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Percepción e instinto de la belleza

Nadie necesita lecciones de belleza porque incluso los bebés saben reconocerla
Juan José Cervera
miércoles, 25 de abril de 2012, 07:16 h (CET)
¿Hasta que punto la belleza afecta a nuestras vidas?

Nuestra capacidad de apreciar lo bello no depende tanto de los cánones culturales como se creía tradicionalmente, se pensaba que la cultura era determinante para definir las preferencias estéticas. En los últimos años se ha demostrado que la biología es un factor mucho más significativo.

La belleza es universal, y en definitiva ha servido para publicitar nuestro indicador de salud y fertilidad. Hace millones de años el aspecto del bebé era el mejor indicio que tenía nuestras ancestros para saber si el niño sobreviviría o no, y si por tanto valía la pena dedicarlo amor y recursos.

 Un caso muy particular es que la apariencia física de un recién nacido le ayuda a sobrevivir, puesto que es visualmente agradable a la vista, y así nos incita a protegerlo, a cuidarlo y a alimentarlo. Las madres con bebés más hermosos y bonitos suelen dedicarles, de forma inconsciente, más tiempo a sus hijos, es decir están más mimados.  

Solemos percatarnos de una cara atractiva de forma automática, apenas nos hacen falta fracciones de segundo para valorar la belleza de una persona.

Asombrosamente, lo más curioso es que los humanos somos capaces de apreciar y distinguir lo bello de lo feo en cuanto nacemos.

Varios estudios de la Universidad de Barcelona, refutan la solidez de esta tesis, por ejemplo; una investigación llevada acabo con bebés de 4 a 9 meses revela un resultado sorprendente. El estudio consistía en mostrar en una pantalla dos imágenes; la primera, con la cara de una reconocida y bellísima modelo, la otra mostraba la cara de una persona no tan agraciada. Los bebés observaron durante un periodo de tiempo mucho mayor la fotografía de la guapa modelo.

¿Nuestra objetividad cambia cuando estamos delante de una persona bella?


Por supuesto, el efecto Halo puede ayudarnos a entender el insisto de la belleza. Este efecto es una tendencia propia de los seres humanos que consiste en atribuir características positivas a algo que para nosotros ya posee una cualidad positiva, por ejemplo cuando observamos un buen orador frecuentamos asignarle otras cualidades, como la honestidad, la inteligencia, la eficiencia, etc.

De igual forma ocurre cuando vemos, ya sea en persona o en imágenes, a gente atractiva, a la cuál solemos decir que poseen estudios superiores, relaciones sociales más placenteras, rango profesional más alto… deducciones que probablemente sean falacias.

Sí es cierto que los guapos tienen más facilidad para encontrar trabajo, una buena presencia abre las puertas, es como una carta de recomendación. Pero a la larga la belleza puede ser un inconveniente porque tus jefes podrían esperar más de tus habilidades y del peso que aportes en la empresa. Sin embargo a la hora de conseguir la permanencia o un ascenso, tu nivel se equipara al de los demás. Es decir, los guapos tienen que radiar confianza en sí mismos y a la vez inspirarla, y si te alejas del tópico serás penalizado bastante más que si fueras feo.

Ahora quiero llamar la atención de las personas que asfixiadas por la situación actual, han decidido hacerse ‘retoques’ con cirugía estética. La belleza en el mundo laboral es como el dicho del dinero, ayuda pero no da la felicidad, en este caso, la belleza ayuda pero no da un contrato fijo y buen remunerado, con el tiempo te saldrá más cara la operación que el sueldo a recibir.

Otra cuestión, ¿por qué en las exposiciones internacionales los pabellones que son más dinámicos y aprovechables son derribados, y aquellos que aunque sean estéticamente sublimes, pero que cuestan más dinero de mantener y apenas tienen utilidad se dejan? Paradójico, la belleza afecta a todo nuestra alrededor, pero parece algo tan normal que pasa desapercibido. Es ahí, la belleza como factor para elegir y decidir.

La hermosura  disimuladamente ha influido en la forma de interactuar de la sociedad aquí y hace miles de años, incluso puede ser un agente “peligroso”. Es un tema que da bastante para hablar. 

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No es fácil escribir ni reflexionar sobre abstracciones en días de zozobra y perplejidad. Pero, asimismo, no está de más buscar un cierto distanciamiento de los acontecimientos, para no entrar al trapo de las idas y venidas en la opinión, muy dependientes de valoraciones subjetivas basadas en el desconocimiento o en datos sin contrastar.

En la observación de la Naturaleza detectamos la sencillez entrelazada con la espontaneidad y la complejidad constitutiva sirve de base sustentadora. Tratamos con una adaptación genuina entre los recursos y la vitalidad de los diversos elementos. De resultados tan vistosos como ejemplares para nuestras maneras de ver las cosas.

 
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