo porque el Barcelona perdió. Primero, perdió su identidad en el juego. Después, perdió su efectividad de cara a puerta. Y en los últimos minutos, perdió hasta los nervios. La defensa merengue destronó las embestidas azulgranas y de nuevo José Mourinho triunfó en donde a él más le gusta triunfar. Esta vez no hubo aspersores, aunque los blancos si acabaron empapados, aunque de elogios. Porque ellos hicieron su juego, y sacaron los tres puntos, que era lo que importaba.
Por una vez, y veremos si sigue así, Cristiano se disfrazó de Messi, y las dos estrellas se intercambiaron los papeles. El argentino, decisivo hasta la fecha en los Barça – Real Madrid, desapareció. Y el luso, ausente en los primeros clásicos aquí en España, se encargó de dar la puntilla con su gol número 42 en Liga. Y aunque esta vez no hubo ni tortas, ni puñetazos, ni entradas a destiempo, ni dedos en el ojo, tampoco apareció el fútbol. Y fue una pena. Porque los 94.000 aficionados del coliseo culé se quedaron sin disfrutar de, al menos, el buen juego de uno de los dos contendientes.
Tantos meses esperando llegar a este choque y al final, nada. Era de esperar. La exigencia de las últimas semanas para unos y otros, pasó factura. Y vaya si pasó. Chelsea y Bayern de Munich deben estar frotándose las manos al ver el encuentro. Los dos grandes de nuestra Liga pusieron de manifiesto que tanto partido no es nada bueno. El poderío físico de hace unos cuantos partidos se esfumó, y la disposición táctica de los dos entrenadores pasó a un primer plano. Guardiola, el adivino, esta vez se equivocó, y no vio con antelación la solución correcta a sus problemas. Mou, por su parte, y no sabemos si con bola o sin bola de cristal, visualizó mejor el choque y dio con la tecla adecuada.
El caso es que el 1-2 del Camp Nou aclara y mucho las cosas, al menos, para el Madrid que ya se ve campeón y nubla el futuro de un equipo que sigue pensando en la continuidad de su técnico. Ahora la pregunta que nos hacemos es si LA BOLA DE CRISTAL de Pep le habrá contado algo de su renovación. Acertar, parece que acierta. O por lo menos, en aquello de que no ganarían la Liga.
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